REPERTORIO AMERICANO 187 Del Himno a la luna El loro Luna, quiero cantarte. Oh ilustre anciana de las mitologias!
Con todas las fuerzas de mi arte.
Deidad que en los antiguos dias Imprimiste en nuestro polvo tu sandalia, No alabaré el litúrgico furor de tus orgías Ni su erótica didascalia, Para que alumbres sin mayores ironías, Al poligloto elogio de las Guías, Noches sentimentales de mises en Italia.
Socarrón, perspicaz, sonoro, la casa aturde y alegra Con su ladina lengua negra, Sobre su oro o su percha, el loro.
Sabe cantar un tango entero, Los nombres nunca desacierta, según llamen a la puerta. Grita: ila leche! o jel cartero!
Ya repite la carcajada el rezongo de la vecina, Ya remedando a la gallina, Niente otro huevo a la nidada apreciando al pela fustín Con su sagaz ojo de vieja, Le suelta mientras lo festeja Una medalla y un refrán. es de admirar con qué decoro No desprovisto de ironía, Dice la fámula tardía. No se olviden del pan del loro»
De El libro de los paisajes Eres bella y caritativa: El lunático que por ti alimenta Una pasión nada lasciva, Entre sus quiméricas novias te cuenta. Oh astronómica siempreviva! al asomar la frente Tras de las chimeneas, poco a poco, Haces reír a mi primo loco Interminablemente.
En las piscinas, Los sauces, con poéticos desmayos, Echan sus anzuelos de seda negra a tus rayos Convertidos en relumbrantes sardinas.
Sobre la diplomática blancura De tu faz, interpreta Sus sueños el poeta, Sus cuitas la romántica criatura Que suspira algún trágico evento; El mago de Cabul o la Nigricia, Su conjuro que brota en plegaria propicia. Oh tú, ombligo del firmamento. Mi ojo científico y atento Su pesimismo lleno de pericia.
El chaparrón Flechan las gotas cristalinas, con chillidos de cristal, En bandada de golondrinas Ganan las chicas el portal.
Su. aspaviento la calle alegra, como si las escuchara, En el desliz del agua negra Pasa pronto la lluvia clara.
Pero ante el vado aun muy crecido, Bajo la enagua blanca o rosa, Si el pequeño pie es decidido, La linda pierna es temerosa.
Al resplandor turbio De una luna con ojeras, Los organillos del suburbio Se carían las teclas moliendo habaneras.
En una fonda tudesca, Cierto doncel que llegó en un cisne manso, Cisne o ganso, Pero, al fin, un ave gigantesca; la caseosa Balduina, La moza de la cocina, Mientras estofaba una leguminosa vaina, Le dejó en la jofaina La luna de propina.
De Lar horas doradas El hastío Encontré por la senda Una mujer y un hombre, un árbol que al viento Hacía genuflexiones.
Más lejos un asno que no hacía nada, más lejos una piedra informe. en tres mil leguas de mi espíritu No había más, entonces, Que un árbol, una piedra, un asno, Una mujer y un hoinbre.
De Filosofícula De El almuerzo Del Lunario sentimental De La oda al amor. te vuelves, lector, el mozo enteco De la tertulia, el infelice avaro Del guante impar o del ramito seco; Mientras ella con rostro ingenuo y claro, Hace la niña boba cuya cinta Blasona idilios en pueril descaro; La cuñada, aunque un tanto janona, Interesa con su aseada persona si circunspecta moderación De doncella positiva, Que estira, al sentarse, la falda esquiva, baja los ojos con matrimonial prevención.
Por decoroso disimulo, Nuestra inirada elude, alisando un rulo Al niño callado Que come a su lado; que según dice más de un vecino, Se le parece demasiado Para ser su sobrino. con premioso afán mancha de tinta Sus labios, al ponerte en la postdata Una cruz breve y lo que así te pinta.
De Poemas solariegos De El libro fel (rasa a lu páginu 192) Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de Universidad Nacional, Costa Rica