104 REPERTORIO AMERICANO Véanse estas patrias en el espejo de Puerto Rico El drama de Puerto Rico La miseria de la agricultura y el comercio De La Voz, Madrid, kunma se Cosas de América, por Bagaria ¡Qué buenos son, amigast. Ya nos vuelven a dejar desir Puerto Rico en res de Porto Rico! ver si trunbién se les ocurre darnos la independencial. No lo creari Esas cosas no se dan, amigo: se toman. De El Sol. Madrid)
Descecider del avión en San Juan de Puerto Rico después de haber visto desde lo alto gran parte del país, produce una impresión de dolorosa paradoja. Desde la costa a la capital, durante más de media hora, hemos visto desarrollarse llanadas de tierras Jabrantías que surcan caminos perfectos. Muchos poblados y caseríos y ninguno sin su edificio señero: la escuela, no la iglesia. Sobre la feracidad del trópico, la ordenada cuadrícula del cultivo. En el confin, hacia el Norte, la sierra muy azul. Quien así llegase sin antecedentes a la primera ciudad de la isla, daría por ciertos los beneficios de un gran poder, de una cultura 10 importa si preponderantemente de tipo mecánico derramada hasta saturación sobre un país muy chico para servir de muestra a la América morena, en primer término, y al mun. do después, de las posibilidades de un entronque entre las tierras de Washington y las de Bolívar. Una hora en San Juan basta al observador menos sagaz para comprender que ha llegado a un pueblo que sufre miseria y que es protagonista de un drama histórico para el cual no se vislumbra otro final quo el de una muerte lenta y sin sangre, acaso la muerte más cruel.
Terrible lección de Historia contemporánea. Puerto Rico, inerme, pasó de una a otra soberanía, y en poco menos de treinta años ha cambiado por un progreso material incompleto. por un progreso material que no sirve a sus habitantes sino en la relación estricta de su contacto con los dominadores, gran parte de sus esencias raciales. Enfermo en su economía de esa glucosuria tropical que hace de las tierras más fértiles del orbe miseros campos de especulación a merced de un solo cultivo y de un solo mercado, ha sufrido, a pesar de ser una colonia yanqui, la torsión del brazo económico norteamericano. Wall Street, que no en balde nace en un cementerio, ha superado al mito shakespiriano del usurero, y para cobrarse en turdigas de carne con toda comodidad, sin la molestia de las sacudidas violentas, anestesia, cuando no mata a sus deudores.
Sabido es que la administración del pobre ha de ser dispendiosa. así, los agricultores portorriqueños, empobrecidos, han tenido que caer en las garras tentaculares de los Bancos. Tras la extenuación de la riqueza primaria el campo, los centrales azucareros. ha sobrevenido la de la riqueza secundaria: el comercio. Los saldos se suceden a precios de exasperación, con el único fin de allegar un poco de dinero para posponer los vencimientos y alargar la agonía. Al El suelo es la única propiedad plena del hombre y tesoro común que a todos iguala, por lo que para la dicha de la persona y la calma pública, no se ha de ceder, ni fiar a otro, ni hipotecar jamás. José MARTÍ viajero de conciencia le da rubor comprar en Puerto Rico. No es ya esa mitad de precio que suprime las posibles ganancias: es la pérdida cierta. He aquí pequeños ejemplos: calcetines de seda pura, a cuarenta centavos el par; mudas interiores, a cincuenta y por la primera de dichas sumas, es decir, por cuatro pesetas escasas, un lote compuesto de una máquina de afeitar, sobredorada, con diez hojas de recambio; una pastilla de jabón y un frasco de medio litro de alcohol perfumado.
Esto es en la capital. En el campo la miseria adquiere el rostro exangüe del hambre sin atenuaciones. qué hace diréis el más poderoso de los países para evitar esto que, en suma, perjudica a su política? No hace nada práctico.
Este adjetivo, que parece patrimonio exclusivo de su actividad, no es puesto en juego en este caso.
Nada ayuda tanto a despreciar la razón como el exceso de fuerza, y los Estados Unidos han llegado a esa plétora muscular que cree no necesitar de justificaciones. España, que se mostró en el Tratado de París más pequeña aún que en toda su politica colonial, ignora las relaciones de Puerto Rico con sus gobernadores y las vicisitudes políticas de una semiautonomía poco a poco atrofiada por el politicismo profesional y por la acción incompleta de unas Cámaras y de un comisionado desprovistos de medios reales. De hecho, el americano se considera en Puerto Rico en una factoría. Ha comprado tierra y ha mediatizado la industria. Sus contrales azucareros traen todo lo preciso de los Estados Unidos. y tras de no consumir nada al país sobre el cual viven, le demuestran menosprecio, retrayéndose a círculos que excluyen al nativo de su sociedad. Hoy, el gobernador Roosevelt, simpático, activo, anheloso de labrarse un posición política en su patria, trata en vano de reparar daños anteriores. Ha aprendido la lengua nativa, y hasta suscita brotes filantrópicos, de los millonarios visitantes, en pro del desvalido jíbaro. Buena intención. Insuficiente y un poco vejaminoso procedimiento.
Porque Puerto Rico merece otra suerte. merece, también, gratitud de España por el heroísmo con que defiende su eco ideológico y verbal en América. Los letreros ingleses no ganan sino palmo a palmo las fachadas. El país omnimodo que ha fabricado magníficas escuelas bilingües y que ofrece en el conocimiento del inglés y en la sajonización las únicas esperanzas individuales, gana sus victorias con lentitud patética. Podrán los, aparatos mecánicos gangosear la música yanqui; pero los labios cantan (Pasa a la página 111)
Pare mi lo mus satisfactorio de las estiulisticas agricolas del pais. es el hecho capital de que en sus dos tercerus parlex la población se compone de terratenientes. Casi todo hombre tiene su finca, sus mulas, sus bueyes, 8118 gallinax, su8 cerdos y 811 plantación de azúcar o de cafe. Los mismos sujetos que habiamos visto con los pies desnudos y las ropas desastradas bajando el Aguacate, serpenteando por la selva más allá de la Barranca, acarreando el café al puerto, erun propietarins a la vez que carreteror. Más que la pureza de su sangre espanola, que en el noventa por ciento de los casos no ha sido menoscabada con mezcla de gegro o de indio, es éste el secreto de su cardcter industrioso, de su virilidad, de su diligencia, de su valor, de su triunfo en la guerra; el secreto de la tranquilidad perfecta, de la falta de crimenes, del progreso positivo, de la unidad política, del espíritu nacional y, en suma, de la intrépida independencia del pais. Touc hombre está en su casa y se siente en ella.
Todo hombre tiene un hogar que defender y sabe bien que la inciolabilidad de este hogar depende de la inviolabilidad de las leyes y de la libertad del pais. En una república no hay mejor cosa que cada habitante sea un ciudadano, cada ciudadano un magistrudo, cada magistrado un soldado. Alli donde el habitante tiene un ari aiyo vital e indestructible en el pais: es decir, donde es propietarin ab80luto de una finca grande o pequena, alli serd un ciudadano, aunque no se le dé el sufragio; un magistrado, aungue no se le conflera el nombramiento; un soldado, aunque no se le vague sueldo. Sin esa propiedad, los derechos politicos apenas son algo mas que halagilenos ilusiones, 0, si llegar a serlo, tal vez se convierten en instrumento de desorden, en sujeción para la multitud y en tiranin de unos pocos. Acompañados de la propiedad libre de invasión y disputa, los derechos politicos del individuo seran con seguridad inflexibles instrumentos de buen orden, guardianes incorruptibles contra la corrupción y defensores gratuitos de la patria.
Thomas Francis Meagher (R, Fernández Guardia: Costa Rica en el siglo xix. Imp. Gatenberg. San José, 1929. Costa Rica, y en 1860. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica