REPERTORIO AMERICANO 263 dos de las picaduras de los zancudos por pas para beborse el agua; y si le aprelos mosquiteros, en los duros camastros DR. HERDOCIA taba el hambre comía icacos. Llegó de obra de Bigotes. El hulero se ponía a noche a los tres dins de caminar, con fumar en su pipa que nunca lo desamEnfermedades de los ojos, los pies despedazados. Nadie lo vió. El paraba. De rato en rato las sombras se rancho estaba iluminado. Se deslizó sin iluminaban al resplandor del tabaco oldos, nariz y garganta hacer más ruido que una serpiente. Pogó encendido. Fuera el murmullo salvajo de los ojos de las rendijas, y allí estaba la lluvia o aquellos ruidos misteriosos de Horas de oficina: Carmela. con unas piernas en los rela montaña en la noche.
gazos. Pero eran las piernas de unos Era un silencio tachonado de ruidos 10 a 12 de la mañana calzones de Bigotes que la pobre estaba como las noches de verano de estrellas. y de a de la tarde remendando.
Chirridos de insectos, deslizarse de culeAún creo oír la carcajada sabrosa de bras y fieras entre la maraña. Dijérase mi tío Manuel al terminar su relato.
Contiguo al Teatro Variedades que la montaña hiervía. Parecía escuCarmela le había contado la aventura charse la savia subir a lo largo de las en gran secreto. Parece que ella esa noraíces, de los troncos, de las ramas. Gri el puma vino a media noche y se la che, comenzó de pronto a sentir un detos de pájaros que Bigotes sabía clasi llevó.
sasosiego. le parecía que alguien rondaba ficar: En una ocasión le pregunté qué ha el rancho; era como si unos ojos le es Ahora es una de esas gongolonas bía en el pequeño cercado al lado del tuvieran escarbando los pensamientos.
redondas y grises de patas azules; ese rancho y qué significaba la cruz do ma Ni el menor ruído fuera. No pudo rees un pavon negro de los que enarcan dera. Bigotes se hizo el que no me oía sistir y fue a abrir la puerta. De entre la cresta al cantar; ese otro es una pava y yo me quedé con la curiosidad. las sombras surgió una figura. Qué susto canela. los quice dias me sacó a la finca. se llevó Carmela! Era Bigotes. En la Entre oscuro y claro llegaba a meCuando estuvimos en presencia de mi zurda porque era zurdo tenía todavía nudo hasta nosotros el rugido del tigre tío, dijo: Valiente el chamaquito, don el puñal desnudo. No contestó a sus preo los aullidos aflautados de los pumas Manuel.
guntas. Se acostó y durmió hasta la tarde cachorros.
Un premio de la escuela no me ha del día siguiente. después nunca le bría dado nunca la satisfacción de aqueMadrugábanos. Yo me iba a lavar a habló de aquello ni le explicó nada. Pero la quebrada, lleno de teinores por aquellas palabras.
Carmela todo lo comprendió.
la masa oscura y monstruosa que me. Valiente el chamaquito, don Manuel. Carmela se le murió al hulero al dar a luz rodeaba. Todo estaba en silencio. los Muchos años han pasado después, y un niño. Fué unos cuatro años después que ruídos de la noche se habían callado. quien las pronunciara debe andar entre Bigotes se vino a instalar en el lugar Apenas el estridular de un grillo temel polvo de la tierra. mí me parece adonde yo lo visitara. Era la primera blaba como una gota de agua sobre la estarlas oyendo pronunciar.
vez que iban a tener un hijo. El hulero soledad. De cuando en vez, una pequiegastó sus economías en cosas para lo ia manada de zahinos se aventuraba Algunas cosas de Bigotes supe más que iba a nacer. Fué entonces que leen el calvero o inquietaba la profunda tarde por mi tío don Manuel: vantó el rancho de palmilera con aquecalma con el olor de su almizcle y el Que uno de los tigres que había ma llos sus pisos y sus paredes tan bien ruído de su carrera. El olor del monte tado el hulero, perseguía a la Carmela, construidos con tallos de palma. El ranso esparcía en oleadas al sentir el aire mujer de éste; Carmela estaba embara cho de dos aguas de bijagua y cola de la vecindad de la luz.
zada y los tigres persiguen a las muje gallo no le parecía propio para recibir veces yo acompañaba a Bigotes en res embarazadas, me aseguró aquel vie a la criatura. Madre e hijo murieron al sus correrías.
jo lleno de creencias y de mañas. La nacer éste. Limpió bien un pedacito a piel que estaba al pie de su cama, era la vera de la choza y allí los enterró. Qué admirable sentido de orientación la piel de ese tigre, el más grande que el suyo. Cómo hacía para encontrar el Después cercó el pequeño campo, plantó había visto hasta ese día.
el hibiscus y puso la cruz. Más tarde encamino entre la masa de hojas y bejuBigotes vivía con una paisana suya, terró allí también a Patas, un perrillo cos, cortado de vez en cuando por una la Carmela, mujer buena y sufrida; era saguate a quien Carmela quería como a picada practicada por los huleros?
muy simpática, y adoraba a su hombre. las niñas de sus ojos. Había sido el Pasaba días enteros sin dirigirme la los infiernos era capaz de seguirlo. compañero inseparable de ella durante palabra. Yo era el que preguntaba y no Bigotes, celoso como él solo. Bastante la los años que habían vivido en ese lusiempre me contestaba. Ne inforinó que hizo sufrir con su condenada debilidad. gar. Lo habían acostumbrado a estar de cada árbol se sacaban de quince a. Ahora verás, hijo, lo que hizo: vivía siempre entre el rancho para que el veinte libras de hule. Que a él no le entonces en el Colorado. Todos lo vieron león no se lo comiera. Pero una vez hacían daño las viboras porque se ha embarcarse en la lancha que hace el ser muerta Carmela, el perrillo se iba debia tragado la hiel de una muy venevicio entre el. Colorado y Limón. Ape trás de Bigotes y sucedió lo que tenía nosa puesta de antemano en guaro, y nas desembarcó lo comenzaron a ator que suceder: un buen día, mientras Bique eso lo inmunizaba. Cuando enconmentar los celos. Quién sabe Carmela. gotes recogía hule, oyó ladrar a Patas.
traba un árbol de hule recién picado, La verdad es que no le tenía mucha Cuando acudió, ya el león había matado pasaba derecho. Me dijo que un hulero confianza. Cuando se metió a vivir con a su compañero. El hulero pudo acabar debe respetar el palo que otro acaba de él, estaba muy lejos de ser una santa. con la fiera y llevarse al perro muerto picar. después aquel Escobar, el hondureño que enterró junto a Carmela.
En una ocasión que debía ir muy de Belice. Ya algunas veces lo había Mi tío Manuel sorprendió una tarde lejos, mo dejó solo en la casa prepa sorprendido pasándole por la puerta con de verano a Bigotes sentado en rando la comida. En la tarde regresó los zapatos amarillos de dominguear y tronco dentro del vallado, fumando su pipa.
con una hembra de chancho de inonte esto en día do trabajo, y queriéndose Yo volví a la ciudad, y durante mua la espalda. Tras él venían dos crías meter entre la casa con los ojos. Pero lo cho tiempo pensé al anochecer con una con el hocico levantado hacia la madre que era de él de Bigotes nadie se reía. intensidad semejante a la de este moensangrentada y sin vida. Bigotes le nuestro hombre, sin saber cómo ni mento, en el hulero solitario y caliabía vaciado las tripas, y en la cavi a qué horas cogió el camino hacia el llado que vivía en el corazón de la dad había acomodado una para canela Colorado, por la playa. Anda y anda. selva, a día y medio de la habitación do carno suculenta. Asamos una pierna Atravesó a nado las bocas de los ríos más próxima, junto al lugar en donde del chancho en las brasas. La grasa sin pensar en los tiburones. Cuando tenía tenía enterrados a su mujer, a su hijo y crepitaba y el ambiente estaba lleno del sed se subía a los cocoteros coger pi su perro.
sabroso olor de la carne aderezada por Bigotes con yerbas olorosas. Dejamos la pava colgada del cobertizo de la entraCarmen Lyra da para comerla al día siguiente, pero (Envio de la autora. San José, Abril de 1930.
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