REPERTORIO AMERICANO 373 Un poeta nuevo de América: Carlos Pellicer Camara UNA Na adolescencia como de hijo de Plutarco, sombreada ¡Oh viento del otoño, maravilloso viento por grandes ejemplos. Una juventud son alcohol y sin del otoño!
tabacos, casi vivida en la palestra. Limpio pulinón para Acaricias los anchos trigules de la dulce Argentina el canto; boca firme para el canto y la curtidura del y haces rodar las últimas piedras bajo los Andes buen sol azteca en la cara.
y en mis ojos levantas una nueva alegría.
Alza la voluntad de los hombres de América, Cada día la pasión de lo heroico alimentándose de abre los corazones de los hombres de América, came del pasado y del presente. Dijo. padre» a Bolívar inadura sus almas todavía tan amargas, a los veinte años, y tanto le pidió confortación que un ahoga en tus telas de oro a la esperanza día le ha aparecido en su propio suelo «padre» vivo que fatal de los hombres de América. lo acompañe y lo reconforte en Vasconcelos.
Dales la fe superior al Destino Amando mucho a Darío y volviendo la cara atenta y la virtud mágica de tu sutil presencia.
a cada estrofa grande de este tiempo, su pasión verdadera, Sacúdelos como a los árboles a til paso divino.
sin embargo, se detiene en los héroes y con ellos se queda. Oh viento del otoño, maravilloso viento del otoño!
No me sé yo mejor el Padre Nuestro de lo que el se sabe sus biografías americanas.
Segador El venezolano mayor le ha lavado el corazón de naEl segador, con pausas de música, cionalismos y le ha dado su pasión de la América toda.
segaba la tarde.
Como se sabe las anécdotas, las cabalgatas y las penas Su hoz es tan fina, de Bolívar, se sabe la tierra nuestra y podría caminarla que siega las dulces espigas y siega la tarde, hasta la Patagonia, solo, en un buen caballo pampero.
Segador que en dorados niveles camina En su biblioteca Europa cuenta poco y el Asia menos; con su ruido afilado, pero es difícil que le falten las canciones mayas o coderrotando las finas alturas de oro lombianas del pueblo, su Humboldt, su catecismo yucateco echa abajo también el ocaso.
y su Horacio Quiroga.
Segaba las claras espigas.
Tanto miró hacia el Sur con deseo del estuario del Su pausa era música.
Plata y de la Cordillera que, con suerte de Aladino, se Su sombra alargaba la tarde.
ha encontrado caminando despierto todo lo que caminó En los ojos traía un lucero dormido y ya conoce su Colombia y su Iguazú y su que a veces inontaña chilena.
brincaba por todo el paisaje.
Pero esta religión de lo heroico lo hubiese ensombreLa hoz afilada tan tino cido de gravedad prematura, si la, adolescencia no se segaba lo mismo.
desquitara en él con juegos repentinos, gracias a los la espiga que el último sol de la tarde.
cuales la frente no se le madura de entrecejo. Con dos Sembrador tercios del alma anda por los caminos de piedra de la Historia; con el otro salta sobre el árbol grotesco del El sembrador sembró la aurora; estridentismo a cortar sus su brazo abarcaba el mar.
manzanas geométricas, sus En su mirada las montañas Hores cuadradas; así ha guardado su, contento.
podían entrar.
No quiere aceptar las fealdades de la raza; de tanto andar por la tierra pintada del trópico, la América, que La tierra pautada de surcos más parece una pitahaya magullada, es para él la jícara oía los granos caer.
de Uruapam. Le sobra ímpetú para dar el salto de dosDe aquel ritmo sencillo y profundo melódicamente los árboles pusieron su dauza a mecer, cientos años y ver el continente limpio y salvo, vuelto la tierra más bendita del mundo. Algunas quejas suyas Sembrador silencioso: sobre las miserias americanas andan por ahí en sus libros; el sol ha crecido por tus mágicas inanos.
no son serias: lo verdadero es su optimismo, de puro ge El campo la escogido otro tono neroso, desenfrenado.
y el cielo ha volado inás alto.
La Gracia entró en su casa y su madre debió haSeinbraba la tierra.
llarla alguna vez sentada a su cabecera. Es ella quien Su paso era bello: ni corto ni largo.
le pone en la mano dormida las más bellas metáforas. En sus ojos cabían los montes Tiene el ritmo cuando lo quiere y acepta la rima tary todo el paisaje en sus brazos.
diamente pero a la metáfora magnífica anda abrazado. Jow! Vanconcelos. como a una novia.
Como lo más legítimo en el es, bajo apariencias búr Suele aparecer en el Continente enloquecido de conlonas, la nuez roja de lo trascendente, aquí pongo sus trastes, un mozo como éste, de limpios pulmones, de estrofas graves mejor que sus juegos.
aliento entero, magnífico galopador del verso, genuino mozo de América sin becquerianas y sin ajenjos.
Estrofa al viento del otoño Yació en el trópico y en región de lindas inariposas: Oh viento del otoño, tiis alas regocijan se le ha queda lo esa encandiladura de los ojos que lo las danzas pastorales, y en tu caudal paseo hará andar triste toda sii vida por el boulerard de nueves dulces señales en la flor de espiga.
París. Sus sentidos fieles andan preguntando por la luz Maravilloso viento del otoño!
a cada cosa con que se encuentran, como por una madre.
Tu espíritu sacude los huertos coronados de frutas Para vengarse de cuanto se le queda sordo bajo este cielo y tu sutil presencia aligera los gajos henchidos.
pesado, él se encerrará en su cuarto de París a poner Pera de platit, manzana pintada o despintada, metáforas azafranadas y rojas en las hojas de un cuahigo como el crepúsculo, dulcísimo y sombrio.
derno.
Tu brazo y tu ala estremecen los árboles GABRIELA MISTRAL y se oye el ruido obscuro de los frutos que caen (El Jercurio, Santiago de Chile. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica