182 REPERTORIO AMERICANO Página lírica de María Alicia Domínguez Del libro Música de Siglos. Editorial Tor. Buenos Aires Lámpara de arcilla Sobre el castillo blanco y silencioso en lo más alto de su torre, atisba el alma los caminos polvorosos, mientras todos los sueños de la Vida alzan su coro: Bajo el cielo, en el mar, sobre la selva vuele mi canción fuerte: aunque me vaya y aunque nunca vuelva ino hay muerte!
Mi tierra se haga tierra lentamente olor de montes y segados henos diez siglos hecha polvo por lo menos y floreciente. Hermana, hermana mía. no ves nada. Sí; el cielo entre los árboles frondosos, y el río azul, espejo movedizo, de las nubes que van cubiertas de oro, cantaron aves y en las fuentes blancas agua y viento rimaron su coloquio.
Todo el cielo ardió en luces de Bengala, toda la tierra en flor dijo su elogio.
En el trigo, en la avena y en la rosa todo mi ser de tierra desgranado será oro vivo en una mariposa y amapola de seda en un sembrado. él, que tal vez renacerá alfarero. me alzará greda rosa de un sendero y logrará una lámpara de mi que irradiará en su noche silenciosa con una leve tenuidad de rosa que en voz de fuego cantará: Volvi. Pero el camino, hermana, y el camino?
Nadie trae la frase del reposo el «porque» que abriría al Infinito los horizontes todos?
La clave del Enigma dada en ritmo y en consuelo y en canto luminoso?
Antes que sea tarde, hermana, hermana, avizora el confín. Abre tus ojos. por la torre que rezuma Siglos, sube y baja el acento caviloso: Mientras que mi alma sobre toda Esfera en marcha hacia el inmenso mar Divino y en busca de la eterna primavera ausente del recuerdo, hará camino. Aún no, hermana mia. Aún no. Nadie llega. Quizá es pronto.
Por qué decir: No he de volver a verte?
Mundo del sol, del mar y de la selva.
Aunque me valla y aunque nuca vuelva, no hay muerte.
Cantar de las tres ofrendas místicas Pia distancia «Dios te salve. Dios te guarde. si el alma es inmortal, te vclure yo mismar.
Pía distancia. Cómo te embellece. Cómo te hace de luz en mi ternura!
Por alcanzarte, mi canción es pura, y por ser digna de tu gracia, crece.
Mi corazón se integrará a la cera Fué tierno, suave y triste. Sólo me pesó a mi)
En la llama de un cirio su gracia arderá entera para ti.
Sigues siendo la antorcha que ennoblece mi ascensión dolorosa hacia la altura y el indice brillante que perdura sobre la sombra que en mi mundo, acrece. La ofrenda de la llama! La que el hombre depuso a dioses de distinto nombre, Aunque estoy sola, isola. vas conmigo Como un astro lejano, pero amigo, y el Alba se alza entre tus manos pías.
Algo de mi, hecho savia en los olivos dará su aceite para tus heridas.
En la sombra, como hoy que estamos vivos velaré sobre ti desde otras Vidas. La Ofrenda de los óleos, que es la Unción del Alma frente al cielo en oración! Alguna vez te encontraré, iquién sabe! entonces te dirá mi voz más suave. canté siempre pensando que me oías. Torre antigua en un largo y azul hilo de incienso aromaré impalpable para ti.
Puente irisado, trémulo y suspenso, por el que un dia ascenderás a mi.
Casi como en un cuento de la infancia. Carlos Perrault, tu libro me fué de oro Casi como en la infancia. La ofrenda del perfume! Alma del Todo que se eleva a lo eterno, sobre el lodo. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica