REPERTORIO AMERICANO 223 Este, viniendo hacia ella, traía una claridad.
Toda la ciudad entonces se aquieto, toda la ciudad estaba regocijada y humillada en dul zura de silencio. Toda la ciudad de Magdala, con sus huertos y sus viñedos, era humilde a los pies de Jesús. la mujer magdalena le siguió, y fue amiga de Salomé, de Susana y de las otras, y lloraba su culpa. Pero en su alma nacia una planta nueva, nutrida con agua viva.
Algunos de los discípulos de Jesús le aborrecian secretamente. muchas gentes de Judea murmuraban. El Mesias no hubiera puesto a esta mujer por encima de los principes de la Sinagoga. no creían en EI, a pesar de sus milagros. Los que habian sido sus amantes, buscándola se acercaban a ella, curiosos de saber si fingiria desconocerlos, o si los miraria con aborrecimiento, Pero Maria Magdalena les miraba el alma. como ellos advertían en su semblante otro semblante, la desconocial, y no podian sus bocas decir las palabras que habían meditado. ella entendia la palabra del Maestro inejor que Marcos el publicano, y que Pedro mismo. Cuando predicaba entre la multitud, El miraba la humildad de Maria Magdalena, que le escuchaba cubierto el rostro con los cabellos, y llorando, y sintiendo una nccesidad de ángeles.
VII La mujer adultera Nunca tenía el Maestro senteucia de condenación, ni de severidad, para las mujeres menospreciadas por los hombres. Su palabra heria, como azote de cuerdas, los corazones empedernidos por el orgullo, y a los injustos, y a los que tenian vanagloria de virtudęs, blancura de sus sepulcros. Pero blando era para las mujeres que traian ensueño en los ojos y ternura de alma, aun cuando las encontrase caminando envueltas en sombra de pecado. Para perdonarlas se rompian entonces en sus manos de piedad las veneradas Tablas de Moisés, viejas de siglos.
Estaba solo, bajo el arco de Salomón, cuando le trajeron a la mujer adultera. Caminaba ella con la túnica desgarrada y sin sandalias, llena de pánico, como la oveja cuando ve brillar la cuchilla del carnicero.
Caminaba cubriendo su rostro con las manos, empujada por los hombres. se arro.
dilló para morir por el golpe de las piedras, que le abrirían las carnes. En los hombres que la empujaban habia sana, y odio, y.
grande orgullo, asimismo, porque cumplian la ley. Como lobos eran sus almas fieras. venían henchidos de malicia, porque conocían la dulzura de Jesus, y se dijeron. Si éste la absuelve, pecará. Hablaron, pues, a Jesús. Esta mujer ha sido tomada en el mismo hecho, cometiendo adulterio. En la ley de Moisés se nos manda apedrear a las tales.
Tú, pues. qué dices?
Jesús, entendiendo la malicia, se turbó.
Porque no quería condenar a la mujer que gemia pregustando las angustias de la muertc. Antes bien, sentia gran piedad y desco Estaba todavia suplicando cuando un sirde ampararla, y también odio contra los viente llegó corriendo a decirle: malévolos que habían alzado piedras para Ha muerto tu hija, no des trabajo al matarla.
Maestro. he aqui que los lobos eran los jueces. Pero Jesiis dejó la multitud y cutró en la aunque Jesús hubiese apartado de si la casa suntuosa de Jairo. no dejó entrar a copa de amor terrenal, conocia cl perdón nadie consigo, sino a Pedro, y a Juan, y a para los extraviados por ebriedad de la Jacobo. El padre y la madre de la mioza carne y por caimientos de alma. Látigo de lloraban. empezaron a llorar también los cuerdas tenia para los duros de corazón y tres discípulos de Jestis, por la juventud y la para los orgullosos de su virtud, que mata belleza de la hija de Jairo.
ban a la adúltera, aguardando premio de luego todos se maravillaron, porque Dios.
dijo Jesús: como ellos tornasen interrogarle, Je No lloréis; no ha muerto, duerinc.
sús, inclinándose, escribía en la ticrra con Sc maravillaban de que Jesús 110 cono. el dedo, sin responderles.
ciese que estaba mucrta. algunos çuPero ellos insistian, acosándole.
tre si se burlaban. he aqui que Jesús, enderezándose, les Pero Jesus se acercó al lecho y miró la, dijo. El que de vosotros esté sin pecado, rigidez y belleza de la pequeña muerta.
que arroje la primera piedra. mientras lloraban todos. sono. Su espiritu Entonces todos, desde el más viejo hasta se acordaba, por la hija de Jairo, de los el más jóven, avergonzados, sc marcharon lirios vestidos más finamente que Salomóni del Templo. detrás de cllos se marchó en la magnificencia de su gloria. vió que también un hombre que no había alzado la muerte no habia tocado la hermosura con piedras, y era. el marido de la adúltera. Es que la había vestido Dios.
te iba con gratitud para el Maestro, por Jesús dejó de sonar, y tomando la mahaber jibrado de la muerte a su mujer: no de la mioza muerta, le dijo. Levántato. Jesús, viéndola sola, le preguntó. Dón, el lirio se incorporó y vivió.
de están los que te acusaban. Ninguno to ha condenado. ella dijo. Señor, ninguno. Ni yo te condeno; ve, y no peques más.
Ungido con lágrimas y nardo Jesús se quedó solo, con un deseo de para la sepultura llanto. Porque el dolor y el pecado de La lura de las tinieblas estaba cerca de aquella mujer le ataban a la tierra.
Cristo cuando el farisco Simón le convido La adultera, marchándose, pensaba en el hombre que la había librado de los lobos.
a banquete en su casa. Manjares y vino entrando en su casa, aguardó que llegase puso delante de El, y le hizo servir como su marido. Pero no temía su enojo, ni su a hombre rico. Pero no le dió beso de biensana. Antes bien, salió a recibirlo con júbilo, venida, ni agua para los pies.
como si no hubiese cometido adulterio. PorY una mujer, cuando estuvieron todos senitados a la mesa, una inujer que había sido que un espiritu le hizo hablar a su marido, pecadora en la ciudad, entró trayendo un y repetirle las palabras que le había dicho alabastro lleno de ungüento de nardo liquiJesús.
El júbilo le hacía sonreir y exclamar: do, de gran precio. arrodillándose detrás de Jesús rompi el alabastro, y comenzo a. Ha perdonado mi falta. Ha perdonado mi Horar, y a limpiarle con lágrimas los pies, falta. el marido se maravilló, sintiendo que y a ungirlos con el ungüento precioso. Los en su casa, citristecida por el adulterio, ungia con el ungiiento y los besaba. el fariseo Simón peusaba entre si, por nacia una claridad. la claridad le entraba a entrambos en el corazón.
Jesus. Si fueses profeta conocerias que csta mujer es pecadora y la echarias de ti. Pero Jesus, leyendo su idea, le recrimini, VI contándole la parábola de los dos deudores La hija de Jairo y poniendo sobre su virtud y su vanagloria el amor de la pecadora.
Cuando Jairo, principe de la Sinagoga, cuando ella hubo ungido los pies de conoció que su hija única moria, desechó Jesús con el costoso imgüento, se levantó toda la falsa sabiduría con que él y los sin alzar los ojos y sin haber mirado el otros condenaban al Rabbi galileo. Arrojó su semblante del Maestro, porque se creia iu orgullo y su temor al desprecio de los prin digna de mirar al Hijo de Dios. se marchó cipes de la Sinagoga. Corrió a las afueras dejando la casa llena con el olor de nardo de la ciudad, donde Jesús acostumbraba re de Arabia.
cibir las a gentes y predicar. El pueblo se Pero grande amargura entro luego en el apretaba al rededor de Jesús. los discipu corazón de Jesus, porque algunos de sus los, cubiertos de sudor y de polvo, lucha discipulos dijeron. Por qué no se ha venban para contener la multitud.
dido ese ungüento y del dinero se hizo liY he aquí que apareció Jairo, y todos se mosna a los pobres. apartaron. El principe de la Sinagoga se Entonces Jesús les enrostró la sequedad arrodilló, y besando las manos de Jesús le de sus almas, diciéndoles: suplicaba que fuese con él y entrase en su los pobres siempre les tendréis con casa.
vosotros. Pero no a mí. Esta, pues, me ha. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica