REPERTORIO AMERICANO 157 ciento o cosa asi. Todos en busca de Koo Luego, transcurridos dos días, presentóse Apareció entonces la cabeza de un hombre, lau el leproso! Sintió entonces el aguijón un leprosillo, llamado Pahau, sobre la luego los hombros, después el cuerpo endel orgullo. Si. fusiles y cañones, policias cumbre del acantilado, y suplicándole ai tero. Era un joven de unos veinticinco años, y soldados, venían en pos de un hombre voces que volviera, le dijo que Kiloliana se de ojos azules y rostro rasurado, de niño, solo, mutilado, enfermo, hecho una ruina, había matado de una caída al pretender porte elegante y gentil figura. Vestía uniy este hombre era él. Habían ofrecido mil cazar cabras salvajes con que pudieran forme de capitán. Avanzó sin vacilar hasdólares a quien lo presentara vivo o muer alimentarse los leprosos, y que las muje ta que le dieran el alto, y entonces se to. Nunca habia poseido tanto dinero. res, aterrorizadas, no sabían qué hacer. sentó en el suelo, a unos cuatro metros del Entonces le entristeció un amargo pensa Koolau mandó descender al muchacho y le leproso.
miento. Kapahei tenía razón. koolau no entregó un fusil para defender el paso. Eres un valiente exclamó Koolau adhabía hecho daño a nadie. Los hombres luego regresó hacia los suyos, que le aguar mirado. Podría matarte como a un pájaro.
blancos necesitaban quien les trabajase el daban descorazonados. La mayoría de ellos No, Koolau, no podrías. replicó el pais que obtuvieran como fruto de su ra estaban demasiado débiles e inútiles para capitán piña; ellos trajeron a los esclavos chinos, ir en busca de alimento con que aplacar. Por qué no?
y con éstos, la epidemia maldita. ahora, el hambre intensa que en tan difíciles cir. Porque eres un hombre, Koolau, un él, koolau, valia mil dólares, muerto o vi cunstancias sufrían. Eligió Koolau a dos mal hombre, pero hombre al fin. Sé toda vo, porque la lepra se habia apoderado de mujeres y un hombre, los menos castigados tu historia; no ignoro que asesinas con la él. Sí, lo pensó con amargura. El no valía por la enfermedad, y les envió al desfila mayor tranquilidad del mundo.
nada, era su inútil cadáver, podrido por dero, en busca de alimento y esterillas. Koolau gruñó, intensamente satisfecho; la enfermedad o destrozado por una gra Consoló a los unos, dió ánimos a los otros, luego preguntó: nada, lo que realmente se pagaba a tan y de tal manera supo levantar el espíritu. Qué has hecho de mis gentes, del nialto precio.
de todos, que hasta los más débiles ayuda ño, del hombre, de las dos mujeres?
Su primer impulso, cuando los soldados ron a construirse sus albergues. Se han entregado, y espero que tú tamentraban por la senda tajada, fué adver Pero como no regresaran los encargados bién harás lo mismo. eso vengo.
tirles su presencia y propósito de impedir. de traer las provisiones, Koolau hubo de Koolau soltó una carcajada, como dando les el paso; pero posáronse casualmente volver hacia la garganta. Una descarga a entender su incredulidad.
sus ojos sobre el destrozado cadáver de la cerrada de doce fusiles saludó su aparición. Soy un hombre libre dijo. Nunca joven leprosa y guardó silencio. Seis hom sobre la cumbre del acantilado. Una bala hice daño a nadie. Unicamente pido que bres se habían aventurado por el paso pe le atravesó el hombro y una esquirla de me dejes solo y en paz. Libre he vivido y ligroso. Koolau comenzó a disparar sin roca que hiciera saltar otro proyectil al libre quiero inorir. No me rendiré jamás, detenerse hasta dejar libre la senda tajada. aplastarse sobre las peñas le hendió la jamás!
Vació la recámara del fusil, y cuando lo mejilla. Instantáneamente, mientras se ocul. Veo, entonces, que tu pueblo es mucho hybo cargado, abrió fuego nuevamente hasta taba de un salto, vió que el desfiladero más prudente y avisado que tú repuso el harrer la senda una vez más. allí per bullia con la presencia de numerosos sol joven capitán Mira. Se acercan. Vienen maneció, como encadenado a las breñas dados. Su propio pueblo le habia traicio a entregarse.
que le ocultaban, dispara que dispara. nado. Las granadas les habían parecido Koolau volvió el rostro para comprobar Relampagueaban en su cerebro los fan demasiado terribles y pavorosas. Preferían lo que le decían, y vio que se aproximaban, tasnias de todas las injusticias sufridas, la prisión de Molokai.
en efecto, los últimos restos de su pueblo, añadiendo nuevo combustible a su furia Koolau se dejó caer tras de las rocas, arrastrando, entre lamentos y gemidos, la vengadora. Allá abajo, sobre la roca pela protegido por ellas, y desciñéndose una de horrible procesión de su laceria miserable.
da, buscando inútilmente los escondrijos sus cananas repletas de cartuchos, espero Koolau hubo de sufrir la más honda de que las desigualdades del terreno pudieran serenamente. Apareció el primer soldado; las amarguras al recibir las imprecaciones ofrecerles, los soldados presentaban un blan Koolau le dejó trepar hasta que presenta e insultos que le dirigían los suyos al acerco seguro. También ellos hacían nutridos ra medio cuerpo a sus disparos; luego tiró carse. una mujer vieja, de cara de bruja, disparos. Los proyectiles silbaban a uno y del gatillo. Repitió dos veces la misma que conducía, jadeante y fatigada, la reata otro lado del leproso, aplastándose contra operación, y algunos instantes después apa de leprosos, se detuvo, extendió las mauos las piedras, para salir rebotados y cortar reció al borde del acantilado una bandera rugosas y afiladas como zarpas, agitó la zumbando el aire. Una bala perdida le blanca ondeada al viento.
cabeza retorcida en un gesto de muerte, y abrió un largo surco en el cuero cabelludo. Qué queréis. quién buscáis? pre le maldijo. Luego, fueron desa ın reciendo y otra pasó rozándole toda la espalda, sin guntó.
uno en pos de otro, tras del borde del acanarañarle siquiera. ti te buscamos, si eres Koolau el tilado, en donde los soldados ocultos reciAquello era una verdadera carniceria.
leproso le respondieron.
bían a los prisioneros.
Los soldados iniciaron la retirada, reco Koolau se olvidó por unos instantes Puedes retirarte dijo Koolau al capigiendo de paso a los heridos. Cuando se de todo cuanto le rodeaba, y pensativo, no tán. No me rendiré jamás! Esta es mi hubieron alejado, Koolau se dio cuenta de pudo por menos de maravillarse ante la última palabra. Adiós.
que olía a carne quemada. Miró en torno extraña insistencia de aquellos haoles o El capitin se deslizó peñas abajo, uniénprimeramente, luego descubrió que el calor del rifle le había quemado la mano, pero extranjeros que habrían de imponer su vo dose a su tropa. Un momento después, sin luntad aunque el cielo y la tierra se les enseñar la bandera de paz, izó el sombrero no sentía dolor nlguno porque la lepra le viniera encima. Ay! no dejarían de impehabía destrozado la mayoría de los neren la punta de la espada. Koolau hizo fuerar sobre todos los hombres y sobre todas gory unu bula lo traspasó de parte a parte.
vios. Sólo el olfato le reve! aba la existenlas cosas aunque les costase la vida. No Le estuvieron bombardeando toda la tarcia de las quemaduras.
podia por menos de admirar aquella vo de desde la orilla del mar y le persiguieEstuvo riéndose un rato entre los bre luntad indómita, más fuerte que la vida, ron cuando se retiraba a las inaccesibles nales que le ocultaban; luego se acordó de más poderosa que la muerte, que sujetaba montañas del interior. Durante seis semalas bombas. Sin duda no tardarían en dis el universo entero. a sus pies. Estaba connus seguidas le acecharon, como cazadores parar, principalmente contra el macizo vencido de su impotencia en aquella lucha de los matorrales que le protegían. Decique otean la caza, de montaña en montana desesperada. Nada podría oponerse a la y de risco en risco, sobre los picos volcadió, pues, cambiar de sitio, y apenas se terrible voluntad de los haoles. Aun cuando habia retirado a un escondrijo formado por nicos y por las sendas de las cabras monmatara a un millar de soldados, se levan taraces. paleaban, avanzando en hileran, las junturas de rocas del acantilado, en tarían eternamente otros mil ý, tan ina. las selvas de lantana y los breñales de donde no cayera proyectil alguno durante gotables como las arenas del mar, caerían guayabos, cuando en ellas se escondía, oluliel primer bombardeo, cuando los cañones. incesantemente sobre él. No reconocían ja gándole a escabullirse como conejo persecomenzaron de nuevo su fuego destructor. más la derrota; nunca se daban por ven guido. Pero koolau sabía revolverse, burKoolau contaba las explosiones. Cayeron cidos; tal era su virtud y su defecto. En larles y eludirles. No había medio de arrinmás de sesenta granadas, dejando de tal cambio, los hermanos de su raza carecían conarle. Cuando se veía estrechamente manera socavada y removida la superficie de cualidad semejante. Si; ahora compren cercado, su certero fusil hacia retroceder de aquel trozo de tierra, donde nadie podría dia la causa de que los habilidosos misio a los enemigos, que habían de llevarse por haber sobrevivido. Así lo creerían sin duda neros de la palabra divina y los traficantes las sendas agrestes procesiones de heridos, los soldados, porque aquella misma tarde que predicaban el evangelio del ron hubiecamino de la playa. veces le acometían comenzaron a ascender por las sendas de ran conquistado toda la tierra de sus ancon descargas cerradas, en cuanto distinlas cabras salvajes, bajo el sol ardoroso del tepasados. la causa era.
guían un instante el cuerpo oscuro del atardecer. de nuevo la senda tajada fué. Bien. qué piensas. Te decides a venir leproso entre la maleza del monte. En una teatro de un sangriento combate, y de nue con nosotros?
ocasión, le sorprendieron cinco soldados en vo los atacantes hubieron de retirarse a Era la voz del hombre invisible que agilas orillas del mar.
la senda descubierta que unía dos concataba la bandera blanca. Allí estaba, como vidades y dispararon sobre el toda la carga Durante dos días seguidos defendió Koo cualquier otro haole estaría dispuesto a de sus fusiles, mientras que se encaramabat lau el paso inexpugnable. Los soldados se lanzarse inflexiblemente al propósito deter vertiginoso por el camino. Descubrieron.
contentaban con enviar unu granizada de minado.
después manchas de sangre en algunas pebombas cada vez que hablan de retirarse. Hablemos contestó Koolau.
ĩas y comprendieron que estaba herido. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica