REPERTORIO AMERICANO 365 Página lírica Julio Mercado de Apologia del ensueño A Garcia Monge Mas ¿por qué no buscar, hermano, en el ensueño Lo que dar no ha podido el cotidiano empen?
Éste, después de todo, sólo un dolor ha dado, Al par que aquél al menos promete una alegría.
Tras la triste experiencia del día ya pasado Las promesas están del nuevo día.
Es tal la diferencia entre lo apetecido lo ganado al fin de la jornada, Que para nunca echar de menos lo perdido Hay que vivir en sueños la dicha no lograda.
La más alta montaña, en las nubes. perdida, Al águila caudal señala el derrotero, gana más al cabo, en la muerte y la vida, Quien levanta los ojos al más alto lucero.
Cuando más no se puede obtener de la vida. Hay algo más real para el alma que espera. Más que la realidad neciamente rividaQue el vivir para sí, un instante siquiera, Lo que jamás se pudo vivir. en una vida?
El sol, el viejo sol, cual rojo disco, Al llano aun dormido todavía.
Atisba desde un risco.
La niebla envuelve a la Horesta umbría; Grupos de sombras pasan por doquiera, Cual fantasmas en rápida carrera.
De pronto la llanura De luz queda inundada, y de seres se puebla El valle, ya despierto. Sólo un momento dura La contienda del sol y de la niebla. Oh, la eterna contienda, ya ganada o perdida.
De la luz y las sombras, de la muerte y la vida! Sólo quien sueña entiende la trama de la vida descubre el secreto de lo inerte: Es el alma que sueña quien triunfa de la muerte: Quien ve formas aladas en los claros de luna.
Siente la paz augusta de los sitios amenos goza plenamente, sin inquietud alguna, De todo cuanto hay en la vida de menos.
La faz luminosa de la luna Desparece como detrás do un velo; Cual tenues lucecillas, una a una Se apagan las estrellas en el cielo.
La luz crepuscular desde la esfera Se extiende por doquiera: Desciende milagrosa; Tiñe al Levaite de color de rosa; Pone en el aire diáfana neblina en el agua que corre, una música extraña.
Al par que el cielo a grados se ilumina a despertarse van el valle y la montaña Amanece del todo. Un osplendor de estío Envuelve al monte umbrio; Un toque de campana Anuncia a la mañana, el sol, todo encendido, la tierra devuelve la alegría.
La vida es un crepúsculo, seguido De la gran claridad del nuevo día, Bueno es buscar, hermano, en el divino ensueño Lo que dar no ha podido el cotidiano empeño.
Acuarelas Federico de On Al lápiz Plomizo el cielo. Nubecillas pardas, En marcha por la esfera, Van fáciles y libres, aunque tardas.
Abajo. el viento agita a la palmera.
Las nubecillas pardas Apresuran el paso Hacia un claro de cielo, Suspendido como un festón de raso.
Una lengua de luz desgarra el velo Marchan, sin importarles el camino, Sus raras formas como en gasa envueltas, Kasta perderse en el confín, sin prisa, Tal como pompas de jalón disueltas Al soplo de la brisa.
Diosecillos alados, Así viajan los sueños, ligeros y callados.
Ruinoso y viejo, duerme el pueblo centenario Su larga sicsta bajo un sol que abrasa; Vese tan sólo a un padre leyendo su breviario un can que ladra apenas a un borracho que pase.
No hay aves en el parque, otro tiempo florido: Solas están las calles, la catedral desiert. Qué soledad tan grande! Mas que un pueblo dormido Parece una ciudad desde hace siglos muerta.
Mas ya despertará del sueño de pereza, Ya vencerá el sopor, bajo el sol escarlata, Si la escondida sierpe levanta la cabeza el escándalo mueve sus mil lenguas de plata. Colombiano. Reside en los EE. UU. c. 8711 95 th. St.
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