REPERTORIO AMERICANO 29 Polvo del Camino Primeras letras, gestos de guerra y alguna que otra alusión personal conocida de todos en nuestro pueblecito. Los mayores la comentan de cunndo en cuando, con respeto afectuoso y con cierto aire de orgullo, sin duda por tratarse de un coterráneo que en día memorable supo amarrarse los calzones como todo un valiente. Envio del autor. el otro policia a desapartarlos y a llevar. los al Cabildo, si quiere.
Le ha caido bien al Político y no es porque él sea cucharilla ni alcagüete, iqué va!
El nunca ha vivido de cuehas. El caso es que lo emplea en comisiones de confianza. El Político es muy palomilla, de lo más tratable, con muy bonito modo para mandar y parejo con todo el mundo, ricos y pobres; es ventrículo de la voz y se pasa haciéndolos caer de leva en la oficina; padeciente de almorranas; pero Dios le dé salú a ñor Adriano Valerín, el tata de Juan Valerín, que le dijo de ese remedio de cargar una semilla de ojo de venado en cada bolsa del pantalón, hembra y macho; y deveras está muy aliviado.
AL visitar mi pueblo una mañana de tantas, algo extraordinario apareció a mi vista: el viejo caserón contiguo a la iglesia, albergue durante tantos años de la escuela, era objeto de una demolición formal. Tejas, cañas y terrones cubrían el patio; por todas partes el olor penetrante de la tierra reseca de las paredes viejas. Este olor llega a hacerse indefinible, y en la imaginación cubierta de cabellos grises hay un renacer de cosas que fueron. Reviven los relatos de amigos y conocidos de otro tiempo, historias de aparecidos, narraciones con dejos de epopeya; revive la voz cansada del maestro Cirilo; hay cabezas infantiles inclinadas sobre el libro; se oye el tictac del gran reloj de pared colocado sobre el pizarrón lleno de números.
Los demoledores desprenden el marco de una ventana, de aquella ventana ancha y sin vidrios. en cuyo dintel una abeja albañila construyera su celda de barro y por la cual entraban el sol, voces, ruidos y el panorama de la calle. Cuántas figuras de conocidos enmarcó esta ventana un día! La de Juan Valerín el policía; la de su padre nor Adriano Valerín; las de ñor Cipriano Fonseca, José Pico, Racael.
Todos pasaron por allí alguna vez, llamas apagadas hoy, todos ruedan en el polvo ahora. Todos van y vienen en mi imaginación, tal como los vieran mis ojos de niño, en sus humildes afanes; los vuelvo a oir expresarse en su lenguaje torpe, sin pulimento, que la gente fina oye con sonrisa condescendiente y burlona.
Viejo más entrador y contento este tal ñor Adriano Valerín, siempre con su carota de bondad. qué ganas de poder verle a todo sabor la cicatriz del brazo y la de la pierna!
Viejo lleno de nervio y de fuerza; él solo se basta para detener un novillo bravo en carrera abierta s, o se rompe la soga o el novillo se viene rodando al suelo en el socollón. Tomá, criaturita, este cinquito y inercás pan. le hace a cualquier chiquillo harapiento, de camino para la Misa Mayor, en la calle de San Rafael; y le deja un realito en la mano. Pero no es así como por hacer la caridad, ni por dar limosna, este su repartir cincos: lo hace por el gusto de ver la sonrisa de alegría en los ojos del niño. No hay diferencia entre él y esos troncos macizos. en cuyo interior las abejas de picúzaro han ins.
talado sus despensas llenas de miel traída de las flores de los montes.
La historia de este viejo corpulento es bien Allá por el año 56, en la lista de muchachos de Tres Ríos que salían para Nicaragua en son de guerra a rechazar al filibustero es.
clavista, estaban José Acuña, Juan Villalobos, Ramón Chavarría, José María Quesala, Cipriano Fonseca, Adriano Valerin. Tolos llegaron hasta donde tenían que ir, todos pelearon bien, sí; pero ñor Adriano se volvió una fiera en el combate. En uno de tantos lances, cuando echó de ver, ya se le había acabado el parque. Virgen del Pilar! y el enemigo allí no más, bien pertrechado; pero no retrocedió: empuñó el rifle por el cañón, lo blandió en alto y de un culatazo tremendo dedicó a un sargento filibustero que venía hacia él con la punta ensangrentada de sai sable. Luego tomó en sus inanos el arma eneiniga y rompió contra el suelo la hoja de aquella espada. Allí no más cayó herido de bala en una pierna él también; antes una balloneta le había cruzarlo el brazo izquierdo. mientras tanto, Juan Villalobos terco en el puesto de centinela; dos dias con sus noches se mantuvo en el mismo sitio, sin abandonarlo un momento y sin saber más de los suyos, separado de su propio campamento a causa de los fuegos abiertos sin interrupción.
Fueron a relevarlo en inedio de la oscurana del humo y de las sombras de la noche. Al sentir en las vecindades ruido de pasos y de Armas, grito. Quién vive, carajo. con voz terrible; y no había probado bocado en los dos días, pero ni siquiera agua.
Vino luego el penoso regreso a pie: dos largos meses de caminar y caminar; Juan Villalobos muy debilitado y enfermo, ñor Adriano un poco repuesto, los dos siempre juntos. Emprendían la marcha por lo regular con la fresca, hacían largas paradas en el camino; a veces pasaban un día entero sin probar ni un trago de agua; mucho sol, inutcho polvo; ponían bien el oído tratando de descubrir entre la calina la voz de algún chorrito, cortaban bejucos para chuparles el agua. En ocasiones les iba bien porque encontraban algún cañal, sandillas o piñas el hilito de agua de algún yurro. Al llegar a Esparta, ñor Adriano sintió al compañero morir. No te dejo, Juan le dijo, y se lo cargó a la espalda, por más que Juan Villalobos le pedía que lo dejara morir alli no más. El caso es que pudieron llegar a Alajuela, después a San José. Por fin, una madrugada, los dos soldados llamaban a la puerta del hogar. Oh, ñor Adriano Valerín éste. Cuántas veces, después de haber escuchado su gesta, contada por labios que no eran suyos, senti deseos de acariciar su espaldota sudorosa, heroica y potente como la de aquel Sanson una de las láininas que adornaban las paredes de la escuela! Viejos como ese ya no se encuentran.
No olvide Ud.
TOMAR UN BONO POR LO MENOS DE LA Juan Valerín se decide a servir la plaza de policia de orden, no precisamente pur el gusto de andar con cavilosadas, que él nunca ha sido sácalas ni cucharilla; tampoco porque sea vengativo: le pueden decir «Chichota, o Nerienda, en su propia cara (los dos apodos que le tienen puestos como si no fuera suficiente con uno solo. él más bien se ríe. Otros estarán pensando que lo hace por quedar bien con el Gobierno. Mentira, nada le importa los que mandan. La procesión va por otro lado: es que con la situación tan endemoniada, el pobre. está como tantos otros, corre que te alcanzo, o como él mismo dice: jumá y dejame el cabo. No tiene segundos calzones que ponerse, el sombrero mismamente una bolsa de chorrear café, la camiseta hecha un pascón en la espalda. Se la remendado ya un poco, pero dejará el puesto una vez que comiencen las cogidas de café. Si fué porque la plaza estaba vacante y el Político le inando razón, llomándolo, le ofreció el güeso sin él pedirlo, y ahí me lo tienen a hora de placa y tajona, de vagamundo plantado en las esquinas, criando mala sangre.
Se hace el tonta cuando ve los chanchos de ìa María Mora aular sueltos en la plaza, para no tener que llerarlos al Fondo: así se evita después de andar en cuentos y en en.
redos. Con los borrachos jo que hace es espantarlos de la taquilla los lunes que remanecen de goma, dando golpecitos con la tajopa en la puerta o en la ventana. En los pleitos a las pescozadas, los deja lyne se arreen, no ban de matarse: allá que venga José Trenida NACIONALIZACION ELECTRICA en Esos bonos llevan la garantia plena del Estado, devengan un interés fijo del anual exentos de todo impuesto o descuento.
y están Mi imaginación se complacía mucho con estas láminas para ilustrar las lecciones de Historia Sagrada: el pecado de nuestros primeros padres, el Diluvio, Absalón suspendido por los cabellos de la rama de un árbol, la mujer de Putifar con la capa de José entre sus manos. Notable el parecido entre la Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica