REPERTORIO AMERICANO 331 Era un caballero amante quien su amada engañó.
Por traidora despreciaba la que fuera su Dios, por afrenta tenía La tortura de su amor. los demás paladines la arena convoco: Salga al frente el que indicare Una mancha en mi pasión. Todos callaron en torno, Nenos su propio dolor, a sí volviendo su lanza, Se la hundió en el corazón.
XVIIT Molinos de viento ¿No oyes. di, lejanos sones, Como de violas y flautas. Giran allí muchas bellas En alas de alegre danza. Caro amigo, te equivocas: No hay tales violas ni flautas; Lo que escucho es el porquero Que ya vuelve con su piara. No escuchas sonar los cuernos De los que van a la caza. Miro los corderos, y oigo De los pastores las gaitas. Ay, amigo, te equivocas: No hay tales cuernos ni gaitas: Lo que miro es el cabrero Que conduce su manada. No oyes, di, lejanas voces De trovadores que cantan. Parece cual si los ángeles Batieran sus niveas alas. Sonetos al fresco III El lirio, la tortola, el sol y la rosa, Formaron un tiempo mi férvido amor; Hoy sólo es querida Ni bailo, ni me humillo con los tontos La dulce, la tierna, la pura, la hermosa Que oro por fuera son, fango por dentro; Que es fuente perpetua de toda pasión; Ni al que me tiende en público la mano. La que es mini vida, por detrás me ataca, se la estrecho; El lirio, la rosa, la tortola, el sol!
Ni ante las Circes mágicas que exhiben XXXV Sin pudor su ignominia, me prosterno; Ni del carro triunfal de idolo falso Se alza del Norte en la región helada Tiré jamas, uncido con el pueblo.
Un pino solitario; dormita, del hielo y de la nieve Bien sé que el roble en la tormenta cae, Bajo el yerto sudario. que el cimbrante junco a alzarse torna, Mas, ay, después. cuál es el fin del janco. Sueña con una lánguida palmera Que en el lejano Oriente. Qué feliz! de bastón a algún idiota Aislada y melancólica, suspira Sirve primero, y luego se destina Sobre una roca ardiente. sacudir el polvo la ropa. II Solitario y sombrio, La máscara me dad, que disfrazarme Iba yo por el campo, a la ventura, Una hermosa moana del estio; Quiero de pobre diablo; así los tunos, Sereno era el azul, el aura pura, Que con trajes históricos se visten, sus dulces querellas No me tendrán por uno de los suyos.
Decíanse entre si las flores bellas.
En el vocabulario y las maneras Con mi dolor solas, Del pueblo vil quiero ponerme ducho, Desesperado y Vivido me vieron, Dejando atrás toda escogida frase hacia mi dirigiendo sus corolas: Como esas de que el pícaro hace uso. Hombre pálido y triste, me dijeron.
Depón la hiel humana, Así, al baile de máscaras grandioso, no guardes rencor a nuestra hermana.
Iré, y me rodearán Reyes y ReinasYa Arlequin me saluda, ya aquel otro Con la espada de palo me golpea, El regreso aquí está el chiste: me descubro el rostro ¡Y los bandidos trémulos se quedan!
IV Voy por el bosque sumergido en llanto.
VI en lo alto de las ramas el zorzal Vuela y modula en inelodioso canto: Cuando después de un año volví a verte. Por qué tan triste estás?
No ine besasto a la hora del retorno, Así le dijes y de su rojo labio Las pardas golondrinas, tus hermanasVino mi labio el beso más dichoso. Avecilla decirtelo podrán; Ellas que hacen su nido en las ventanas Luego, de un mirto que a la luz crecía De mi dulce beldad.
En su ventana, desprendió un retoño: Toma me dijo, esta florida ravin, entre cristales, plántala en un soto. Está la noche tempestilosa y fría; De luceros vacia Ha largo tiempo que la rama guardo, La bóveda del cielo; Ha largo tiempo se secó en el tiesto, hace ya nuchos años, muchos años, yo, entre tanto por la selva umbria, Que a la doncella de mi amor no veo. Perdido vago a solas con mi duelo. Mas, ay, el beso que me dió su labio, De una luz el reflejo vacilante Arde en mi alma aún como un incendio! Alcauzo a ver distante, En la cabaña oseura Intermezzo lírico Del cazador. Prosigue, caminante; Que allí también hay sombra y desventura La anciana abuela, en su sillón do cuero, En el hermoso y florecido Mayo.
Ciega y de aspecto austero, Sentada estů, cual ruda.
Cuando abren los botones, Marmorer cfigie en ademán severo, Abrió también dentro del pecho mio Rígido, inmóvil, olvidada y nuda.
La flor de los amores.
Del guarda bosque el hijo pelirrojo, En el hermoso y florecido Mayo, Dando voces de euojo, Cuando las aves cantan, Va y viene In escopeta la que adoro, confesé mi avbelo, Apoya al muro, y su brutal antojo Mis sueños y esperanzas. su lalio soez bada respeta. Lo que tan dulce te suena, Trovas no son, ni cantatas: Son los gansos que ya vuelven Conducidos a la granja. Las campanas, di, no escuchas Vibrar sonoras y claras. Los fieles marchan, contritos, arrodillarse ante el ara. Eso que oyes es la esquila De los bueyes y las vacas, Que al establo del cortijo, Paso a paso, vuelven tardas. Ves aquel velo flotante aquel ondular de fada. Es la hermosa, que me envía Entre suspiros, su alma. Yo, querido, lo que veo Es la mendiga, es la Paca, Que atraviesa en sus muletas, Andrajosa y descarnada. Alora, amigo, que has reido De mis sueños a tus anchas. Tendrás también por visiones Lo que siento yo en el alma. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica