30 REPERTORIO AMERICANO que sea, feliz el paso de esta morada a la otra: esto es lo que les pido, y ojalá escuchen mis ruegos. En diciendo estas palabras se detuvo con singular tranquilidad y dulzura. La mayor parte de nosotros habíamos podido contener las, lágrimas hasta entonces; mas cuando lo vimos beber y después de haber tomado el veneno, ya no nos fué posible contenernos. pesar de mis esfuerzos las lágrimas me bañaron el rostro en abundancia, de suerte que me cubrí para llorar por iní mismo: que yo no lloraba tanto por él sino por el grande amigo de que quedaba privado. Aun antes que yo. Critón se mostró incapaz de contener sus lágrimas, y se salió. Apolodoro, que desde antes no había dejado de llorar, con sus alaridos, gemidos y lamentos no dejó a ninguno de los presentes a quien no hiciese llorar, excepto al mismo Sócrates.
que nos increpó asi. Qué, hacéis, amigos míos? Precisamente para evitar espectáculos semejantes hice que las mujeres se marchasen, pues lie oído decir que es preciso morir en medio de buenos presagios. Calmaos y mostrad firmeza. Al oír estas palabras sentimos vergüenza y contuvimos nuestro llanto. Sócrates ca minaba, y cuando sintió que las piernas se le ponían pesadas se acostó boca arriba como se lo había prescrito el hombre que le había dado el veneno. Este le examinaba por intervalos los pies y las piernas.
Después lé apretó los pies fuertemente y le preguntó si sentía. Sócrates contestó que no. Después también le apretó fuertemente las piernas, y continuando para arriba, nos mostraba cómo se helaba y ponía rígido.
Lo tocó de nuevo y nos dijo que en cuanto el frío llegase al corazón dejaría de existir. Ya comenzaban a helarse las regiones del bajo vientre y descubriéndose Sócrates, pues estaba cubierto, dijo (y estas fueron sus últimas palabras. Critón, debemos un gallo a Esculapio. Pagad la deuda, no la descuidéis. Así se hará, contestó Critón; pero ve si tienes algo más que decir. Nada respondió Sócrates, a esas palabras. Al contrario, pocos momentos después hizo un movimiento y el hombre lo descubrió: tenía los ojos fijos, y Critón al verlo le cerró la boca y los ojos.
Tal fué, Echécrates. el fin de aquel hombre.
nuestro amigo, de quien pudiéramos decir que fué.
el mejor, el más sabio, el más: justo de todos los hombres que hayamos conocido jamás.
Segun PLATON mal peregrino. el Señor responde. Qué cosas. ellos. Pues del Nazareno cuya gloria sin par ya nada esconde.
de Jesús el Rabino y el Profeta, grande, entre todos y entre todos bueno.
Del mismo que llevaron al suplicio los principes del templo y fariseos y recibió condenación de muerte: que en nosotros prendía los deseos de ir tras su huella; del caudillo fuerte, del Salvador del pueblo! Mas ahora todo acabó y es el tercero día del suceso.
También unas mujeres nos dejaron angustia aterradora al relatar que del sepulcro había desparecido el cuerpo, y sobre el canto vieron visiones de ángeles ceñidos en túnicas de pliegues luminosos.
que les trocaron en placer el llanto diciéndoles que vive.
Presurosos al oírlas, los nuestros a porfía arrancaron, y Juan llegó primero y sólo halló la cavidad vacía.
pero no vieron al Señor!
Severo les dijo entonces El. Oh raza impía tarda de corazón, a la fe dura.
Ignoráis el profético relato para Israel y su triunfal historia. Cómo se cumpliría el gran mandato en Cristo, sin la Cruz y sin la Gloria?
Y, cual leyendo en historiado muro, expuso ante sus almas asombradas el libro divinal de infracto sello, desde Moisés, en el pasado oscuro, hasta el hombre de pieles de camello. fué puntualizando en el Mesías, en Sí mismo, el anuncio milenario que cifraba las arduas profesías, y les mostró, por fin, sobre el Calvario al Varón de Dolores de Isaías. entre el blando coloquio sin testigos extintas ya las ráfagas postrerasbajo el murmurio de los cabrahigos y el moroso vaivén de las palmeras, llegaron a Emmaus. los tres amigos. el hizo amagos de seguir.
Con viva inquietud le detienen, y a su frente le hace sentar la humilde comitiva: parte al pan la mirada pensativay ellos le reconocen de repente. ante sus ojos, de pavor turbados, Jesús despareció, mientras decían. No nos estremecimos inflamados cuando al venir, sus labios inspirados los misterios recónditos abrían? esos que en el coloquio vespertino en su ruda ignorancia montañesa no advirtieron el hálito divino, lo hallaron en el aire peregrino con que partiera el pan sobre la mesa. Oh pulcritud! Oh sello soberano que un ademán efímero eternizas. Oh distinción que al inísero gusano alas vistes. Oh signo sobrehumano, tii la clividad exteriorizas!
GUILLERMO VALENCIA El Caballero de Emmaús Yaconteció que al declinar el día caminaban los dos tímidamente hacia la polvorosa lejania de Emmaus, que en el límite surgía como un dado de piedra reluciente. evocaban con dejo compasivo del buen Maestro la final escena: su dolor, su desmayo fugitivo y el anuncio que el Hijo de Dios vivo hizo al grupo feliz de Magdalena. hé aquí que por el árido sendero súbito se acercó, sin ser oído de los dos, un extraño compañero.
y era el mismo Jesús, como un viajero que cruzase país desconocido. díjoles. Qué pláticas son estas que entre vosotros concertáis andando, y estáis, tristes?
Tú sólo de las fiestas dice Cleofas retornas ignorando el prodigio de cosas manifiestas. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica