REPERTORIO AMERICANO 155 roque todos la vieran. pero aún me resta ron hacia los cubiles de roca del acantila al que Koolau ocupaba. Entonces, sin deuna articulación del pulgar para tirar del do. Koolau permaneció inmóvil, con el jarse ver y oculto entre la maraña de la gatillo tan firmemente como antaño. Aina fusil entre las piernas, sentado al claro de vegetación, habló y dijo: mos nuestra tierra de Kauai que nos vió luna, mientras que contemplaba la ribera. quién buscáis?
nacer. Aquí hemos de permanecer, vivos o lejana del océano, donde atracaban los bo Koolau el leproso replicó el jefe de muertos, pero jamás iremos a la prisión tes de los soldados.
la policia indígena.
de Molokai. No es nuestra la enfermedad.
Indudablemente kabían acertado en bus. Retrocede o te inato. añadió Koolau No hemos pecado. Los hombres blancos que car el refugio que la cumbre del valle del por toda respuesta, conociendo como conopredicaban la palabra divina, los que proKalalau les ofrecía, porque, con excepción cía muy bien al representante de la autoclamaban las excelencias del ron, trajeron de Kiloliana, que conocía al dedillo los ridad, cuyo acoso le había obligado a salir las enfermedades con los esclavos chinos cortantes senderos que se alzaban por la de Niihau.
que trabajaban en las tierras inicuamente parte posterior entre precipicios, no había La persecución de aquel hombre le hizo robadas. Yo he sido juez; conozco la ley y nadie que pidiera ascender a la vertigino cruzar Kauai y refugiarse en el valle de la justicia, y sé que no es justo robarle a sa garganta sin atravesar la cretsa de un Kalalau, de donde también hubo de huir un hombre su tierra, hacerle enfermar con cerro, afilada como la hoja de un cuchillo. hasta la garganta de la serranin, la peste china y encarcelarlo luego para Tendría aquella difícil senda tajada unos. Quién eres? preguntó el sheriff.
toda la vida.
ciento cincuenta metros de longitud y no. Koolau el leproso. La vida es breve, y los días vienen más de un pie de anchura. uno y otro Entrégate. Por ti hemos venido. Han preñados de amargura añadió Koolau lado se abría el abismo como un gran puesto precio a tu cabeza y ofrecen mil Bebamos y dancemos, pues, para gozar de bostezo. El mis leve resbalón era la muerte dólares a quien te presente vivo o muerto.
toda la felicidad que la vida quiera depainevitable. Al lado de acá del cerro se Rindete. No hay esperanza para ti. al nos.
ofrecía a la vista el panorama de un ver koolau, oculto entre las breñas, replicó Sacaron de una cueva vecina algunas dadero paraíso terrenal. Un mar de vege a tales palabras con una carcajada sonora.
calabazas llenas hasta rebosar del jugo arción cubría la tierra, desparra mándose como. Entrégate. ordenó imperiosamente el diente que se extrae de las raíces del árbol alborotado oleaje sobre los muros sherift, obteniendo el silencio por toda resti. Fueron pasando de mano en mano y de queños, para desplomarse desde el borde puesta.
boca en boca hasta que el fuego liquido de de los acantilados como catarata de gran Entonces conferenció con los policías, la ardorosa bebida, embringándoles piadodes enredaderas y romperse en la espuma que se a prestaron a caer sobre el leproso.
samente, les hizo olvidarse de que un de enormes helechos y aéreos árboles que Koolau lo comprendió todo.
tiempo fueran seres humanos, convertidos brotaban de las infinitas grietas y junturas Koolau! gritó el sheriff Koolau!
hoy en monstruos de la Naturaleza. La de las peñas.
Voy a cruzar el paso para detenerte.
mujer ciega, que goteaba lágrimas abrasa Koolau y su pueblo habían tenido que Entonces mira bien al sol, mira bien doras por las vacías órbitas de los perdidos luchar, durante muchos meses de su reinaal mar y al cielo, míralo bien, porque no ojos, estremecida tal vez por la vibración nado, contra aquel mar de vegetación, para los volverás a contemplar jamás.
de la vida, pulsó las cuerdas de un ukulele librar los bananeros, naranjos y mangos Bien está, Koolau dijo el sheriti afec. prorrumpió en bárbara canción de silvestres del torrente invasor y asfixiante tuosamente. Ya sé que tienes buena punamor, tal como las que un dia surgieran de la selva salvaje. Crecia esponténeamen tería, que te ofrezco un blanco seguro; pero de las tenebrosas honduras de las selvas te el arrurruz en pequeños claros del bos sé también que no serás capaz de disparar.
virgenes del mundo primitivo. El aire que; sobre las terrazas de los roquedales, Yo nunca te hice daño alguno.
parecía conmoverse ante el grito de donde se descubrían algunos surcos de Koolau replicó con un gruñido.
amor, blandamente, seductoramente, suge arado, había pequeñas parcelas de taros y. Tú sabes que nunca te quise hacer ridoramente, y Kiloliana, ajustándose al melones, y los papaius, cargados con la ningún daño. Tú lo sabes insistió el sheriff.
ritmo del canto, bailaba sobre una esterilla ofrenda de sus frutos de oro, crecían don No; pero quieres llevarme al presilio.
la danza extraña e incoin prensible del país, dequiera que la selva dejara penetrar un Esto no es ningún mal. verdad? Vienes cuyos movimientos semejan caricias, seducrayo de sol.
buscar los mil dólares que vale mi cabeza.
ciones y amor. su lado y sobre la misma Koolau se había visto forzado a retirarEsto es tampoco hacerme daño. replicó esterilla, danzaba también una mujer de se del valle inferior, próximo a la ribera con sorna el leproso. Si quieres consercarnosa espalda y abundantes senos, que del mar, acogiéndose a este refugio inac var el pellejo, no avances más.
parecían dar el mentís al rostro corroido cesible, y si de nuevo le obligaran a retro Tengo que cruzar el paso para detepor la lepra. Era la danza de la vida mo cedler, ya sabía él de ocultos cañones y nerte en nombre de la ley. Lo siento Kooribunda. Los cuerpos en desintegración gargantas, fortalezas naturales escondidas lau, pero mi deber lo manda.
sentían el estremecimiento de la vida que en la espesura de los agrestes picachos del No pasarás. Piensa que vas a morir.
aún amaba, y añoraba y sentía deseos ine interior, donde su pueblo pudiera acogerse Era el sheriff hombre bravo y osado, pero fables. una y otra vez, aquella mujer y vivir libremente. Antes de que ameneno pudo por menos de vacilar. Contemplaciega, de cuyas vacías órbitas poteaban ciera se había arrastrado hasta el borde ron sus ojos el abismo negro y profundo lágrimas de fuego, levantaba su grito de de la senda tajada, y allí, por lo pronto, que por ambos lados le amenazaba, y luego amor, hecho música, y los danzarines del yacía sentado junto a su fusil, escudrise detuvo mirar el paso cortante y afilaamor continuaban sus ritmos bajo el inan ñando a través de la enmarañada celosía do como la hoja de un cuchillo. El sherift to protector de la noche tibia, y las del ramaje a los soldados que desembar.
meditó unos momentos. Después, hecho el calabazas rebozantes del líquido embria caban en la playa. Observó los largos fu. ánimo a todo, exclamo: gador seguían pasando de boca en boca, siles que relampagueaban como espejos a. Koolau!
hasta poblar los cerebros de capricho la luz del sol naciente. veía que una Pero de la marana del bosque no brotó sos deseos y recuerdos extravagantes. So fila de hombres, como minúsculas manchas réplica alguna. Sólo el silencio.
bre la misma esterilla, junto a Kililiana lejanas, iban trepando a lo largo del atajo Koolau, te ruego que no dispares today la gruesa mujer, danzaba una jovencita que conducía al dificil paso, cortante como via. Espera un momento.
esbelta, de ágil figura virginal y de bello el filo de un cuchillo. Según se acercaban, El sheriff volvió al lado de los policias, e inmaculado rostro. Sus retorcidos brazos, se les percibía más clara y distintamente, dióles algunas órdenes y regreso de nuevo que levantaba rítmicamente en el curso y Koolau se dio cuenta de que no eran hacia el sendero de la muerte. Avanzabal de la danza, mostraban la huella fatal de sino individuos de la policía. Los soldados lentamente, coino si caminara sobre una la enfermedad implacable. Los dos idiotas entrarían en juego más tarde, cuando la maroma tensa, sin más apoyo que el aire gesticulaban y emitían descompuestos y policia hubiera fracasado.
intangible. La roca de lava se desmigajaba extraños gruñidos, y bailaban separados Koolau pasó la retorcida mano acariciabajo sus pies y los cantos desmoronados de todos una parolia grotesca, fantástica dora por el cañón del fusil y se aseguró se desprendían a uno y otro lado de la y torturadora que quisiera ser: danza de de que la mira estaba en condiciones. Diessenda, sumergiéndose en las profundidades amor. También la vida había hecho de tro cazador de los salvajes rebaños de de las escarpadas simas. Resplandecía el ellos una parodia cruel y grotesca que Niihau, había conseguido gran prestigio de sol sobre la frente del sheriff y griesas quisiera ser humana.
tirador en la isla. Esperó a que se aproxigotas de sudor bañaban su rostro. siguió De súbito, detuvo la ciega su cántico de maran las minúsculas figuras de los poli avanzando hasta llegar a la initad de la amor, los bebe. lores apartaron de los lasenda tajada.
cias que se arrastraban trabajosamente bios las calabazas y cesaron en sus danzas sobre la senda, agrandándose poco a poco. Alto! gritó entonces Koolau desde las los bailarines. Volvieron todos su atención Calculaba mientras tanto las distancias, matas salvajes que le ocultaban. Un solo hacia el profundo abismo que les separa consideraba la desviación que al cortar paso y eres hombre muerto.
ba del mar. Un cohete luminoso rasgo, perpendicularmente la línea de fuego pu El sherift se detuvo, balanceándose para como pálido fantasma de la noche, el aire diera producir el viento, se imaginaba guardar el equilibrio. Estaba suspendido tibio bañado en el resplandor de la luna. los probables blancos que haría disparando sobre el vacío, pálido el rostro; pero los Son los soldados dijo Koolau Vana sobre objetos tan lejanos y por bajo de su ojos firmes y determinados. Lainiose los na comenzará la lucha. Conviene dormir y nivel. Pero no rompió el fuego ni reveló, secos labios antes de contestar; luego dijo: prepararse.
su presencia hasta que los policías alcan Koolau, tú no eres capaz sle disparar, Obedecieron los leprosos y se arrastra zuron el extremo de la senda tajada, opuesto lo sé. Coufío en ello. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica