260 uiños.
soledad?
palmeaba intestinal.
Los sus gorde de los chanchCarlos, era el enalla casa de alto después del deslizaba sin un murmullotible moREPERTORIO AMERICANO Cuando terminó, se sentó al pie del El silencio y la quietud volvieron Desde por la mañana muy tem árbol, los pies entre el agua, a mirar a flor de agua y poco a poco se tenprano los perros ladraban entre la el rio. Así permaneció un gran rato dieron sobre el paisaje. De los altos montaña.
y su quietud acabó por coufundirse árboles de surá de tronco esbelto, li Deben tener encuevado un tepes a mis ojos con el correr casi imper so y claro, pendían largos flecos de cuinte dijo Rafael.
ceptible del San Carlos. Era el río musgo gris que a mí se me antojaLa señora propuso ir a hacer esta quién le enseñara esa manera de ca ban girones de viento que su pacacería y partió con sus invitados y minar sin hacer ruido, su silencio y so las rachas invernales dejaran allí unos peones. Sólo yo no quise acom aqnel modo de mirar que evocaba la prendidas.
padarlos y me quedé en casa con melancolía de de sus ondas acostumbraSusa los das la. Me senté en un taburete, en la coLa tarde era apacible, sin lluvia. Qué venía vibrando, pero con te lo cual no es corriente, ni aun en el cina, a ver trabajar las mujeres. nue vibración, sobre la fugaz super verano, en esas regiones. El sol se Mientras Eva pasaba la masa ficie. Era una libélula. El viento ponía frente entre las manos la tortilla, entre las finas cañas de la orilla?
a la casa entre celajes amarillos.
Susa me refería cosas de su vida: toNo. Era la música de una guitaLos dos estaban con paludismo huéspedes de la señora, nos debian tener las tripas llenas de ankilosto voz masculina.
rra que acompañaba el canto de una fuimos a ver dar de comer a los cerdos. De pie en el tronco de un árbol mas y demás fauna Por el recodo aparecieron dos ca derribado, Eva desracimaba bananos niños eran marchitos y serios como yucos: remontaban el río por la ori y los arrojaba a los voraces animaviejos, tenían la pancilla abultada lla, uno palanqueado por mujeres, les que hormigueaban y se debatian las piernas endebles. Por lo que decía cuyos vestidos de colores chillones Susa, la vida era pies.
mas bien dura ponían una nota alegre sobre la cal Silenciosa y seria, pequeña y mepara ellos; la única preocupación de ma de la tarde. Al ver a Eva se nuda. La brisa agitaba levemente su la señora en San José, con respecto pusieron a gritar, falda oscura que descendia en plieLa muchachita se levantó y a mí gues sumisos hasta los pies descaly del ganado. me pareció que la soledad y el si zos: la blusita se ajustaba de cualLa suerte de sus peones no le pro lencio, al contacto de cantos, música, quier modo al pecho recto; el caducia el el menor cuidado. Si embargo, colores y gritos, se habían encogido bello liso, ni los apuros económicos ni las enla espalda curvada en una fermedades parecían inquietar a Su do algo extraño las roza, y se ha línea triste.
sa: hablaba de unos y otras con voz bían deslizado al fondo del río.
Bajó de allí a ayudar a servirnos monótona, mientras daba vueltas al Me acerque a Eva.
Ja comida: luego fregó la vajilla, arremanubrio del molino de maíz, como. Parece que están de fiesta dije. gló la cocina y por fin se sentó a si su modo de vivir fuese el único Me miró sin responder. Entonces descansar en una banca a la entraagregué. Ud. sabe, Eva, lo que cele da, los ojos perdidos en el río, en don¿Y Eva?
de la luz de la luna, que iba para su Había cumplido sus quince años Contestó con una voz infantil muy cuarto creciente, ponía un encanto para la Candelaria. No era hija de delicada: Sí, es que van para un re de mansedumbre.
Rafael, que con Rafael vivía Susa zo donde Juan Canario.
Rafael salió, contempló el cielo y hacia apenas diez años, la edad de Rezo de qué?
dijo: Yo creo que mañana no llueve.
Antonio, mayor de lo niños. Pero San José, como manana es El viejecito carpintero que habia la criatura no resultaba una carga dia de San José.
venido a hacer reparaciones la capara Rafael: era más bien la mano. Un rezo con guitarra?
sa de la señora, repuso señalando la derecha de la casa: lavaba toda la ro Si.
luna. Hum. Aquella está con el pa, más la de Felipe, el peón nicaraes Juan Canario? guacalito arriba. señas que está lle gitense a quienes ellos daban alojano de agua.
miento; ordeñaba las tres vaquillas Verraco.
se fueron yendo a buscar la ayudaba en el cuido de los chanchos. esos que van allí, quienes cama. Yo me quedé en el corredor.
que en ese momento eran unos do son?
El estribillo melancólico de los cucientos en aquel aparto Allí va la rezadora y van tamyeos garabateaba la argentada paz. Iban a menudo al Muelle? bién los músicos, los Quesadas.
de aquella noche; callaban los insec1.
Los chiquillos y Rafael sí; ellas si Uds, no van, Eva?
el río se acaso una vez al año. Eva ni siquie. No, sólo Felipe ra había salido nunca a Florencia el. Porque no van?
destino. Al ver el caserío vecino mas importante. Allí a Quién sabe.
vimiento del agua fugaz, la orilla del río había nacido y allí. Le gustaría ir?
como si ante mi pasara ei silencio llevaba sus quince años. Quién sabe.
con toda su misteriosa majestad.
Entre, tanto, la niña no chistaba; en. Ya no se veían los cayucos y las Cuando me retiré como a las diez, vi a Eva todavía sentada a la entregada a su faena, parecía no oiruos. risas, los gritos, la música y los coAhora yo recordaba que nunca ha lores se alejaban dejando tras sí una trada de la cocina, con las cabezas bía hablado en mi presencia. estela de tristeza inefable.
de sus hermanitos dormidos, en el Mas tarde, cuando el sol bajó un. Le gustaría salir de aquí, Eva, regazo.
poco, vi a Eva coger su batea y en conocer Florencia, Villa Quesada, caminarse al río. La seguí sin que La señora dijo con su tono perenme viera. Se puso a aporrear la ro Yo la balsa que ser pa, acomodada en. Está contenta de vivir aquí, mu Susa, me llevo mañana a Eva.
vía de atracadero, a la sombra del chachita?
Mi hija necesita una china y quereañoso sota caballo del puertecillo. Te Me miró con sus ojos muy abier mos una muchachita honradita.
nía puesto un pobre sombrerito viejo tos, cogió su batea y se alejó sin de ¡Aquella odiosa señora cuya riquede paja.
cir nada.
za le daba la petulancia que había posible.
bran De Todos tos y las aves acuáticas, y hacia su yo sentía Grecia?
no sé.
torio. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica