318 REPERTORIO AMERICANO olían; després la cabecita de oro huyó de mi por el jardín Horido, ocultose detrás de un sicomoro. quedaron mis manos temblorosas, pries con ellas había retenido un mundo en gestución de bellas cosas!
Enero 1927.
CARLOS Luis SAENZ Heredia Costa Rica.
Hay una perenne y serena alegría le se quiere salir en mis cantos, una gran ternura comprensiva y honda, tal si fuera flotando en los ámbitos un aliento sutil de belleza, una oleada vital de lo Alto, y con mi alma abierta como un ventanal áureo, siento husta la luz que hay en los aires y el mundo todo coino en mi volondo! en vez de cantar elegias a tiempos pasados, y en vez de sentir apagada el alma en los años, bendigo a la vida que quiso darme tantos dones y tantos milagros y pido al Señor de los cielos, hoy, 15 de mayo, que me dé este viyor para siempre y alloque el instinto que puede venirine saltando y me haga digno de vivir la vida celeste Su lado y que no se extinga esta fuente optiinista del ánimo!
Hoy 15 de mayo Para GARCIA MONGE. jucen y optimista siempre.
La vida me ha dado llegar a la cumbre de los treinta años; y frente a mí nismo me interrogo y pienso si fueron vividos o fueron gastados, y hallo que yo todo Horezco en mis anos; siento el alina joven, siento el cuerpo sano y detengo el impetu jovial que me impulsa a ser como un potro nervioso y alado.
ROGELIO SOTELA San José Costa Rica.
LA EDAD DE ORO Lecturas para niños Suplemento al Repertorio Americano)
El reparto de la dádiva Una vez hubo un rey que tenia dos hijos: al mayor lo destinó a reinar y pensó en abdicar en el la corona; al más joven lo envió a la Universidad, para que adquiriera saber, ya que no le había de dejar riqueza. alguna. El herinano mayor vivía en el palacio de su padre, libre de cuidados; pero el más joven, en la Universidad, empleaba mal el dinero que recibia para costear sus estudios. Entonces fué a ver al rey un amigo suyo, el cual había pasado antes por la Universidad y visto que el mancebo no empleaba su tiempo en la ciencia ni en estudios, sino cu cosas malas, y se lo dijo así al rey. el rey hizo llamar al mozo y le preguntó por qué no queria estudiar, y el mozo le respondió que aquello no era propio de él, siendo como era hijo de rey, a lo cual el rey le dijo. Como ves que tu hermano vive alegremente junto a mi, querrías llevar tú la misma vida. Pero has de saber que no puedes hacerlo, porque después de mi muerte, tu hermano, a quien dejo mi reino, tendrá para vivir: pero a ti te he mandado a la Universidad para que cuando yo no exista puedas vaTerte por ti mismo.
No obstante, como el rey conoció que no deseaba aprovechar los estudios de la Universidad sino permanecer, como su hermano, en casa de su padre y no trabajar en nada, le hizo comer a la mesa de los criados.
Entonces el mozo rogó a sus amigos que suplicaran a su padre que volviera a permitirle ir a la Universidad, y los amigos lo hicieron así, y el rey atendió su ruego; pero ya no le dió tanto dinero como antes.
Un día, el rey lo llevó consigo a una cámara donde había varios cofres con su dinero, y le dió la llave de todos ellos y le dijo. Abre el que tú quieras, y lo que encuentres en él te pertenece. abrió uno de los cofres, y había en el veinte florines. y el rey dijo. Por cierto que no recibirás otra cosa de mi. como el principe, mirando, por casualidad, al suelo, descubriera una blança, también se la dió su padre, diciéndole. Toma también esa moneda, y asi tienes veinte florines y una blanca.
El mozo cogió el dinero y se puso en viaje para ir a la Universidad, y por el camino encontró a un hombre que llevaba un cesto a la espalda y le preguntó qué contenia el cesto. Dijole el hombre. Un pez maravilloso, que tiene la cabeza como oro, el cuerpo como plata y verde la cola.
El mancebo hizo que le enseñara el pez, y le preguntó si queria vendérselo. El hombre dijo. Sí. Qué pides por él?
Veinte florines. el mancebo le dió todo el dinero; y de este modo no conservaba ya más que una blanca. mientras el vendedor contaba el dinero, el mozo volvió a colocar el pez en el cesto. Pero cuando cl vendedor vió lo que hacía, le dijo. Te he vendido el pez, pero no el cesto; si.
quieres también el cesto, tienes que pagarme por él.
una blanca, pues, ese es su valor.
El mozo, que vió que no podia llevar el pez sin tener en qué colocarlo, le dió también la blanca, y.
de este modo tuvo ya disipado todo el dinero que su padre le había dado para sus estudios. se cchio a la espalda el cesto con el pez y siguió adelante.
Al cabo de un rato, vió un hermoso castillo, algo apartado del camino, y a un hombre que se cruzó con él le preguntó quién vivia en aquella residencia.
La respuesta fué esta. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica