Communism

REPERTORIO AMERICANO 103 se en mar la extrema vanguardia de nuestra literatura: Manuel Maples Arce, inteligencia bravia y contradictoria, hoguera alimentada con todas las combustiones nacionales y extranjeras, sociales y poéticas. Las palpitaciones modernas de Apollinaire a los suprarrealistas, el so. cialismo delirante, los líricos estallidos comunistas, todo mezcla esa, marmita puesta al infrarrojo.
Maples Arce ha bautizado a su movimiento con ese nombre onamotopéyico. El Estridentismor ya su derredor se agrupan unos cuantos jóvenes. Lo cierto es que entre todas las estridencias y desenfa dos que dicen, llegando muchas veces al disparate, hay un anhelo de renovación, una rebeldía hacia el vulgar sentido común, una avidez por encontrar esa nueva dimensión del arte, esa nueva dirección del lenguaje que busca há tantos siglos la poesía. Señorea este empeño el talento gallardo de Maples Arce que ahorcando dolorosamente su sentimiento hace alardes de poderoso e irisado verbalismo: Pez de luna bruñida no se pesca, pescador.
Agua del golfo, la ondulada y fresca, deja que riegue la orilla con amor.
No persigas la forma del lucero, que ni el agua dormida la dará; si él, como un sonámbulo viajero, sólo viene y se va.
Que, pobres, las corrientes y la charca encierran ilusión, y ajenos al peligro de tu barca vienen sueños de luz al corazón.
Con los ojos, ya timidos, escarbas en los mares rebeldes a cincel, y puede correr llanto por tus barbas de serpientes de miel.
El agua misma, la ondulada y fresca, ponga un poco de sol en tu dolor. Pez de luna bruñida no se pesca, pescador!
El otro poeta de los del último barco que con Gorostiza ofrece las mejores garantías de arribar a la madurez gloriosa es Carlos Pellicer y Cámara; con la diferencia de que mientras Gorostiza toca arias con la cuarta cuerda, Pellicer maneja con turbulento desenfado los acordes graves. Entusiasta admirador de la manera de Díaz Mirón y Chocano, ha sufrido los últimos años esa ebriedad continental que el potente y parabólico espiritu, de José Vasconcelos, ha derramado por el espinazo agreste de la América Latina. Pellicer sabe ver y siente muy hondo el ritmo y el color, pero sus visiones sufren en el verso la desproporción de la metáfora sonora, cierto naufragio de la sensibilidad en la paradoja poética. Nadie duda de su definitiva afirmación y mucho se espera de su talento algún dia cultivado.
Preludio Campanas de las ocho y media, campanas nocturnas!
Campanas que parecen de la media noche. Sobre la Catedral sepia y sola, acorde colosal cual de una inmensa ola rompiendo en bronce y en cristal.
Campanas que dicen la grandeza de las noches cristianas, y al pecador activo menguan el impetu lascivo.
Soberbias campanas que a las torres hacen gestos agrietándolas, con sonidos de «te» y «ele. Campanas de las ocho y media que me agrietan el alma, y me precipitan a la catarata de su música magna.
Campanas que son la Catedral derrumbándose en bronce y en cristal.
Ya no anunciáis Virreyes ni Bolívares, ni victorias ni espléndidas llegadas.
Sólo anunciáis, acibares y horas mutiladas.
Campanas de las ocho y media sobre la Catedral de Bogotá nie ponéis el reloj en la Edad Media poniéndome a rezar.
Prisma Yo soy un punto muerto en medio de la hora equidistante al grito náufrago de una estrella.
Un parque de manubrio se engarrota en la sombra, y la luna sin cuerda me oprime en las vidrieras.
Margaritas de orc deshojadas al viento.
La ciudad insurrecta de anuncios luminosos flota en los almanaques, y allá de tarde en tarde, por la calle planchada se desangra un eléctrico.
El insomnio lo mismo que una enredadera, se abraza a los andamios sinoples del telégrafo, y mientras que los ruidos descerrajan las puertas, la noche ha enflaquecido lamiendo su recuerdo.
El silencio amarillo suena sobre mis ojos prismal, diáfana mia, para sentirlo todo!
Yo departi sus manos, pero en aquella hora gris de las estaciones, sus palabras mojadas se me echaron al cuello y una locomotora sedienta de kilómetros la arrancó de mis brazos.
Hoy suenan sus palabras más heladas que nunca. la locura de Edison a manos de la lluvia!
El cielo es un obstáculo para el hotel inverso refractado en las lunas sombrias de los espejos; los violines se suben como la champaña, y mientras las ojeras sondean la madrugada el invierno huesoso tirita en los percheros.
Mis nervios se derraman.
La estrella del recuerdo naufraga en el agua del silencio.
Tú y yo coincidimos en la noche terrible, meditación temática deshojada en jardines.
Locomotoras, gritos, arsenales, telégrafos.
El amor y la vida son hoy sindicalistas, y todo se dilata en circulos concéntricos. Termina en la página 100)
Cerramos este largo ciclo, que tantas penosas omisiones ha tenido, con el jefe de lo que podríamos lla Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica