REPERTORIO AMERICANO 75 se o esa se hallase. aquel terror que la do dencia cósmica que le atribuye la poesía. Dante, muchos siglos más adelante, tieminaba de no poder salir, de quedarse Pero, eso sí, si esa voz viene a nos ne conocimiento de esa armonía, que enclaustrada en alguna habitación, o ca otros, tiene que traernos la roticia de él transforma en concierto medieval; sa, o teatro. aquella sutilísima, pero la liberación de María Eugenia.
los pintores primitivos, amigos e inspiinsoportable preocupación, cuando rados por Dante, representan las músihallaba en el teatro, de que no iba a Dime en qué estrella cuaja tu luminoso ruego cas religiosas en corales alegóricas, poder ver el fin de la obra o del con Esa voz debe explicarnos y revelar y, después, descífranla los grandes miscierto, porque, fatalmente, de un mo nos cómo y en qué estrella se ha vol ticos. Es el mismo enajenamiento armento a otro se iban a apagar las lu cado, celebrando el milagro hipostático monioso que transforma a los órganos ces? Esas y otras muchas ideas perma del enlace de lo fluyente del espíritu de las. catedrales en colmenares acúsnentes, en el fondo, nada agregan a la con lo eterno del vaso formal y astral. ticos, y se expande en seguida en las valoración de su obra; proporcionan de Aquel lirismo inmenso no ha podido ex misas campales de los ejércitos cristiatalles sobre su figura, ya lejana y as traviarse. La luz que en los ojos y en nos y en las solemnes misas de los mútral; ella consideraba a esas cosas como los poemas de la mujer había, ha circu sicos de genio. Eco sutil ramificacenizas; la obra era todo; su verso sería lado por las fuentes y escalas pánicas, ción sonora de colosal sinfonía inmortal, eso le bastaba. El tormento hasta cuajar en alguna forma remota. multisecular, era aqueila música de la de los geniales, el tributo oscuro que Si no es en estrella real, que ya sea noche, que buscó y oyó mil veces María exige, como si fuera un déspota, el en estrella de nuestro espejo interior; Eugenia, impregnándose de religiosidad inconsciente, para entregar más tarde sabido es que nuestra alma se ahonda y enardeciéndose de sufrimiento, por la maravilla y la concreción diáfana de en cielos, en montañas y océanos, reve que a veces no la oía bien, abrumada la creación artística; todo ese tortura lados ya por San Agustín.
por el ardiente rumor de sus abismos.
dor ejercicio, se expandía en ella en Este amor así, hacia la noche, es otra tumultuosas quejas y terribles confe Que aprenden los arcángeles la coral de tu canto confirmación del alma antigua, caldea siones.
Insistamos. El alma de María Euge o mejor, hebrea, de María Eugenia.
Comentáronse a su alrededor: ocurren nia estaba poseída por el misticismo.
cias extraordinarias, actitudes públicas Procedía con la fe y la certeza intui Dime, al fin, que rompiste las cadenas de fuego de un intransigente doginatismo. Yo tiva de los iluminados en el trance mís Este verso último cierra el soneto, posco la confesión íntima que serviría tico, siempre que delante de ella se con una necesaria y justísima aspira. para explicar algunas de esas determiplanteasen los problemas y los asuntos ción: naciones que tanto se comentaban. Para Dios y de la belleza. En todo lo de Es necesario creer que ella dejó de qué revelar la clave de ellas?
más, vacilaba y caía.
sufrir. Jamás creía, mientras estuvo enSu actitud frente a la poesía y a la tre los vivos, que las cadenas ele fue Ya no olvido la convulsa marea música, llegaba hasta consubstanciarse go, pudieran caer destrozadas. Por eso, metafísica, ahogándole los ojos y el semblante con el arrobamiento religioso. Contem para su mal psíquico no hubo trataToda confesión terminaba, general plarla en un concierto, o en un espec iniento posible. Tanto la hicieron sufrir mente, en llanto. La marea metafísica táculo teatral, frente a las Walkirias de en este tránsito, los tormentos de su colmaba su mar, después de haber ido Wagner, por ejemplo, era gozar del mi psique enferma, que cuéntase que una creciendo y de haber sacudido su cuerlagro de desentrañar, en la actitud tem vez llega ella hasta Dios, para pedirle, po, haciéndola permanecer toda la noblorosa de la pitia, el secreto del men en una oración: que no le diera vida che en contemplación y acecho. Por eso, saje délfico. Las olas de músicas de los después de la muerte.
es que ella, en su invocación famosa a mundos, la subyugaban; nadie como Que no le diera vida, querría decir la Noche, la llamó: ella, supo desentrañar ese tesoro de las la pobre, como la vida que llevó. Los noches que cantó; sus ojos se ahonda dolores del espíritu, las hiperestesias. Noche ile las delicias mudus y negalitas, ron, hasta convertirse en remansos para que le hicieron percibir hasta en los ile que gozan los muertes vivos como fantasmas.
esas olas. Allí venían a morir. a na sonidos un matiz de sufrimiento, como en La miro, sí, entre árboles, vagar, meditabunda.
cer, transfiguradas en su espíritu. casi todos los insomnes; las dudas, se Todos sabéis que para algunos obser condensaron en cadenas de fuego que Entre estos árboles del Prado. Ella vadores antiguos, cada sonido de las la obligaron a rogar en ese tono que, solía vagar, sola, con paso grave por masas astrales, al girar, correspondía a en su intensidad, la nivola con algunas estas avenidas.
un tono musical de la escala. Este pita terribles expresiones de los más grandes Otras veces, en tranvía, a altas hogórico paralelismo de armonías, fue místicos.
ras de la noche, exploraba, haciendo inconfirmado más aún, por el simbolisnio Encierra mayor turbación de sufriterminables recorridos. Su actitud llade más de un diálogo platónico. Los miento ese ruego de María Eugenia, maba la atención. Era la suya, una mar cuerpos celestes ya no eran solamente que la queja, entre inefable y terrible, cha ausente, lenta, como vigilando un inontones de materias inflamadas o ex de aquel comendador Joan de Escrivá, tropel de ideas fijas o fobias, que hatintas. Participaban también de las lla famosa en España, desde que se oyera, bía quo encauzar; pastora desvelada de madas potencias anímicas, y se expre por primera vez, allá por el siglo xv: turbios rebaños de obsesiones.
saban con lenguaje de músicas, para Ven, muerte, tan escondida, Verbo de esferas cósmicas, baja su voz profunda matizar de ese modo, el largo coloquio que no te sienta conmigo, de los inmortales. Pero, existen más porque el gozo de contigo, Si. Su voz, después que ella ha muer identificaciones. Las esferas de que hano me tornc a dar la vida.
to, viene otra vez a los oídos. De dón bla Platón en el Timeo, con sus antede? De ella, no puede ser, porque ya Tenemos la imperativa necesidad de cedentes en los sonoros números que no está entre nosotros.
se desprendieron de la sien de Pitágo. creer, pues, que las cadenas de fuego se han roto. Cuando se piensa en lo que De la memoria surge, dirán; o de los las, se agrupan en los tiempos, para caminos de las armonías, mejor, debe sufrió la morena arcilla de aquella muconstituir el milagro anunciador de las bajar.
jer, sólo puede desearse que hoy 1108 falanges de ángeles cristianos, y de la Se ha sublimizado su confiese, ella, que tanto dudaba. con voz. Nuestra música que con ellos desciende, produmemoria reproduce las imágenes audiuna suprema afirmación que ya, desde cida por sus voces o por el roce de sus tivas y las oímos, como emanando del hace seis años, es libre y feliz. que alas flamígeras como espadones de luz.
vive, a pesar de su famoso ruego; que interior de nosotros; pero igualmente En los antiguos salmos del pueblo vive en los círculos de la música y de pueden los etéreos mundos, en confi hebraico, entonados por David, las vo la luz de Dios, ya que nosotros, aquí, dencias inefables, trasmitirnos la dura ces de los fieles en oración se confundera sonoridad de su voz.
entre los entes fugaces, sabemos sin dían con las alabanzas armonizadas de Tan poco fácil es, al fin y al cabo, los mundos, y a ellos se agregaron adeduda alguna, que, en la admiracidn de todos los creyentes de la belleza, su fiexplicar de qué manera quedó aprisio más, las contribuciones del coro y de nada su voz en los difíciles telares de los cantarcs angélicos.
gura jamás se extinguirá.
las neuronas, como explicar la proce La música ya se ha hecho religión.
Emilio Oribe Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica