Violence

140 REPERTORIO AMERICANO no nos los de luto y dolor que le siguieron; la indefenso contra los crueles rigores del aparece ante Gabriel, que la mira estás trágica inuerte del padre, víctima de un ac destino. nunca un rostro amigo, una tico, como una de esas princesas encancidente en un taller de mecánica, y el falle voz amable, una mirada compasiya que tadas de que hablan las historias maracimiento de la madre que, incapaz de sopor lo confortara y le diera ánimos para villosas de genios y nigromantes.
tar las fatigas de un trabajo excesivo, iba ascender el interminable calvario!
Apoyada en el balcón, mira distraida a reunirse al amado esposo en el campo ¡Ah, si no hubiese aparecido ella, a la solitaria callejuela, cuando, de pronto, santo, dos meses después.
pesar de su repugnancia, habría inten un rubio muchacho con aspecto de esGabriel parece complacerse en evocar tado mucvamente acabar de una vez y tudiante en vacaciones, aparece de imestos crueles sucesos, desmenuzando sus para siempre ma existencia tan mise proviso a su espalda y, cogiéndola por menores detalles. Nada olvida; pasa de Trima!
la cintura, la alza del suelo y emprende un hecho a otro sin detenerse, hasta que Éralo inolvidable, pues, aquelins una serie de giros y saltos por la hael recuerdo de sus hermanas geinelas taite cuando, al pasar frente a esa ven bitación. Ella grita y ríe hasta derrase fijó en su imaginación. Dos años me tana, oyó que alguien profería en el mar lágrimas y cuando, por fin, logra nores que él, muy vivas y graciosas, interior con acento dulcísimo: desasirse, toma, a su vez, la ofensiva, las pequeñuelas sc le aparecieron en. Pobrecito, tanto que le pegan! enlazando con sus nívèos brazos el cueese instante, tales como las, viera seis Alzó la cara y entrevió un niveo ros llo del agresor. El resiste como puede meses atrás.
tro y en él dos ojos azules que le mi las sacudidas do ese cuerpo que se enY, de repente, la escena de la sepa raban con tierna con miseración.
rosca al suyo y ambos rien como locos.
ración surgió en su espíritu, produ Aquella, para él, aparición divina, fue De súbito. la gentil pugilista cesa en ciéndole una sensación tan aguda de como un rayo de luz en las tinieblas sus juegos y dice a su hermano con dolor que, para ahuyentarla, reunió to. de su desesperanza; pero, como salía tono de alarma: das las onergías de su voluntad. Pero poco, veíala raramente y, cada vez que. Pedro. has oído?
a pesar de sus esfuerzos, la visión se esto acontecía, era presa de una turba. Şi; parece una puerta que el viento precisó de tal inodo en su cerebro, que ción extraña. Una mezcla de goce, de cerró de golpe.
le fué imposible alejar de su memoria temor y de vergüenza inexplicables, le el más insignificante detalle embargaba el ánimo y su timidez era.¡Con qué desesperados clamores se tal, que un día, al encontrarla en la ca Lo primero que llamó la atención de abrazarón a su cuello las pequeñas, lle, estuvo a punto de soltar la garrafa doña Benigna al regresar a su moralla, cuando el tutor nombrado por juez de vino que traía en la mano. Un rubor fué el gran silencio que reinaba en la quiso llevarlas hasta el coche que es ardiente le abrasó el rostro y horrori casa y sobre todo en la cocina. Entró perala a la puerta de la casa mortuoria! zado de sí mismo, de su cabeza rapada, en esta última y su sorpresa, al ver el Aun le parecía oír sus lamentos y sus de sus pies descalzos y de su vil y su fuego totalmente apagado, no tuvo lídesgarradores gritos, al arrancarlos aquel, cio traje, regresó a casa con la desola mites; pero, muy pronto, el asombro copor la fuerza, de sus brazos, y ver todavía ción en el alma.
dió el caindo a la cólera, que se despertó sus caritas convulsas y despavoridas aso Pronto tuvo la seguridad absoluta do en ella iracunda. Salió al patió y gritó madas a la portazuela del carruaje, lla que ella era también desgraciada y que, temblorosa de ira: mándonle freéticas. Gabriel. como él, estaba solita en el mundo, sin. Gabriel ¿dónde estás? Gabriel!
dejes, ven, Gabriel!
padres, sin parientes, sin hermanos. Bien Bruscamente se calló y se dirigió en Lanzó um sordo gemido, y en un ac a las claras lo decía la expresión me silencio al cuarto del huérfano. Una idea ceso de desesperación se dejó caer de lancólica de su semblante, el luto de su repentina había iluminado su cerebro: bruces en el lecho, ocultando en las traje y aquella canción tan triste que El muy flojo, pensó, se ha recostado en ropas el rostro bañado en lágrimas y entonaba a veces y cuya melodía se la cama y se ha quedado dormido.
murmurando calladamente entre sollo aprendiera él de memoria.
Mas, una nueva contrariedad le aguarSí, él no era el solo, el único. Allí, a daba allí, pues el cuarto estaba vacio. Papá, papacito, por qué te hus muerto! pocos pasos, había alguien que sufría Marchó, entonces, hacia el comedor y, Mamá, idónde estás!
también de su mismo mal, y padecía al cruzar esta pieza, vio con creciente De pronto, se incorporó para mirar idéntico martirio.
indignación que no se había hecho en un objeto suspendido en la pared, enci este vínculo que la desgracia atara ella el aseo de costumbre. Pero donde ma del velador.
entre ambos, érale tan precioso que su su coraje alcanzó el máximum fue al Después de contemplarlo con atención solo recuerdo bastábale a veces para ha contemplar el desarreglo de su dormiun instante, apartó de él los llorosos cerle olvidar por un instante sus acer torio. Sus coléricas miradas tropozaron ojos, desalentado. No, nunca se atreve bas tribulaciones.
con el chicote, del que se apoderó al ría! al recordar los detalles de su este sentimiento egoísta, agregá punto, encaminándose con él en la diesprimera tentativa, se acentuó en esta banse también otros bien contradictorios tra a la habitación del tío. Al abrir Ja convicción.
y cuya esencia era incapaz de compren puerta, era tal su obsesión de sorprenAl apoderarse aquella vez del arma, der. Una tarde en que lo pareció ad der infraganti al delincuente, que apeextrayéndola de su estuche de cuero, vertir que ella fijaba sus ojos en nas hizo hincapié en el acre olor que había obedecido a uno de esos impulsos muchacho de la vecindad, sintió que le de la sala se desprendia.
ciegos e inconscientes que le acometían traspasaba el corazón un dolor agudísimo Su primera mirada fue para la cama, veces en sus horas de soledad. Con y de naturaleza tan rara, que se llenó posándose, en: seguida; sus ojos en el la angustia del náufrago que se toma de confusión al querer analizar el extra sillón en el cual se destacaba, sumida de un hierro ardiendo, había él cogido no fenómeno.
en la vaga penumbra, la silueta del el revólver y apoyado por dos veces la Su mayor placer era contemplarla des durmiente. Avanzó hacia él en puntillas boca del cañón en sus sienes. Recordaba de allí, sin que ella se apercibiera a y, cuando estuvo a su lado, descargó cómo sintiera ccder el gatillo bajo la través de los cristales, apartándose brus sobre la inmóvil figura una lluvia de presión de sus dedos; pero, cuando un camente y cerrando el postigo cuando furiosos chicotazos, mientras yociferala pequeñísimo esfuerzo más iba a dejar las azules pupilas se fijaban en esa di frenética: partir el tiro, una sensación que no rección. Toma, pícaro, flojonazo, bribón!
podía precisar había paralizado repenti. Mientras Gabriel atisba detrás de los De repente, su brazo se detuvo en namente sus inúsculos. No era el temor maderos el cuarto de su vecina, aparece seco: algo líquido que destilaban las disa la tortura física, ni a la muerte, sino de pronto en él una graciosa figura. ciplinas le había salpicado el rostro y, el miedo a la detonación lo que lo ha Es una jovencita de catorce a quince dando un paso hacia la ventana, abrió bía acobardado. Ah! si. el tiro partiese años, vestida con un modesto y elegante los postigos con violencia.
sin estruendo, si la bala penetrara silen traje de cachemira negra. En su rostro Junto con la claridad quo inundó la ciosa en su carne, ninguna reflexión lo de virgen, de líneas purísimas, hay una sala, el semblante de doña Benigna se habría detenido, estaba de ello seguro. expresión dulce y serena, sin asomos de transformó en la imagen fidelísima del ¡Y cómo le sería dulce morir. Era melancolía. Rubia, esbelta, de tez de espanto. Sus ojos se abrieron desmesu. tan desgraciado. Estaba tan solo, tan nácar, con ojos azules hermosísimos, radamente; flaquearon sus rodillas; la zos: un a Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica.