Civil War

REPERTORIO AMERICANO 299 Página Lirica pero no lo consiguen; poco a poco, inclinado, va resbalando al mar.
de Enrique Diez Canedo Una plaza, en Lima De Epigramas Americanos, Madrid, 1928 La fachada barroca detuvo en un momento, que ya es de siglos, toda su masa en moPartida dejó atrás rancho y potrero vimiento.
y en el último lindero Duerme la iglesia. Duerme la plazuela tranCádiz es amigo ejemplar.
nos dijo adiós con la mano. quila.
Te trae a bordo, y, al zarpar, Para que no despierte la palmera vigila.
te dice adiós. El mar y el cielo te envuelven, y entre cielo y mar Gran premio Carlos Pellegrini La ciudad sus rumores vuelve arrullo sedeno.
Una mujer de manto cruza, como un ensueño, todavía ves blanquear (Buenos Aires, noviembre, MCMXXVII)
su temblor de último pañuelo.
El galopar de un corazón en cada pecho.
Llegando al Ecuador un redoblar de cascos. en un solo rumor Peces voladores olas de voz humana: todo un mar contrahecho. Cesen ya los pelados montes de faz treYa pasó la Fortuna y ha elegido color. menda Parece el mar sereno, que en su entraña avarientos custodian sus y una guerra civil quizá en el se desata. metales: De su seno surgidas, se clavan en su seno Paso de los Andes.
ique al mar salga otro suelo y acogedor las saetas de plata nos tiesida La grandeza toca al espanto. el tren cruza la cordillera, sobre las olas mismas sus brazos vegetales!
Entrando en Río de Janeiro, menudo y silencioso, tanto de noche que la montaña no se entera. Guayaquil, en la buena estación La noche, reina tiegra, desciende hasta sus mares.
Puente del Inca ¡Oh, Guayaquil, bien hayas! más cuando acuartelas tus legiones Para el baño la ornaron sus doncellas. 320 metros de altura)
de lanceros del Guayas, En sus pechos de sombra luminosos collares.
en cuyos aguijones En sus crespos cabellos un enjambre de ¡Milagro, equilibrio inaudito!
todo tu ardor, toda tu fiebre pones. estrellas.
Como en una arista de hielo descansa el mundo: dad un grito y se hunden la tierra y el cielo.
El reloj de Olmedo Avenida Paysandu (Museo de Guayaquil. Rio de Janeiro)
Chile Hoy los que por de Olmedo te veneran ¡Oh, genio del lugar que nos acechas!
piensen que tú marcaste a su ansiedad Te arrulla el mar, te velan las montañas, iléguense sin recelo a ti las almas: horas de inspiración, que también eran te arde la frente y por los pies tiritas: porque, en signo de paz, todas tus flechas horas de libertad.
con sus providas manos infinitas clavaste en tierra y se han trocado en palmas.
Dios está removiendo tus entranas.
Isla de Santa Clara (El Muerto)
Montevideo a la vista Ahumada Huérfanos Estado Quédate en paz, yacente, Ya el mar es patria, no destierro; los brazos sobre el pecho, sola, sin más (Santiago de Chile. amparo porque el espíritu de Ariel esboza una ciudad y un cerro Aqui cambia en mujer toda su nieve que, en la noche del trópico, la luz intercon su luminoso pincel.
la cordillera inmaculada. mitente cada rostro es un cielo breve.
de un blandó funeral: tu faro.
y in relámpago azul cada mirada.
Hay kay de Buenos Aires Negrita de Panamá La curva criolla de una voz Ciudad medida Animalillo joven, lindo boceto humano, vuelve americana (Santiago de Chile)
tallo henchido de sabia, flor nocturna en la calle. botón: Toda en ángulos rectos los tuyos te querian, que el tiempo, como inhábil pi. itor, con Plaza de San Martin toda en cuadras iguales. tosca mano tal como Ercilla y Ona, severos, componian (Buenos Aires)
de tan gráciles lineas haga informe borrón!
sus poemas heroicos en octavas reales.
San Martin por los aires galopa, Gringuitos en Balboa y en la plaza el frondoso arbolado Imagen del Mapocho finge en torno fantástica tropa. Santiago de Chile)
Tez de nácar, azules ojos, rubios cabellos: Corre el viento. Escuchad. Cada copa todo el ardor del trópico se vuelve luz en guarda un eco del grito sagrado.
Río de tierras libres, caudillo mal domado. ellos.
preso te ves de pronto; piensas que es un Un tango (mal sueño, Lluvia en Gatún y entre tus vencedores pasas precipitado. Canal de Panamá. De qué sima extraña sales, prietos los puños, turbia la cara, duro el viento que brisa pareces (ceno. El agua en las esclusas sigue, dócil y exacta, la voluntad del hombre como su esclava y y al pasar los arrabales sierva.
de las almas estremeces?
Cerro San Cristóbal ¡Muestra tú que aún es libre, negra nube (Santiago de Chile. compacta Enrique Larreta, en su casa para la sed del árbol, el arbusto y la hierba. Dichosa la ciudad que, desde arriba, española donde el aire es más puro, Lo quisiste y te dió la patria ibera puede buscar en su presencia viva Las cuatro negras de Colón las promesas de su futuro. En el mercavo)
para tu gloria un libro y para el arte viendo cómo se marcan en el llano del buen vivir una mansión entera: nadie podrá Zogoibi apellidarte.
calle, alameda, plaza, rio, senda, camino, Blanco y azul, rosa y verde; como las lineas de la mano nada que ajuste y colicuerde que guardan el secreto del destino!
sino en la desarmonía.
Son estas cuatro matronas Valery Larbaud, como banderas chillonas, pensando en Ricardo Güiraldes Valparaiso, de noche cuya extraña algarabia tiene alardes inauditos, Se fue. Ya no es más que sombra. Se ha desprendido un trozo de cielo cons tiene cadencias bestiales.
Montó en su pingo pampeano. telado.
Son banderas de señales Solo se fue por el ilano; Clavos de oro en tierra lo quieren sujetar, que hablan, no a señas, a gritos. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica