REPERTORIO AMERICANO 05. Qué hay! contestaron ellos. No lo sacan. No. Hasta mañana, entonces. Hasta cuando quieran. el bote volvió al vapor, mientras los yacarés, locos de contento, daban tremendos colazos en el agua. Ningún vapor iba a pasar por allí, y siempre, siempre habría pescados, Pero al día siguiente volvió el vapor, y cuande los yacarés miraron el buque, quedaron mudos do asombro: ya no era el mismo buque. Era otro, un buque de color ratón, mucho más grande que el otro. Qué nuevo vapor era ese. Ese también quería pasar?
No iba a pasar, no. Ni ése, ni otro, ni ningún otro. No, no va a pasar! gritaron los yacarés, lanzándose al dique, cada cual a su puesto entre los troncos.
El nuevo buque, como el otro, se detuvo lejos. también como el otro bajó un bote que se acercó. al dique.
Dentro venían uul oficial y ocho marineros. El oficial gritó. Eh, yacarés. Qué liay. respondieron éstos. No sacan el dique. No. No. No. Está bien dijo oficial. Entonces lo vamos cchar a pique a cañonazos. Echen. contestaron los yacarés. el bote regresó al buque.
Ahora bien, ese buque de color ratón era un buque de guerra, un acorazado con terribles cañones.
El viejo yacaré sabio que había ido una vez liasta el mar, se acordó de repente, y apenas tuvo tiempo de gritar a los otros yacarés. Escóndanse bajo el agua. Ligero. Es un buque ile guerra. Cuidado. Escóndanse!
Los yacarés desaparecieron en un instante bajo el agua, y nadaron hacia la orilla donde quedaron hundidos, con la nariz y los ojos unicamente fuera del agua. En ese mismo inomento, del buque de guerra salió una gran nube blanca de humo, sono un terrible estampido, y una enorme bala de cañón cayó en pleno dique, justo en el medio. Dos o tres troncos volaron lechos pedazos, y en seguida cayó otra bala.
y otra, y otra más, y cada una hacía saltar por el aire en astillas un pedazo de dique, hasta que no quedó nada del dique. Ni un tronco, ni una astilla.
ni una cáscara. Todo había sido deshecho a cañonazos por el acorazado. los yacarés hundidos en el agua con los ojos y la nariz solaînente de, fuera, vicron. pasar al buque de guerra. siljando a toda fuerza.
Entonces los yacarés salieron del agua y dijeron. Hagamos otro dique mucho más grande que el otro. en esa misma tarde y. esa noche misma hicieotro dique, con troncos inmensos. Después se acostaron a dormir, cansadísimos, y estaban durmiendo todavía al día siguiente, cuando el buque de guerra llegó otra vez, y el bote se acercó al diqne. Eh, yacarés! gritó el oficial. Qué hay! respondieron los yacarés. Saquen ese otro dique. No lo sacamos. Lo vamos a deshacer a cañonazos como al otro. Deshagan. si pueden! hablaban así con orgullo porque estaban segul os de que su nuevo dique no podía ser deshecho ni por todos los cañones del mundo.
Pero un rato después el buque volvió a llenarse de humo, y con un horrible estampido la bala reventó en el medio del dique, porque esta vez habían tirado con granada. La granada reventó entre los troncos, e hizo saltar, despedazó, redujo a astillas las enormes vigas. La segunda reventó al lado de la primera, y otro pedazo de dique voló por el aire. así fueron deshaciendo el dique. no quedó nada del dique, nada, nada. El buque de guerra pasó entonces delante de los yacarés, y los hombres los lacían burla tapándose la boca. Bueno dijeron entonces los yacares. saliendo del agua. Vamos a morir todos, porque el buque va a pasar siempre y los pescados no volverán. estaban tristes, porque los yacarés chiquitos se quejaban de hambre.
El, viejo yacaré dijo entonces. Todavía tenemos una esperanza de salvarnos.
Vamos a ver al Surubí. Yo hice el viaje con él cuando fui hasta el mar, y tiene un torpedo. El vió un combate entre dos buques de guerra, y trajo hasta aqui un torpedo que no reventó. Vamos a pedírselo.
y aunque está muy enojado con nosotros los yacarés.
tiene buen corazón, y no querrá que muramos todos.
El hecho es que antes, muchos años antes, los yacarés se habían comido a un sobrinito del Surubí.
y éste no había querido tener más relaciones con los yacarés. Pero a pesar de todo fueron corriendo a ver al Surubí, que vivía en una gruta grandísima en la orilla del río Paraná, y que dormia siempre al lado de su torpedo. Hay surubíes que tienen hasta dos metros de largo, y el dueño del torpedo era wo de ésos. Eh. Surubi! gritaron todos los yacarés esile la entrada de la gruta, sin atreverse a entrar, por aquel asunto del sobrinito. Quién me llama? contestó el Surubí. Somos nosotros, los yacarés. No tengo ni quiero tener relación con ustedes. respondió el Surubí, de inal humor.
Entonces el viejo vacare se adelantó un poco en la gruta y dijo. Soy yo. Surubí. Soy tu amigo, el yacaré que hizo contigo el viaje hasta el mar!
Al oir esa voz conocida. Surubí salió ile la gruta. Ah, no te había conocido. le dijo cariñosamente su viejo amigo. Qué quieres. Venimos a pedirte el torpedo. Hay u buque de guerra que pasa por nuestro río y espanta a los pescados. Es un buque de guerra, in acorazado. Hicimos un dique, y lo echó a pique. Hicimos otro, y lo echó también a pique. Los pescados se han itlo. nos moriremos de hambre. Danos el torpedo, y lo echaremos a pique a él.
El Surubí, al oir esto, pensó un largo rato. después dijo. Está bien; les prestaré el torpedo, aunque me acuerdo siempre de lo que hicieron con el hijo de mi hermano. Quién sabe hacer reventar el torpedo?
Ninguno sabía, y todos se callaron. Está bien dijo el Surubí con orgullo yo lo haré reventar. Yo sé hacer eso.
Organizaron entonces el viaje. Los yacarés se ataron todos unos con otros; de la cola (lel uno al cuello del otro: de la cola de éste, al cuello de aquel. formando así una larga cadena de yararés que tenía más de una cuadra. El mismo Surubí empujó 101pcdo hacia la corriente, y se colocó bajo él, soste1011 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica