Omar DengoVíctor Raúl Haya de la Torre

Tablero (1978. Tomo XVII Núm. 20 San José, Costa Rica SUMARIO En memoria de Omar Dengo. Victor Guardia Quirós, Haya Vasconcelos, Presidente de México. Carlos Deambrosis Martins de la Torre, Jorge Cardona, Dialogo.
Omar Dengo Carlos linesta, Jose Maria Ze Margarita Ogilvy (6)
James Barrie ledón, Salas Pérez, Cartas.
Haya de la Torre y Enrique Hildebrando Sites Grande Lee dos, Rogelio Sotela y Luis Flores.
Del ideario de Omar Dengo. Blanca Milanes. Adolfo Milanés De Paris Ceinture a Rusia. Giménea Caballero El cancionero del mal amor. Alberto Guillen REPERTORIO AMERICANO 1928 Sábado 24 de Noviembre SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA In Memoriam las ansias de su espiritu, huraño al clamoreo del tributo mundano.
Si era, pues, su cabeza, como el nido de un sol, no irradiaba mejor con esa luz, que con la diáfana lumbre de la estrella que era su alma. Quién fue ese varón, al que llamamos Omar Dengo?
Sabedlo, costarricences: fué un hombre que cernia la cabeza con las águilas, allá en el picacho avizor de lontananzas; y que también arrullaba el amor con las palomas, en el regazo tibio del alero familiar. No me entendeis, acaso. Talvez, porque la mente pocas veces se detiene a considerar, por raras y prodigiosas, esas felices conjun.
ciones en el humano linaje del numen vigoroso con la excelsitud de las almas: es la corola de oro, saturada de esencias, que se cu.
bre, como en la plácida azucena, del albo capuz que tanto la embellece.
Elogiemos a porfia la producción del divino consorcio. Soy apenas un hombres, decía este dilecto maestro de sencilla grandeza, cuando vivía en la ilu: minada oscuridad de su profeso.
rado. poniendo en el sentido intenso de esa modesta frase un acervo tan grande de intención y sencillez, para los que sabiamos leer en la parábola de su espiritu anheloso. que uno se maravilla todavia de que en tan pocas pala.
bras pudiera plasmarse toda la doctrina de un aliento tan profundo y generoso como el suyo.
Soy apenas un hombre, queria decir para Omar Dengo el apóstol, misionero a la vez de la ele.
vación de los sentidos. que se sentia obligado, en credencial y fé de ser creatura humana, a entregar a la causa del bien y la verdad todo el vuelo pujante de su inteligencia, y a más el juego de su corazón, dulce y magnanimo.
Queria decir también, en sus sa bias palabras, este gran Omar Dengo, que no se pagaba de lisonjas, ni se complacia en la vanidad de su renombre: que se movia por la palanca del deber, del sagrado deber, que era su dogma. Queria decir que en la sola e intima satisfacción del sabor de sus propias lecciones, habia miga bastante para ¡Por qué no le conocimos bien, ayer, cuando vivía. Por qué no pensamos en este dechado de hombres superiores, para orientar los destinos de esta. Patria, tan falta de figuras ejemplares, tan menesterosa de un guia, que como éste, pudiera redimirla del estrago moral en que ella vive!
La muerte ha conspirado contra el país, si por desgracia no pensamos mal cuando pensamos que era Omar Dengo, entre nosotros, por los tiempos que corren, el vás.
tago unigénito de las grandes y escasas gestaciones que se realizan al conjuro asociado de la Luz y del Bien.
Sentid entonces, joh costarricen.
sesl, el estrujón de esa gran pena que embargo nuestro ánimo, dolido del eterno emigrar del amigo; pero más que todo suspenso en la inquietud de la orfandad en que nos deja el maestro que fué un ejemplo vivo de rectitud y de gran deza; el que se improvisó soldado en la dolida tragedia de Coto; el maestro grande en todas las sabidurias del espíritu grande de los hombres: en la ciencia, en la abne.
gación, y aún en la gran prueba del paso de la muerte.
Porque habréis de saber que murio como un estoico, o más bien como un santo, este joven paladin de todos los apostolados. Se desprendio de este halago pasajero que es la vida, como de cosa fútil en la suprema filosofia del pensamiento, preocupado, no de si, de los demás de su esposa, sus hijos, sus discipulos; y más que todo de.
su Patria!
Oh alma soñadora y serena de Omar Dengo, que así, remueves el fondo de la nuestra, y que la emulas en los grandes trances de la vida, con el ejemplo de tu Mascarilla de Omar Dengo (Sacada por dos de sus discipulos)
De nuestro llorado Omar, nada puedo decir ahora. Hay en el fondo de mi alma una inconformidad, una tristeza, cierta desolacion, cierto miedo, cierto frio de orfandad que me oluscan. El corazón me dicta algunas palabras, no hay modo de enhebrarlas con lucider. Sera más tarde. si acaso Entre tanto, no más Idgrimas, ni reproches, ni lamentaclones. Murid como hombre de honor: en su puesto. Ahora, a trabajar, a proseguir. que la sombra del amado ausente sea de las tutelares: para la Escuela que lo despelo, pero Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica