REPERTORIO AMERICANO 75 Página a lírica Cuatro senetos de Julio Dantas Demóstenes.
En casa de Lais, una mañana, Demóstenes entro; también queria comprar, en unas horas de alegría, el cuerpo de la bella cortesana.
Un paso más y pierdese el lazo desatado, lo que causó en la corte una tremenda intriga.
Lanzáronse pregonés. Condes, marqueses, todos buscábanlo doquiera, por diferentes modos, presas de una malsana curiosidad y afán.
Mas cuando ya ninguno lo esperaba, oh sorpresa, encontróse la liga perdida a la Duquesa, en el libro de rezos del padre capellán, Trad. de MIGUEL RASCH ISLA Bogotá, Colombia.
Tánto sonó en su carne soberana que poseída casi la sentía!
La regia meretriz resplandecía semienvuelta en su túnica de grana. Tímido preguntó. Por cuánto cedes un ósculo fugaz. con desprecio. Cuenta mil dracmas y gozarme puedes. Por tan breve placer. Qué desvario!
No, mujer, yo no pago a tánto precio ni mi arrepentimiento ni mi hastio. Cordura El fauno Será la última fragua la cabeza aurirroja de esa extraña judía.
En los espejos móviles del agua mi juventud se mira todavía y agranda, tembladora, la imagen adorada de la muerta y se yergue su espiritu como un fantasma vigilante y su manos de nieve van a clavar la puerta del huerto en el que se alza el lirio de ese instante.
Junto al plinto de piedra donde un fauno medita, Arlequin desdoblando su manto de color, cómo debe besarse a una mujer bonita, le explicaba, entre risas, a un Pierrot soñador. Avispa de oro que huye o rosa que palpita, voy a decirte, amigo, cuál beso es el mejor: besar es una ciencia profunda y exquisita, y yo soy, hace tiempos, un sabio profesor.
El beso más sutil, la caricia más loca, principia en el cabello, mal desflora la boca, desciende al seno izquierdo. y al corazón se va. Ingenuos. dijo el fauno desde los verdes ramos: de los miles de besos que a las mujeres damos.
el mejor entre todos es el que no se da.
La última fragua. Mi alma, como un ala de sueño no se quemó en el loco fuego de la judia.
El agua del jardin con unánime empeño el lirio de otro instante refleja milagrosa todavía.
Inquietud de su frente de alabastro que bajó hacia mi pensa amorosa y pensativa.
Mi oculto pensamiento se hizo un astro para besar esa azucena viva.
Blancura inmaterial de sus manos. Blancura de su beso sin la acre lujuria de la vida.
Malena. Mi cordura.
intocada, perdida, El guante Meses después de esa hora dolorida, volví ya resignado y sin rencor, al nido aquel donde vivió el amor más grande y más sincero de mi vida.
Mujer, último amigo que aún dialogas sin voz con mi largo silencio: tu silueta alta y fina duplicada conmigo llena el sendero oculto de un resplandor inmenso.
Dulce inmovilidad en que no late al viento vario tu corazón precioso de violeta y sensitiva.
Silencio, para siempre, del rosario entre los vardos de tus manos, mi dichosa cautiva.
Comprendi. cuánta imagen bendecida. que puede haber encanto en el dolor.
Un perfume iera el tuyo! en rededor.
Un guante abandonado en tu partida. Un guante y un perfume! Eso restaba de los ardientes besos que te daba, de tu mentido amor, de ti quizás. Qué fui al cabo en tu vida tau intensa?
El perfume en que nunca más se piensa, el guante que no vuelve a usarse más. Me sugieres la paz.
Sorda al tropel de los hombres te abandonas al azahar de mi recuerdo que aspiras en el aire, Mi Dulzura. con tus labios cerrados ute perdonas; tu pensamiento helado es mi cordura.
Soy avaro de mi alma que se duerme contigo sombra ya en tu virgen mutismo.
Tus labios que no quieren responderme se llevan mi secreto. Cordura del amor que se adora a sí mismo!
Muerta, lirio de siempre, el amigo perfecto, La liga de la Duquesa La Duquesa, una rara belleza de cantiga, de bastón de cristal, de cabello empolvado, al descender un dia de su escabel dorado, sintió desanudársele el broche de una liga.
Quiso arreglarlo al punto. tanto el pudor obliga. pero al mirar en torno vio capellán al lado.
AUGUSTO ARIAS Quito. Ecuador. Lista de Correos. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica