REPERTORIO AMERICANO 333 del profundo jardín por las laderas o te adormezcas bajo las palmeras, mientras juegn a tus pies león familiar.
Bato la puerta a golpes, y al llamado. Al vagabundo, al desheredado, abrios presto, puertas de oro! Las puertas de oro se abren con fragor; mas está lleno sólo de negror, silencio, oscuridad, y nada más.
Idilio ¡Despierta. Es tiempo. El sol está alto y (pleno y ahuyentó ya las larvas tumulares. Para surgir del fondo de los mares un signo espera el mundo entre su seno. Escucha. Es la gran voz de las naciones. Cantos de tus hermanos. Son canciones de guerra. De arrebato es el fragor. Yérguete, pues, soldado del futuro. De los rayos de luz del sueño puro haz lanza de combate, sonarlor!
Cuando nos vamos juntos, manos dadas, a los valles, por lirios y honinas, y escalaunos de un soplo las colinas del rocio nocturno aún orvalladas; o junto al mar, desde las empinadas tierras, vemos las nubes vespertinas, que parecen fantásticas ruïnas, lejos. al horizonte ainontonadas.
Mors. amor LUIS DE MAGALHAES)
Cuántas veces, de súbito, enmudeces, no sé qué luz en tu mirar fluctúa. siento temblar tu mano, y palideces.
Var y viento murmuran oraciones y la poesía de todo se insinúa, lenta. amorosa, en nuestros corazones. una mujer Para tristezas y dolor naciste.
Tal vez pudo el destino haberte hecho la cuna cerca de algún regio lecho en vez de este arenal donde creciste.
Podia abrirte las flores con que viste a las felices y sobre ese pecho, hacerte. lo que el Hado siempre ha hecho. Tendrías siempre la suerte que tuviste!
Tenías que ser así. Tus ojos quietos que no son de este mundo, donde se leen tristes, profundísimos secretos.
Tu rara voz y ese aire distraído.
Todo, me dice ciertamente que para esto no inás habías nacido. Ese negro corcel, cuyas pisadas escucho en sueños, que se ne uparece galopando en la sombra que oscurece la noche, en las fantásticas estradas, qué regiones, terribles y sagradas, cruzó, que a nuestros ojos aparece tenebroso y sublime, y le estremece no sé qué horror las crines agitadas. Un caballero de expresión pujante, plácido, forinidablemente fuerte, vestido de arniaduru deslumbrante, Madre Madre, que aduerma este vivir dolido, y me vele esta noche de tal frío y ate, con manos buenas, este mio sobre existir, que está medio partido, que me lleve consigo, adormecido. pasar por el sitio más sombrio y bañe y lave mi alma allá en el rio de clara luz de su mirar querido.
Diera mi orgullo de hombre y también diera mi estéril ciencia, y de ternura lleno, una débil criatura me volviera, descuidada, feliz, dócil sería, si pudiese dormir sobre tu seno, si tú fueses, querida, madre mia.
monta la fiera extraña sin temor, y el corcel negro, dice. Soy la Muerte! dice el caballero. Yo el Amor. Diálogo La cruz dijo a la tierra en que asentaba, al valle oscuro, al monte, de este modo. Qué eres tú? Abismo donde todo vive en dolor y en lucha ciega brava.
Siempre en trabajo, condenada esclava. Qué haces de bueno y grande, di? Con todo resignada, eres sólo informe lodo; y rebelde, eres fuego, hórrida lava.
Mas, a mí. cuál es la alta libre sierra que, me puede igualar? Amor, firmeza. Eso soy yo. la paz. tú eres la guerra. Soy espíritu y luz. Tú la tristeza. Oh, lodo oscuro y vil! Pero la tierra respondió. Cruz, soy la Naturaleza!
Anima mea La Muerte estaba en pie; allí, delante, si, delante de iní, como serpiente que durmiese en la senda y. de repente se irguiese bajo el pie del caminante. Era de ver la fúnebre bacante!
Torvo el mirar, el gesto de demente.
Yo le dije. Qué buscas, impudente, hambrienta loba, por el inundo, errante. No temas. respondió, y una ironia rara y atroz, siniestramente, en calına, con crueldad le torció la boca fria. Yo no busco tu cuerpo. respondió. Tu cuerpo es demasiado. Busco tu alma!
Más luz (A GUILHERME DE AZEVEDO. En la capilla En la capilla, oculta entre el umbrio follaje, el Cristo, al fondo, agonizaba. Oh, cómo intimamente se casaba el dolor de la imagen con el mío!
Hijos ambos de amor, miraje igual, nos rozó por la frente que escaldaba, y la mano que afecto enmascaraba nos dió suplicio con traición igual. ahora, en la paz que la floresta daba, mientras la sombra triste se infiltraba, vencidos, ambos, mártires del hado, nos mirábamos mudos. Pena igual. ni de los dos sabré deciros cuál más pálido, más triste, más cansado. Mi alma. hace ya tiempo que murió!
Amen la oscuridad los crapulosos, los que sueñan vestales imposibles, los que se inclinan iudos e impasibles a sondear los abismos silenciosos.
Tú, luna, con tus rayos vaporosos, cúbrelos, tápalos, hazlos insensibles a los vicios que son inextinguibles y a los largos cuidados dolorosos.
Amaré yo la santa madrugada, y el medio día en fuerte vida birviendo, la tarde rumorosa y reposada.
Viva y trabaje en plena luz y muera después, inirando el claro sol. viendo el claro amigo de los héroes, muera!
Espectros Eepectros que veláis al tiempo justo en que aduermo un momento, e inclinados sobre inis sienos cortos y cansados, llenáis mis noches de agonía y susto. De qué me vale a mí ser puro y justo y entre combates, siempre renovados, disputar al einpeño de los Hados una parcela del saber augusto, un poeta El palacio de la ventura Sueño que soy un caballero andante por el desierto, el sol, la noche oscura. Paladin del amor, busco anhelante el palacio idea de la Ventura!
Mas ya desniaya, exhausto y vacilante, rota la espalla, rota la armadura.
Cuando lo veo, do pronto, fulgurante, en su pompa y aérea hermosura. Surge et ambula)
Tú, que duermes, espíritu sereno a la sombra de cedros seculares como un levita al pie de los altares, lejos de lucha y de fragor terreno.
si siempre sobre mi alma he de ver esos ojos malditos, trágicos, obsesos. Si hasta dorinido, llenos de ansiedad, os siento en pie al borde de mi lechio, una a una goteándome en el pecho las lágrimas de la incredulidad. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica