REPERTORIO AMERICANO LA EDAD DE ORO cuando el viene y adónde él va, a nadie importa, nadie lo sabe. Yo creo que desde el coinienzo de los tiempos, este viejo gigante de nadie ha sido visto.
Lecturas para nifios Lo Vuelve a contar Suplemento al Repertorio Americano) El gigante invisible Habia en un tiempo un gigante. De cómo comenzó su vida nadie lo sabe; aunque sí saben que es él tan viejo como el mundo y de eso están bien seguros.
Nadie lo ha visto, nadie sabe tampoco en donde vive. él viene y va cuando le place pero siempre invisible. Algunas veces, travieso, juguetea levantando los techos de las casas, lanzándolos por el aire como si fueran bolas, después, arrolla las grandes olas elevándolas muy alto y los mejores barcos han sido scpultados en lo más hondo. arrebatados por las bravas y blancas espumas del oceáno.
El tainbien penetra en los bosques y arranca de raiz los grandes árboles poniéndolos unos sobre otros, interceptando el paso con ramas y con hojas. qué asustadas se ponen las gentes cuando en presencia de ellas derriba sus viviendas! huyen para salvar sus vidas y él entonces, sobre sus fuertes alas los eleva alto en el aire y sin piedad los lanza luego contra el suelo. Pero no siempre es cruel, oh, no!
Hallábanse en la calida ciudad unos niños enfermos; todos creían que unorirían y la madre llorando se decía «Si viniera solamente un soplo de aire puro. El gran gigante se apiadó entonces de los pobres pequeños y ansioso por salvarlos, barrió la fresca brisa de los montes, que entró por la ventana abierta y abanicó a los niños mientras dormían.
También había unas semillitas agrupadas eu wa vaina seca. Ustedes no podrán crecer aquí. gritó el gigante, deben ir lejos por el mundo si quieren ser de alguna utilidad. Pero tenemos mietlo. dijeron las tímidas semillas, y el viejo gigante las llevó lejos de su casa a un lugar encantador donde liabía una alfombra de musgo verde y un gran roble cuyas hojas lucían ya los trajes nuevos del otoño.
Cubiertas con suaves mantos grises, las hadas de la lluvia bajaron de los cielos y dijeron. Oh. las pobres cansadas semillitas, dejémoslas reposar» y dulcemente las llevaron a un cómodo lugar para que así pudieran dormir en el blando lecho de suave tierra que la naturaleza había ya preparado para ellas.
Jack Frost las acogió en su seno y las abrigo con una gruesa capa de blanca nieve y ahí durinieron mientras volvió la primavera. Bueno. entonces istedes se encargarán de preguntar al roble lo que les pasó después a aquellas semillitas.
Este gigante también canta y Uds. lo habrán oído muchas veces bramando a través de las copas de los árboley tan fuertemente, que deben de haber sentido iniedo. en las noches de invierno, cuando sentados al rededor del fuego escuchan las historias reales que la abuelita suele contar recordando sus días primaverales, lo han oido también silbar por entre el huequecillo de la llave de la puerta principal; no hay duda que él se sentirá feliz de poder entrar a poner todo en desorden, pero se ha quedado afuera. Cuál es el nombre de este gigante? ustedes preguntarán. El es el Viento.
Muerte de Sócrates. Luego que tomó el baño y se le trajeron sus niños (pues tenía dos hijos pequeños y uno grande. llegaron también a su lado las mujeres de su familia.
Conversó con ellas en presencia de Critón, les hizo las recomendaciones que quiso, lizo luego salir a las mujeres y a los niños, y volvió a entrar donde nosotros estábamos. Era ya casi la hora de ponerse el sol, pues había perinanecido mucho tiempo en el cuarto de baño.
Saliendo de él se sentó, después de lo cual no tuvo modo de conversar mucho, pues se le acercó el servidor de los Once y parándose cerca de él le dijo. Sócrates, creo que no he de reprocharte a ti lo que reprocho otros, que se enojan conmigo y me imaldicen en cuanto les inando por orden de los magistrados que tomen el veneno. He conocido bien en todo el tiempo de tu prisión que tú eres el más valeroso, el más suave y el mejor de los hombres que jamás han estado aquí; y ahora bien sé que no te irritarás. conmigo. sino con aquellos que han causa lo tu desgracia, a quienes tú conoces bien. Ahora ya sabes lo que vine a anunciarte. Adiós, y trata de soportar lo inevitable con la mayor esignación. Al decir esto so volvió y se alejó derra inando lágrimas. Sócrates mirándolo lo dijo. Yo también te doy mi adiós: haremos lo que ordenas. dirigiéndose al punto a nosotros. Cuánta bondad la de este hombre. dijo. durante todo el tiempo se me ha acercado. conversaba a veces conmigo, era el mejor de los hombres: ahorą icon cuánta gene. rosidad me llora! Pero vainos, Critón, obcdezcámosle, tráigame alguien el veneno si está inachacado, y si no, que lo machaque el hombre. Pero, Sócrates, dijo Criton. yo creo que el sol está todavía sobre las montañas y no se ha puesto aún. Además, yo sé que otros han bebido el veneno mucho después de haberselo ordenado, después de haber comido y bebido con exceso. y. haberse entregado a otros placeres. No te aprestưes, pues: hay tiempo todavía. lo cual Sócrates replicó. Su razón tendran. Critón, para obrar así los que tú dices: creerán que ganun algo con hacerlo. pero yo tengo tambión mis razones para no procader del mismo modo: creo que nada adelantaría tardándome unos momentos en tomar la cicuta, fuera de hacerme ridículo a mí misino mostrándome tan apegado al vivir y temiendo a lo que no es nada. Vamos, haz lo que te digo y nada más. esto Critón hizo señal al esclavo que estaba cerca. El esclavo se fué, y después de considerable tiempo volvió con el que debía dar el veneno.
que lo traía machacado en una copa. Al verlo Sócrates le dijo. Ea, amigo mío, dime qué hay que hacer, pues tú sabes estas cosas. Nada más, respondió, que pasearte cuando lo hayas bebido. y cuando ya sientas las piernas pesadas, acostarte: así el veneno obrará por sí mismo. le entregó la copa. Sócrates la tomó, hubieras visto, Echécrates, con cuánta calma, sin temblar, sin demudar la color, sin alterar el semblante!
Según su habitual manera miró al hombre con firmeza.
y le preguntó. Qué dices de hacer una libación con esta bebida. Es permitido o no. Sócrates, le contestó, nosotros machacamos tan sólo lo que creeinos suficiente. Comprendo, dijo Sócrates, pero al menos debe ser permitido y conveniente pedir a los dioses. Jack Front: espiritu le lu nieve. Iuvierno. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica