REPERTORIO AMERICANO 219.
todo bañado en la luz fria de yo, y que si queria venderle el estaba iluminada débilmente. La mujer, acurrucada en la la luna.
cordero. Vamos dijo don Pancho. cama, miraba con curiosidad y Uno de los hombres apartó Se enojó entonces don Dioni alzó su carabina. El huaso temor a los dos hombres; suiscon su mano la bufanda que le sio y mandó al diablo al chi Blanco Encalada, cogiendo la piraba de rato en rato y decía: llegaba casi hasta los ojos, y quillo, diciéndole que si no se manilla del pica porte, dió vuelta. Ay, Dios mío!
dijo: iba tan pronto lo iba a agarrar y empujó. Se abrió la puerta. Ni Transcurrió un largo rato. El No te dn gusto, huaso, ver a pencazos. Entonces Juanito inna voz, ni un grito. El huaso, silencio, pesado ya, continuaba el campo?
le dijo: poniéndose de rodillas en el um dominando. Los hombres, sin Gusto me da, Pancho res Vandó decir don Pancho bral, asomó su cabeza por la par. cambiar de postura, guardaban pondió el otro.
que él iba a venir a buscar uno. te inferior de la puerta. Nadie.
la misma actitud de escucha y Galopemos un poco. Don Pancho. Qué don Entraron y se encontraron espera. La mujer seguía suspi Bueno, Pancho.
Pancho?
en una gran pieza, llena de rando.
Se colgaron al hombro las Don Panclo el Largo, pa muebles, ilumipada apenas por El huaso, por debajo del ala carabinas recortadas que traían trón.
una vela que ardía en una pal. obscura de su sombrero, miraba atravesadas en la montura y. Era don Pancho el Largo matoria colocada en una mesi furtivamente a la mujer, admilanzaron los caballos galope. el que estuvo aquí?
lla de noche.
rando su hermoso y fino rostro.
Las sombras corrieron rápida Sí, patrón.
Al lado de esta mesilla había En toda su dura vida de salmente detrás, y ellos, levantan Se fué Juanito. El patrón lo una ancha cama, y en ella, teador no recordaba haber visto do las obscuras cabezas, dejaron llamó. gritándole que se llevara tendida de espaldas, una mujer tan cerca de él y tan a merced que el aire hela. lo de la carrera el cordero, pero el chiquillo no dormía plácidamente. El huaso, de él una mujer tan linda. Le les refrescara los rostros. volvió. En la noche fuí yo con en puntillas, se acercó a mi habria bastado dar os pasos Galoparon durante un largo dos más; matamos diez corderos Tarla. Era una joven y hermosa y estirar la mano para tocar rato, contentos de, encontrarse y nos llevamos uno. Qué te mujer, muy blanca, con el pelo con sus dedos, que ahora estaen la soledad del campo, lejos parece?
negro. Su pecho, alto y amplio, ban acariciando la caja de la de la ciudad, libres, sin temer. Buena cosa de diablos gran subía y bajaba rítmicamente carabina, aquellos hombros tan a la policia ni a nadie. En su des!
con la respiración. Ignorante redondos y blancos y aquel roscarrera encontraron varias caY el huaso Blanco Encalada de la presència de aquellos dos tro que surgia de entre las alrretas cargadas de verduras lanzó una carcajada que espan hombres que la miraban en mohadas como una flor. Tal vez que marchaban perezosamente tó a los caballos.
silencio, dormía plácidamente. lo habría hecho, más por cuhacia la ciudad. Los carreteros. Cállate, salvaje!
De pronto, y debido tal vez al riosidad que por otra cosa, si sentados sobre el yugo de la En ese momento, cien pasos aire frío que entraba por la frente él, afirinado en la yunta delantera, abrigados en adelante, una sombra apareció puerta, la mujer despertó. Viro puerta y con la carabina al sus nantas, miraban pasar, en el camino y avanzó rápida. en derredor, y viendo a los dos brazo, no hubiera estado Panasombrados, aquellos dos faninente hacia ellos.
desconocidos, se sentó en la cho el Largo. Pancho no admi. tasmas obscuros que galopaban Despacio.
cama y preguntó, asustada: tía bromas en ese sentido. Ya bajo la luz de la luna llena de Un agudo silencio se escuchó. Quienes son ustedes? lo sabían los que merodeaban. junio.
Pararon los caballos. La sombra No se asuste, señora con con él. Por causa de ello, aún Aminoraron después la carre marchaba a prisa. Cuando esti. testó Pancho cerrando la puer siendo inocente, había estado ra, volviendo a marchar al pa vo cerca, don. Pancho gritó: ta. Somos salteadores y venimos una vez condenado a inuerte, y so. Apareció un pequeño fundo. Eres tú, Juanito?
a buscar plata.
le bastaba con esa vez.
Algunos perros ladraron. Yo soy, don Pancho. Ay, por Dios, no me hagan Indiferente a la hermosura Ladren no más. Enojado El recién llegado era un mu nada. gritó la mujer.
de la mujer, con sus sentidos conmigo debe de estar don Dio chacho de unos dieciocho años. No tenga miedo, señora; no puestos en la escucha, Pancho nisio.
alto y delgado. Aprendiz de le vamos a hacer nada.
miraba la llamita vacilante do. Qué le has hecho?
salteador. Usted no tiene dinero aquí? la vela y pestañeaba rápida Le robé un cordero y le. Qué hubo. No, señor; lo tiene todo mi mente. No había ni fumado, maté diez. El patrón no ha llegado marido.
casi ni se movía y respiraba. Por qué?
todavía. Está la señora sola y No me mienta, señora.
silenciosamente. Porque no quiso venderme el mozo anda con el patrón. No le miento, caballero. Hasta cuándo, vida mía!
uno. Estábamos de fiesta donde Bueno, sube.
contestó la mujer, atribulada. dijo en voz baja, impaciente, mi comadre Chepa Sarmiento Subió el inuchaclio al anca Si quiere, registre los muebles.
el luaso.
y se nos antojó comer un asado del caballo de Pancho y rea Hum! Esperaremos a Cállate!
grande. Vine donde don Dioni nudaron la marcha.
marido.
Un galope se sintió en el cesio y me cansé de rogarle que Pocos minutos después pasa. No. dijo la mujer. Vá mino. Una piedra rebotó en el me vendiera un corderito. No ron ante una casa rodeada de yanse! Si mi marido los entecho de la casa.
quiso. Le ofrecí pagarle el do una verja y cien pasos más allá cuentra aquí les va a pegar a Alí está, huaso. Cuidado!
ble de lo que me pidiera. Tamse. detuvieron.
los dos. jAy, Dios mío! gritó la poco quiso. Le pregunté por. Aqui es. No importa, señora mujer.
qué y me contestó que no ven Bájense. El muchacho se ocul testó don Pancho, sonriendo. Callese, señora musitó, día de a in cordero solo y que, to con los caballos en un grupo nosotros nos gusta entender Pancho. Si no quiere que a su además, era muy tarde para de árboles y Pancho el Largo nos con los hombres.
marido le pase algo, quédese vender nada. Le propuse ir a y el huaso Blanco Encalada Todo quedó en silencio. Pan calladita.
buscarlo yo misino para que no volvieron sobre sus pasos hasta cho el Largo, afirinado en la Se retiró al rincón más obsse molestara y entonces me dijo llegar frente a la casa. El huaso puerta, escuchaba, y el huaso curo de la pieza y el huaso se que me mandara a cambiar si se acercó a la puertecilla de la Blanco Encalada. parado a los colocó de modo que al abrirse no queria que me sacara a em verja, busco a tientas el pasa pies de la cama, fumaba tranla puerta él quelase escondido pujones. Ve fui, pero al poco dor y abrió suavemente. quilamente. La vela ardía, alum detrás.
rato mandé a Juanito con un Entraron a un pequeño jar brando con su llan a vacilante El galope, que había ido sinrecado para don Dionisio. Jua din. Se acercarou a la puerta la mitad de la pieza. El resto. tiéndose cada vez más cerca, nito le dijo que iba inandado y escucharon. No se sentia el quedaba sumido en una suave remató frente a la casa. Se sinpor mí, sin decirle quién era más leve ruido. La ventana penumbra.
tieron voces de hombres y luego Su con Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica