REPERTORIO AMERICANO 271 LA EDAD DE ORO Lecturas para niños (Suplemento al Repertorio Americano)
Los nidos Un nido no es más, si se le considera bien, que la seductora mansión que construyen dos aves que se aman para vivir solas y más tarde cuidar, enamoradas, de sus polluelos. Ya sea en lo más escondido del Rosal en flor, ora bajo las amplias hojas del sonoro Plátano, o bien en la espesura del matorral perfumado, aquellas dichosas parejas fabrican sus casitas aéreas con tal arte, con gusto tan delicado, que el Hombre se complace en admirarlas con estremecimientos de anhelo, pero es incapaz de ponderar su mérito. Esos palacios en miniatura, sin sujeción a las leyes del dibujo, de un orden arquitectónico especial y fantástico, son la manifestación explícita de los festivos devaneos característicos de la Naturale.
za, que se enloquece con el Amor, señor de lo creado.
Verdad es que el sentimiento estético no es igualmente refinado en todas las aves, pero eso mismo hace que la variedad casi infinita de sus construcciones proporcione las más gratas sorpresas al hombre contemplativo.
Cada especie de aquella maravillosa clase de animales tiene un estilo propio para fabricar su nido, y en ello se ocupa, cuando llega la época de procrearse, con todas las energias y constancia que tan seria tarea requiere.
Desde el más humilde y primitivo asilo para su prole, hasta el más lujoso y complicado, el pueblo del aire exhibe todas las gradaciones progresivas tendientes a un ideal perfecto.
Veámoslo.
El Avestruz Struthio Camelus de los zoólogosave corredora del Desierto, es el constructor menos artista. Grandullón y desgarbado, es también inhábil y tosco. Llegado el tiempo de la reproducción, cava con sus patas en la arena una cavidad donde deposita sus huevos, que el sol se encarga de incubar mediante una atmósfera caldeada, casi incandescente, pues la madre los abandona y casi siempre los olvida.
El Gorrión americano pajarillo del género Fringilla coloca su nido en medio de las ramas, a modo de una semi esfera de pajas entretejidas cuidadosamente con tallitos flexibles y hierbecillas menudas.
El Mayo Merula maialis común en los alrededores de Medellín, hace el suyo de tierra húmeda entremezclada con briznas de hierba y raicillas fibrosas, el cual se endurece como un cacharro de arcilla. Ha dado el ave ya un paso de progreso en el arte de las construcciones caseras.
Un pajarillo tenuirrostro, verdadera maravilla de la Creación por su belleza, el Colibri del género Trochilus se distingue por el esmero, delicadeza y buen gusto con que edifica su retrete de amor en la extremidad de una hoja oscilante o en la penumbra misteriosa de un ramo florido. Es una copa realzada interiormente con la borra sedosa del Balso o la nivea del Algodonero y que, cuando duerme en ella la pareja de desposados, parece rebosante de piedras preciosas: rubies, topacios, granates, esmeraldas.
Hay pájaros que construyen sus nidos colgantes como hamacas, y se deleitan en dejarse mecer pausadamente durante las noches de luna, soñadores y tranquilos. Uno de ellos es el Turpial de nuestras arboledas Icterus melanopterus el cual suspende su vivienda casi siempre bajo la umbrosa hoja del Banano, entretejida de pajillas finísimas; desde ella deja escapar, en las mañanas serenas, melodías vehementes, de infinita ternura. Otros, son los GulungosCassicus cristatus que forman en los climas cálidos verdaderas colonias, ciudades aerostáticas consistentes en centenares de nidos suspendidos de algún gigantesco Carbonero: desde lejos se les mira en pintoresca agrupación como lámparas que cuelgan del techo de un palacio de hadas montañesas.
Viven en los contornos del Cabo, en Africa, unas avecitas particulares de esa región, que los franceses denominan Republicanos científicamente Loxia socia que fabrican sus casas de un modo excepcional.
Se reunen miles de parejas y, de común acuerdo, eligen un árbol y construyen al rededor de su tronco, con juncos entrelazados de hierbas y de pajas, una especie de parasol, o techumbre en cuya periferia se muestran las puertas de los cuartitos donde mora aquella multitud de demócratas ciudadanos del aire.
Finalmente, es un prodigio de belleza el grácil nido de un pajarillo del Asia, el Sylvia sutoria de los autores. Como le persiguen ordinariamente enemigos voraces y fuertes, le es preciso esconder su habitación a las miradas de aquéllos, ávidas, feroces. Vuela a un Algodonero, recoge cierta cantidad de vello textil; hila una parte, valiéndose de las patas y del pico; con éstos, cose con precisas bastas una hoja resistente con otra adherida a un árbol, y forma asi una especie de cucurucho cuyo fondo rellena con los residuos de algodón. Es un eremo donde podrá entregarse con su amada a los goces intimos de sus etéreas bodas.
Paréceme que este artista volador ha llegado casi al limite del ideal a que aspirarán los arquitectos de la gran nación alada.
JOAQUÍN ANTONIO URIBE (Cuadros de la Naturaleza.
Medellin, Colombia. La fiesta del trigo El rastrojo Las espigas, ya listas para la siega, dan bajo el viento una especie de abejeo sonoro.
El rastrojo, cocido al sol, rescoldo de oro, tiene el color y tiene casi el olor del pan.
La perdiz Alza el canto del surco, convidando en la aurora a la fiesta del trigo. Es Ruth la espigadora.
El pañuelo de moño, el vestidito overo, el pie desnudo, el paso menudito y ligero, llena de gracia simple y esquivez turbadora, sisa a los segadores. Es Ruth la espigadora. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica