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Tomo XVI REPERTORIO AMERICANO Núm. 23 San José, Costa Rica 1928 Sábado 16 de junio SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Llanri.
Nacionalisino imperial Cancionero de la inal ainada.
Nacionalismo. El ideal centroamericano Peces de las alturas.
La enseñanza esencial del álgebra.
Cartas.
Vanguardismo El carpintero.
EI IV centenario de Alberto Durero.
SUMARIO Horacio Quiroga La huelga.
Rafael Estrada Fed. Henriquez y Carvajal Siento que hemos despertado Anastasio Alfaro La Doctrina Monroe y el movimiento Andrés Avelino obrero (5. Santos Chocano Comentario Jariblanca Sabas Alord Tablero (1928)
Ezequiel Martinez Estrada La Edad de Oro César Arroyo Trilussa Fausto Burgos Pedro Henriquez Urena icente Lombardo Toledano.
Miguel de Unamuno Eckermann Nacionalismo imperial De La Nación. Buenos Aires Horacio Quiroga DURANTE algún tiempo se nos aseguró que el nacionalismo consistia en la religión de lo autóctono costumbres, virtudes y herencias nativas cuyo culto, infiltrándose hasta hacerse salle gre en las generaciones, debia imprimir a la nación un carácter netamente individual.
Tal aspiración, que exaltaba a la par todo lo nativo o colonial, bueno y malo, con el fin exclusivo de hacernos una tradición, respondía, en suma, a un noble impulso; un poco vano, tal vez; como el del hombre.
que al formarse persistiera en desarrollar a toda costa las vagas o precarias modalidades que poseyó de niño.
Hoy nos dan a conocer otro nacionalismo, que no consiste ya en el culto selectivo de nuestras artes y peculiaridades mentales, sino en la erección de nuestra patria al más grueso grado de riquezas materiales y de armamentos de guerra. Como no es imposible que este inflado y ruidoso ideal azuce también a otros pueblos, y la glorificación nacional exige que seamos sobre todos los más fuertes, tal nacionalismo se adjudica asi un calculado destino de opresión y vasallaje hacia los países más débiles, que debemos empobrecer, anular y aplastar, pues la misión de nuestra patria es poseer más riquezas, más territorios, más armamentos que cualquier otro país mediato o inmediato.
La nación nos dicen debe ser poderosa, cueste lo que cueste, y si no es poderosa para nada sirve. Nada importa el ejemplo de las riquezas espirituales, de los tesoros mentales del tal cual pequeño pais.
Con estas éticas virtudes una nación no engorda ni se afilan sus colmillos. Debe henchirse de oro, de ambición y de bayonetas, porque no se es un sobrio y culto pais, sino un gran estado de gula voraze insaciable en razón directa de las riquezas que poseen otros países y que debemos hacer nuestras.
De la moral, de la justicia, de la civilización, nada se habla.
Hay en este desbordante afán de riquezas materiales, de fuerza bárbara y ostentación insolente, la misma falta de escrúpulos que caracterizó al triunfador de todas las edades, y la misma Jujuria de posesión y exhibición groseras que encarna el nuevo rico de la postguerra, Se desea para la patria las riquezas que no logramos poseer; no pudiendo gozar del poder, gozamos convirtiendo a un honesto pais en un gran estado nouveau riche.
Es cómodo desear todos los dones para su exclusivo pueblo; enfriarle la conciencia a fuerza de metal; mostrarle como único bien por delante el verraco de oro que grune de satisfacción tras las fronteras; hartarlo de industrias y sufrimientos, cebarlo de pólvora, y entonces, enloquecido de bajos apetitos y vacío de moral, ponerlo sobre la frontera a arrebatar al más débil lo que todavía nos falta para nuestra grandeza nacional.
Pues tal es la ley de las vies ciones que se armau en til ánibito de paz, y su única finalidad inexcusable.
En un pais nuevo y sobrio, inquieto del vasto problema cultural que debe absorber todas sus fuerzas por constituir la razón de su pobreza actual y de su gran vida futura, el ejército, tambiéu sobrio, puede tener por misión guardar de los roces exteriores esta gran gestación interna. Pero cuando un vasto pais se arma y erige poderio material como su sola y fanática ambición, puede estar seo.
guro de que las fuerzas armadas de ese país no pueden cometer sino crimenes. Los puce blos no tienen derecho a una libertad que no pueden man.
tener. En el siguiente concepto, propalado desde el origen de las naciones debe. verse la causa de tan detestable error: La moral del hombre y la del estado son dos cosas distintas. Lo que deprime y enloda el alma de ini hombre, puede engrandecer a la nación.
Exacto. modo del nuevo rico engrandecido a la sombra de los dolores de la gran guerra, Desde el aparece un nuevo diario argentino, El Mundo, dirigido por nuestro amigo Gerchunoff. Me e. rtraña que Ud. no sea su representante en Costa Rica. Cuando lo dea a don Alberto le diré que le mande El Mundo.
Hasta ahora no es extraordinario; pero sí de interés para los intelectuales.
En el nimero de hoy aparece un articulo breve de Unamuno que vale la pena que Ud. reproduzca. Le mando también otro de Horacio Quiroga aparecido en La Nación y que aqui produjo escundalo entre los reaccionarios. Por vez primera un grupo de jóvenes católicos utacó la obra Irreprochable de Quiroga negándolo hasta como cuentista. Pero no es de ertrañar porque se trata de unos cuantos mozalbetes manejados por clérigos que han adoptado el oficio de cantinfieros de la Santa Madre Iglesia. Ahora más que nunca el Repertorio debe eraltar la figura de Quiroga, el último hombre libre que nos queda. Muy oportunas sus reproducciones de articulos de Sanin Cano. Giusberg (Fragmento de carta. Bs. Aires. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica