REPERTORIO AMERICANO 183 Pistolas, fusiles y consejas VEO Eo en el Repertorio Americano dos líneas que no comprendo.
Hablando de Diaz Mirón se dice. Todavia en 1910 pronunciaba »discursos en la Cámara de Dipu»tados, poniendo su pistola sobre »la tribuna. Hay tanta distancia entre esta afirmación y la realidad, que el autor podría acusarme de malevolencia por tomar al pie de la letra sus palabras. Pero aún como ornamento de un estilo figurado, la crudeza de la imagen es algo que no tiene semejanza con la verdad. En dónde y cuándo empezó la conseja?
Son ya incontables los articulos en que se pretende hacer de Diaz Miron uno de los grandes factores de la política antiporfiriana, y divinizar sus actos delictuosos presentándolos como manifestaciones de civismo.
El poeta, cuya memoria ganaría si en vez de elogiar sus excesos se guardara un silencio prudente, nunca fué un parlamentario enemigo del presidente Diaz. Su historia de tribuno popular empezó muy temprano y acabo en un día. Después de la administración de Gon: zález, Diaz Mirón tuvo bien poca significación política. Durante una gran parte del cuarto de siglo que desempeñó el poder ininterrumpidamente Porfirio Diaz, si el poeta pronunció discursos en la Cámara de Diputados, sus oraciones no podian ser de oposición. Hay memoria de que algún diputado abriera campaña contra sus electores?
Ahora bien, los de Diaz Mirón eran invariablemente dos. y uno de ellos, el del voto decisivo, se llamaba Porfirio Diaz. No quiero discutir si cuando hablaba Victor Hugo, temblaba Napoleon III; pero podemos afirmar que Porfirio Diaz no se aterrorizaba al recibir la meliflua carta petitoria que cada dos anos le enviaba el gobernador de Veracruz, en favor del poeta, ni la insinuante súplica que más tarde le hacia el vicepresidente Corral, cuando el gobernador Dehesa y su conterráneo dejaron de ser amigos. Diaz Alirón asistia pocas veces a las sesiones, y nunca se le vió encabezando movimientos contra el supremo elector. Asi pudo llegar hasta la última legislatura que formó don Porfirio Diaz.
La administración del dictador fué acremente censurada, y entre los cargos que se le hicieron figura el de la dudosa energia mostrada por el señor absoluto de Méjico, cuando Diaz Mirón, violando la ley penal, se veía sujeto a la acción de los tribunales.
Todos los hombres independientes coincidían en la reprobación con que se hablaba de la indulgencia oficial. Pero lo más irritante para el público, después de los irregulares procesos, era que la patente de impunidad se reforzase con las prerrogativas del acta de diputado. Cómo. ver en Diaz Mirón un rebelde amenazado por «las carabinas de los pretorianos, un perseguido a quien «no se pudo asesinar porque le protegia el escudo de Minerva. una victima de ese mismo gobierno que contra todos sus deberes, franqueaba medios para que el poeta hiciera uso de su habilisima pistola?
Se quiere que en 1911 la Revolución le quitara el grillete. Todavia entonces fué desaforado y encarcelado en el calabozo de donde le sacó Madero. Imaginación. Si era calabozo, y no cómodo Salvador Diaz Mirón Habla también el Repertorio «del porfirismo inicial, que estaba fundando la ley fuga. Dichosa ley! Don Porfirio Diaz la aplicó en esto no hay discrepancia pero ya era vieja como la sarna y conocida como la ruda. De qué murió Manuel Rodríguez, el libertador chileno, doce años antes de que naciera Porfirio Diaz en Méjico? Según los datos oficiales, Rodriguez intentó fugarse, y los custodios que le conducian, hicieron fuego. El hecho ocurrió durante el gobierno de Higgins. a quien se culpó de este crimen. Así lo dice todo el mundo, pero tomo las palabras de una Historia de Chile. escrita para uso de los Liceos, según el programa del Consejo de Instrucción Pública. Esto no significa que San Martin y Higgins fueran los inventores del procedimiento de suprimir enemigos por medio de una imaginaria fuga. Cito el caso para demostrar que esta manera de hacer liquidaciones había sido ensayada en un país muy distante y en fecha muy remota, con la autorización de grandes firmas históricas.
Don Porfirio Diaz conoció las primeras mieles de la presidencia a fines de 1876. en la sesión de la cámara de diputados efectuada el 15 de noviembre de 1871, don Manuel de Zamacona dijo desde esa misma tribuna sobre cuyo mármol iba a poner Diaz Miron su pistola cuarenta años después. Oh! yo estoy cierto de que »esta caravana patibularia, haría »temblar de espanto y de remordi niento a los mismos asesinos que »nos hacen diariamente, con cierta sjactancia, en el Periódico Oficial. la crónica de la Ley Fuga. Quién era entonces presidente de Méjico. Quién capitaneaba a los asesinos?
Vamos a ver su nombre en un articulo que publicaba Ignacio Ramirez, el Nigromante, cuatro meses antes del discurso de Zamacona: El más despreciable de nuestros perso»najes es Juárez. Jamás olvidaremos que »supo colonizar los cementerios.
Ramírez, indio como Juarez, aunque de otra rama, llamaba a Juárez. bárbaro de la Mixteca. y nunca dejaba de tocar en la tecla de la crueldad sanguinaria del Presidente. Vosotros, sus admiradores, no le tributéis »periódicos; llevadle cráneos. Creiamos te»ner un Moctezuma; tenemos más: un Huitzi»lopoxtli. Díaz fué continuador, después de haber sido censor, pues hablaba así en 1871. Los sectarios de la reelección indefinida. han conculcado la inviolabilidad de la vida »huinana, convirtiendo en práctica cotidiana rasesinatos horrorosos, hasta el grado de »hacer proverbial la funesta frase de ley «fuga. Como vemos, todo era conocido: el hecho y la «frase. El discipulo nada tuvo que inventar, y la práctica admitida no ha sido abandonada.
El diputado Aurelio Manrique, uno de los dos cerebros que dirigen la marcha del obregonismo huérfano, hablaba recientemente de los presos que «se suicidan o se fugan» por altos designios de Roberto Cruz, el representativo emersoniano que hace procesos con pistola, como escribe Martin Luis Guzmán, y que mata fumandu, delante de una cámara fotográfica, para que su serenidad se inmortalice.
alojamiento, la habitación que ocupaba Díaz Mirón en la cárcel, y si Madero le sacó de alli, son hechos que no interesa esclarecer.
Lo importante está en los antecedentes omitidos por el narrador. Olvida que en uno de los corredores del Palacio de Minería, edificio donde funcionaba entonces la cámara de diputados, se produjo un lance, sin la más remota significación política. Diaz Mirón hizo dos o tres disparos contra su colega Juan Chapital. Este diputado, que no llevaba arina de fuego ni de otra clase, pudo desviar la pistola del agresor, y salvar así la vida.
El grupo llamado de los científicos, que era como si dijéramos el gobierno, contaba a Díaz Mirón entre sus más destacados adeptos, ya que no entre sus directores. Naturalmente no podia abandonar al correligionario. Intentó, pues, todo lo posible, y hasta lo imposible, lo lícito y lo ilícito, en su favor, formulándose para tal fin un dictamen que impedia la acción de los tribunales. El público, unánimemente, protestaba, pidiendo justicia, y la cámara de diputados tuvo que ceder a las reclamaciones de la opinión independiente. Rechazado el dictamen de complacencia que presentaron los depositarios de la consigna, en quince minutos fué preciso redactar otro, dictado por el clainor general.
Si la administración de Madero encontró a Diaz Mirón en la cárcel, lo que no niego, aunque no me atrevería a asegurarlo, y si ella lo libertó, no fué porque alli le tuviera un gobierno arbitrario, sino porque el arbitrario gobierno habia carecido de fuerza para consumar la imposición.
Carlos Pereyra Madrid. Agosto de 1928. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica