374 REPERTORIO AMERICANO Página lírica de Carlos Pellicer Del tomo Hora y 20. Editorial Paris Américn 1927.
Vacaciones Días azules en mi pueblo de tejados como libros abandonados.
Días azules con sus tardes moradas a través de palmeras danzarines y nubes imperiales.
Días azules con noches negras fascinadas por los ritmos pentagonales de las estrellas.
Días azules arreglados por la mujer amada que escogía mis joyas en sus miradas.
Días pintados con los vestidos de ella.
Días medidos con la cintura de la Primavera. nada de nocturnos olvidados en relojes de antigua belleza.
Estos son los días sobrenaturales en los que el suceso de la aurora maravilla mis ojos medioevales.
Estas las dulces horas que Dios me regala como juguetes de navidad, a cambio de semanas impostoras.
Días azules como horas submarinas plateadas y doradas de repente por acuáticas serpentinas.
Horas salvadas como pedrerías en un naufragio.
Ensartadas en el hilo de la eternidad.
Mi corazón es tu alabanza, palmera de mis días azules, mujer fiel, como las playas y los brazos eternos de las cruces.
Trina y se mece tu recuerdo. Crece y se afina conio las melodías de eses largas y de enes tan finas, que los plurales son una sola cosa de orillas vecinas sobre divinas cosas.
Se mece y trina tu recuerdo en la fina hebra del silencio disminuyendo el fondo de la noche en la diáfana sombra del recuerdo.
La castidad, como una estrella que nadie ha visto, nos guía suavemente desde la ciudad hasta el infinito. en los ojos había un solo signo. Música de entonces!
La música de lágrimas de ver el porvenir en el pasado, jardín y puertas trágicas.
Música de eritonces, ternura inexpresada, alma en el alma, tardes para las albas y soledad inmensa de una sola palabra!
Así la lupa y el campo cerca de la ciudad. Asi la vida dolorosa o festiva, desgarra en silencio, orilla a la ventana pensativa.
Trina y ondea tu voz en la sordina del recuerdo.
México, 1924.
El recuerdo 1922.
Paisaje Asi toda la luna y todo el campo y todo el corazón.
Así la tristeza de no estar contigo bajo el sutil imperio de los dos.
Pauorama sin camino del recuerdo, balcón total, balcón de hierro de la dicha pasada!
Los vidrios del entusiasmo que nuestras manos sangraron y que el estío atesoro.
Tú eras dulce y eras también casi terrible.
Tu juventud prolongaba con un ritino imperceptible la madurez de las manzanas.
En el caos eras la siembra en orden, en el dolor, una nube de instantes.
Porque tu juventud era entre todas la más joven y usaba sin pulir los mejores diamantes.
En las divinas horas en que el paisaje se vacia. todo se lo han llevado las nubes, los objetos de familia, las palabras íntimas.
En una soledad de todas las cosas, ciego, mudo, sólo que me quedan unos cuantos dedos para tocar las piedras y las rosas que tú tocaste. que solamente rozó el viento de suave gloria que te trajo.
En la desaparición del panorama que fueron mis ojos; en la interrupción del viaje de znúsica que fueron inis oidos; en la pérdida de todo idioma. acaso por una bagatela de ortografía. me rodean las horas sin tiempo y sin clima para entregarme el tacto de las piedras y las rosas que tus pies y tus manos tocaron o que apenas rozó el viento de suave gloria que te trajo. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica