AnarchismJosé Carlos Mariátegui

Tomo XVI REPERTORIO AMERICANO Núm. 24 San José, Costa Rica 1928 Sábado 30 de Junio SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Salvador Díaz Mirón.
Correspondencia.
SUMARIO Antonio Mediz Bolio Gregorio Martinez Sierra, anarquista. Mario Santa Cruz Pijoan, Aleman Bola Algunas observaciones sobre el Mappamundi hos, Arévalo Martinez de Hieronymus de Marini y el nombre y Alberto Masferrer Brasil.
Rudolf Schuller Lydia Bolena La Doctrina Monroe y el Movimiento Horacio Quiroga obrero (y Vicente Lombardo Toledano El gobierno de los intelectuales Azorin Max Jiménez La Edad de Oro.
Eckermann (concluye)
Salvador Diaz Miron INDICE del tomo xvi.
Blanca Luz Bruin Revelación To scalp Tablero (1928. Salvador Díaz Mirón Página lírica.
Recordando a Mariátegui CA CABA de morir en Veracruz el más grande poeta contemporáneo de la lengua espanola Es posible que esta afirmación, por mi parte profundainente sincera, sea contradicha con razones y, tal vez, con razón. Pero es para mi, y para otros muchos, artículo de fe y enunciado de honrada convicción que es hora de proclamar sin reservas.
De un siglo para acá, cuando menos, las más grandes figuras de la lírica castellana las ha dado América. entre ellas, más alta que todas, se levanta Salvador Diaz Mirón. El sólo tiene, en el supremo grado, las calidades esenciales de un poeta por excelencia, Suyas son, como de ninguno han sido, la fuerza, la elegancia y la ternura; suya es la emoción más sutil de la belleza y suyo el dominio imperial de las palabras.
Tan artista como el maravilloso Rubén, lo supera en el músculo de las alas y en el poderio de la personalidad; tal vez la rutilante imaginación del incomparable Chocano. de quien fue el primer maestro, pueda en ocasiones deslumbrar los ojos un poco más que la suya y dar a los sentidos del alma una sensación más aguda y más imprevista. Pero la médula de león del concepto, la amplitud de la visión, la pureza impecable de las formas estéticas, y a la vez el arrebato lirico que se transmite con el sagrado escalofrio de lo sobrenatural, todo eso, en Díaz Mirón, es todavia más alto y está más profundamente poseido y logrado.
Es, además, por su temperamento y por su mentalidad un poeta americano por propia naturaleza, que produjo un arte, de carácter universal lleno del pensamiento y de la luz de la América, de que es insuperado cantor, por misión celeste, el Salvador Díaz Mirón los jóvenes. Me recibiria muy bien. Sólo una recomendación: No interrumpirle cuando habla.
ra. Qué más queria yo, que hablara, que hablara todo el dia y que me dejara esculcharle!
Al otro dia, como a las unice, entraba yo, tras Ciro Ceballos, y temblando de emoción, a la alcoba de «Salvador» como él, causándome envidia, decia familiarmente.
El poeta, todavía en la cama, estaba solo. Se incorporó, echando al aire su gran nielena negrísima, cubriéndose el hombro con la manta, como con una toga griega; brillantes los ojos; una levisima sonrisa bajo el mostacho mosquetero; fuerte, varonil, majestuoso. Sin atender a Ceballos que decia. Médiz Bolio, un nuchacho poeta, que le quiere conocer. me tendió su mano, y estrechó la mia, mirándome de una vez, de un modo magnético y penetrante que no he olvidado nunca. me dijo sólo. siéntese. Yo me senté y me puse a mirarle y a escucharle, porque ya estaba hablándole a Ceballos. Sonaba vigorosamente su voz, noble y clara; sin vacilar, frase tras frase, parecia que iba diciendo una arenga; pero sin un asomo de artificio; accionaba con la mano libre, en gestos rotundos y ágiles, como si estuviese frente a una multitud. hablaba de cosas que no parecían en si muy interesantes, pero que se escuchaban engrandecidas y bellas en sus palabras. Relataba un lance personal pendiente con un diputado. Se exaltaba a veces; adjetivaba. acremente, con el mismo acento que si ya fuera a reñir. Luego se retrotraia a un tono más suave y luego sute bía otra vez, esculpiendo en hierro ardiente cada concepto.
De pronto se volvía a mí, como si yo fuera un interlocutor. Yo no pestañeaba siquiera. Ceballos apenas dejaba ir un monusilabo de aprobación. El poeta glorioso peruano que, ahora sin derosisimo, me hacian sentirlo par ni émulo, asume el señorio. como hasta hoy lo sientode la lírica española.
un ser extraordinario. Nadie era para mi lo que él. no sabia como hacer para Hace veinte y cinco anos, verle. Habia llegado a México llegaba yo, por primera vez, de esos días, de su florido retraila quieta curiosidad de mi pro miento de Jalapa, llevado por vincia a la rutilante capital. la agitación política que comenBusqué, ávido, a los grandes zaba a urdir la última reehombres, vistos como en sueños, lección del general Diaz. a través de los libros y los supe que habitaba en el Hotel periódicos. Ningún muchacho, Iturbide, entonces centro de los provinciano y escritor, ha de personajes que venían de los jado de sentir esa impaciencia. Estados. Rondaba yo los correFuí a buscarlos a los cenáculos, dores del hotel, me estacionaba a las redacciones, a los cafés, en las puertas, le acechaba a a sus casas. Unos correspon las horas de las comidas. No dieron, en lo humano, a mi ilu podía pescarle nunca. Por fin, sión. Otros no. Sobra que lo Ciro Ceballos el vigoroso y diga.
rebelde escritor, supo mi afán Pero mi más irresistible deseo y se ofreció a ser mi padrino.
era ver y hablar a Salvador Según. él era cosa muy simple, Diaz Miron. Mi fantasia, im. Todo sería ir de mañana, a la presionada exaltadamente por hora del desayuno, al cuarto su personalidad y una encen. del poeta. El era llano y bondida devoción por su arte po dadoso. Le gustaba hablar con Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica