154 REPERTORIO AMERICANO Koolau el leproso porque estamos enfermos.
queda. Qué nos dieron por la nos quitan la libertad. Hetierra perdida los precicndores mos obedecido las leyes. No de la palabra divina y los cbarhemos liecho daño a nulie. Y, latanes que publicaban las exsin embargo, quieren encerrarcelencias del ron. Habéis re. nos en sus calabozos. Si, Molol eproducimos este cuento del famoso escritor worteameri cilido alguno de vosotros un kai es un calabozo. Allí se cano JACK LONDON, para que los partidarios de la interren solo dólar, la miseria de un llevan a nuestros enfermos, pa ción capitalista yangni eu Centro América, rean la manera ra aislar la epidemia, según cómo uno de los más altos representantes de la intelectualisolo lólar por la tierra perdida. sin embargo se han hecho dicen; pero lo cierto es que na dlad en los Estados Unidos, consilera la intromisión capitu dueños del país. nos condie vuelve de Molokai. Tolos lista en los pueblos pequeños y la forrorosa admiración que testan que vayamos a trabajar lo sabemos. Aquí tenéis a Niule. lo hace cantar el espiritu libertario de koolau, el leproso.
la tierra, la tierra de ellos, para Hace siete años que le robaron que suyo sea tainbién cuanto a su hermana para llevarsela produzcamos con nuestros saa Molokai. ya no la ha vineldores y nuestro trabajo! en to a ver. Ni la volverá a ver jamás en Las manos, cuando existian, semejaban afi los días lejanos, antes de que los hombres la vida!
ladas garras de ave de rapiña. Los rostros blancos vinieran. no había necesidad de Koolair hizo una pausa para tomar alien desencajados, descompuestos, se retorcian trabajar. ahora, cuando estamos enferto, y continuó sii arenga:y amasaban en absurbos dislocamientos, mos, nos quieren quitar la libertad. Allí ha de permanecer hasta morir. como si un dios del mal, extraño y capri. Quién trajo la enfermedad, koolau? Ella no lo quiere. Niule tampoco. Pero tal choso, los hubiera concebido en horas de preguntó Kiloliana, hombre flaco y consues la voluntad de los hombres blancos que locura. Se percibían por doquiera miem mido que parecía un alainbre, cuyo rostro imperan sobre nuestra tierra. quienes bros y facciones que el loco dios hubiera de fauno hacía presentir las hendidas peson los blancos? Todos lo sabemos. Nues dejado a medio modelar, y hasta el rostro zuñas de cabra, pero sus pies eran abiertos tras eran las islas, porque fueron de nues de una de las mujeres goteaba sin cesar muñones de grandes úlceras y de podrida tros padres y de nuestros abuelos. Pero lágrimas abrasadoras por dos horribles carne.
los hombres blancos vinieron un día como cuencas que reemplazaban a los perdidos Sin embargo, era Kiloliana el mis osasi fueran mansos corderos, y hablándonos ojos. Algunos gruñían su dolor con deses do trepailor de la banda; conocía todos los humildes y afectuosos, porque entonces éra perados gemidos, otros tosían con seca tos senderos de las cabras montaraces y había mos muchos. muchos y poderosos. y las que sonaba como desgarradura de tela, y servido de guía al destrozado pueblo de islas eran nuestras. Nos hablaban humil dos de ellos, que eran idiotas, parecian Koolau en éxodo hacia los retirados esdes y afectuosos porque nos temían. Vi enormes monos a medio forinar, de tan condrijos del valle de Kalalau.
nieron dos clases de hombres blancos. Los horrible apariencia, que a su lado semeja. Ay! quién trajo la enferinedad? reunos suplicaron que les concediéramos nues rían ángeles los más deformes cuadrumanos. puso koolauComo no queríamos trabatra autorización, nuestra generosa» auto Todos gesticulaban y prorrumpían enjar en las plantaciones de caña de azúcar, rización para predicar la palabra divina. confusas charlas, coronados con mustias aquellas plantaciones que sustituyeron a Los otros pedian nuestro perioiso, nuestro guirnaldas de flores de oro, bajo la rosa los pastizales donde apacentábamos nues. generosos permiso para comerciar con no de plata de la luna llena. Uno de ellos, tros caballos, trajeron de allende los masotros. Así comenzaron las cosas. Hoy con hinchado lóbulo de la oreja colgando res multitud de esclavos chinos. con son suyas las islas enteras, la tierra ente como flácido abanico sobre los hombros, ellos vinieron las enfermedades que padera, y los rebaños, y las casas, y los hom decoraba con esplendorosas flores de péta cemos. ahora nos quieren llevar presos bres. Todo, todo, todo. Tanto los que los escarlata y anaranjado la monstruosa a Molokai!
predicaban la palabra divina, como los oreja, que se agitaba a cada movimiento Hemos nacido en Katai. Aun cuando que predicaban las excelencias del ron, coino si fuese una gran ala.
algunos hayamos vivido en las otas islas, han arrainblado con todo y se han hecho Koolau era rey; rey de todas aquellas en Oahn, en Maui, en Hawai o en Honoamos y señores. Viven como reyes en ca cosas. su reino era aquel despeñadero, lulú, no hemos podido por menos de volsas enormes, con numerosas habitaciones aquella empinadla garganta florida, con pe ver a nuestra patria de Kauai, porque la y nuchedumbre de criados que les atien ñascales y combos acantilados, de donde amamos. Aquí hemos nacido, aqui pasainos den y sirven. Los que llegaron desnudos, brotaban incesantemente balidos de cabras la vida y aquí moriremos, en la tierra que hoy lo poseen todo. cuando vosotros, o silvestres. Por tres de sus cuatro costados nos vió nacer, a menos de que flaqueen yo o cualquiera de los kanakas pedimos se levantaban deformes y formidables mu nuestros corazones. No lo espero; tengo fe con qué aplacar nuestra hambre, los hom rallas de roca, festoneadas con fantásticos en todos vosotros. Mañana desembarcarán bres blancos se ríen y nos contestan: Bien encajes de vegetación tropical. Sobre los los soldados procelentes de Molokai. Los está. Por qué no trabajáis? Ahí tenéis las muros se percibían las cuevas naturales de corazón débil que se vayan con ellos a plantaciones que servían de rocosos cubiles a los súb Moloki. Nosotros nos quedaremos en nuesKoolau hizo una pausa nuevamente. Le ditos de Koolau. Por el cuarto costado se tra anada tierra de Kauai, prestos a comvantó la mano y alzó entre sus nudosos y hundía la tierra, formando un tremendo batir. Tenemos fusiles. Conocemos las esretorcidos de los la resplandeciente guir abismo, y allá abajo, en la lejanía, se dis trechas sendas de las cabras, por donde nalda de hibisco que coronaba sus negros tinguían las cimas de picos y roquedales los hombres han de arrastrarse uno por cabellos. El rayo de la luna banaba el pai menos elevados, a cuyos pies se agitaban uno. Yo, Koolnu, que fui un día vaquero saje en un fulgor de plata. La poche se las alborotadas aguas del océano Pacífico. de Niihan, puedo defender la senda contra rena inspirada paz y quietud; pero cuantos, Se necesitaria que el tiempo fuese extra mil hombres que se presenten. Yo solo sentados al rededor de koolau, escuchaban ordinariamente sereno para que las em haré que los soldados blancos se vuelvan sus ardientes palabras, parecían más bien barraciones pudieran atracar en las riberas más que de prisa a Molokai.
los supervivientes derrotados de una bata rocosas que señalaban la entrada del valle »Aquí tenéis a kapalei. hornbre honrado lla. Los rostros leoninos, comidos por la de Kalalau, y sólo un montañés, dotado que fué juez un día, y ahora, como voslepra, dibujaban extrañas muecas y con de mucha sangre fría, podria trepar desile otros y como yo, no es más que un pobre entorsiones. Aqui se percibía un espacio vacío, la ribera hasta las cumbres del valle, seine fermo perseguido. Oidle, porque es prutcomo una gran boca que bostezara, en el jante una bolsa abierta entre las monta dente y sabio, lugar que debiera ocupar la nariz; alli un nas donde asentaba el reino de koolau. Pero Levantóse Kapalei. Había sido juez. Se inuión sangrante reemplazaba a la des el montañés habría de tener la cabeza muy educó en el colegio de Punaliou y se habia prendida mano. Aquellos cuarenta seres firme y conocer palino a palmo los cami sentado a la mesa de los lores, jefes y humanos, hombres y mujeres, llevaban in nos de las cabras salvajes para no sufrir altos representantes de las potencias exdeleblemente marcado el estigma de la el vértigo de las alturas. Maravilla parece tranjeras que velaban por los intereses lepra sobre sus frentes, más que pálidas, que aquel puñado de carne lacerada que de comerciantes y misioneros. Pero ahora cada véricas.
constituía el pueblo de Koolau hubiera sido Knpalei era un pobre perseguidlo, criatura Yacian sentados, coronados con guirnal capaz de arrastrar su impotente iniserin hundida en la ciénega de la humana lacedas de flores, bajo el manto perfumados sobre los vertiginosos senderos de las bras ria, para quien ya no existia patria ni ley.
luminoso de la noche, y con entrecortadas montaraces, Su rostro sin facciones era una masa de palabras que temblaban en sus labios y Hermanos comenzó a decir Koolau. carne pocha atravesada por los orificios de con grunidos de aprobación que salían ras Pero una de aquellas caricaturas simies la boca y de la nariz. Los ojos, sin párjapando de sus gargantas, coreaban el dis cas prorrumpió en salvaje alarido de locura, dos, brillaban bajo las peladas cejas.
curso de Koolau. Criaturas extrañas, que y koolau hubo de aguardar a. que la pe No os apesadumbréis comienzo dicienun tiempo fueran seres humanos, loy pa netrante. carcajada del iliota, rebotando do. porqne sois inocentes. Unicamente recían inonstruos deformes y caricaturas entre las murallas de roca, se apagura como pedimos que nos dejen vivir en pan.
grotescas de la humanidad, con sus miem eco lejano en el silencio de la noche tran Si turban nuestra solelal, saya seri bros horriblemente mutilados y retorcidos, quila.
la culpa y sobre ellos caerá el castigo.
como si hubieran sufrido eternamente to Hermanos. no os parece extraño? Yues Ya no me quedan delos anadiú levantaJo la informe masa de sus manos jura das las torturas de un infieruo inacabable.
tro era el país, y he aqui que nada nos Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica