64 REPERTORIO AMERICANO Despertó Gabriel Grub al romper el día y encontróse tendido sobre la tumba plana. junto a la cantimplora vacía y con el abrigo, la pala y la linterna, cubiertos de blanco por la escarcha nocturna, despaTramados por el suelo. La piedra que primero había sustentado al duende alzábase enhiesta frente a Gabriel, y no muy lejos hallábase la fosa en que por la noche trabajara. Al principio dudó de la realidad de sus aventuras; pero el dolor agudo que sintió en sus.
hombros al tratar de levantarse convencióle de que los puntapiés de los duendes, no habían sido ideales.
sino ciertos. Vaciló un tanto. otra vez al no percibir en la nieve las lucllas de los duendes que jugaran a la rana sobre las tumbas, mas comprendió inmediatamente lo natural del fenómeno recordando que, al ser espíritus, no habían de dejar tras de sí impresiones palpables. Púsose de pie Gabriel Grul) con no poca dificultad, por el dolor que sentía en la espalda, y, sacudiendo la nieve de su gabán, se volvió a la ciudad.
Pero era otro liombre, y no podía hacerse a la idea le volver a un lugar en el que había de recelarse de su arrepentimiento y desconfiarse de su enunienda.
Vaciló unos momentos y tomó otro rumbo. vagando a la venta, con propósito de buscar el sustento en cualquier otra parte.
La linterna, la pala y la cantimplora encontráronse aquel día en el camposanto. Muchas fueron las conjeturas que se hicieron acerca de la suerte del enterrador en los primeros momentos, pero en seguida se dió por seguro que había sido arrebatado por los duendes, y no faltó testigo fidedigno que le había visto cruzando los aires a los lomos de ui alazán tucrto.
con ancas de león y cola de Oxo. Acabó por aceptarse ciegamente esta versión. y el nuevo enterrador ensenaba a los curiosos, por una modesta propina, un gran trozo de la giraldilla de la iglesia. quo había sido desprendido por el mencionado caballo, en su aérea fuga y recogido por el mismo en el camposanto uno o dos años después.
Desgraciadamente, aquellas historias viéronse un tanto desautorizadas por la inesperada reaparición del propio Gabriel Grub sobrevenida diez años despnés en forma de un anciano reumático, andrajoso y alegre, Contó su historia al párroco y también al alcalde, y con el tiempo empezó o ser aceptada como asunto de cuento y tradición, en cuya forma ha llegado hasta nuestros días. Los que habían prestado crédito a la conseja de la veleta, después de haber colocado su fe en base tan liviana, renunciaron a desprenderse otra vez de aquella teologal facultad y miraban con gesto avisado y se encogían de lombros y se llevaban el dedo a las sienes, murmurando algo así coino si Gabriel Grub se hubiera bebido toda la ginebra y caído sobre la tumba vencido por el sueño, y pretendieron explicar lo que él suponía haber presenciado en la caverna de los duendes. diciendo que el enterrador había visto el mundo y tornándose más discreto y prudente. Pero esta opinión, que nunca llegó a popularizarse, fué poco a poco perdiendo crédito. y sea lo que fuere, como, Gabriel Grub se vió aquejado del reuma hasta el fin de sus dias, esta liistoria tiene al menos una moraleja, y es que si un hombre se vuelve Huraño y da en beber en la solodad, en tiempo de Pascua, puede prepararse pasarlo mal, aunque el alcohol no sea tan bueno ni tenga tantos grados como los espíritus que vió Gabriel Grub en la caverna de los duendes.
CARLOS DICKENS IX pelet Print onrox el lloh Pichurrick.
Sorrcomienda li licióu ilo la Colic ción niversal. Marill. Del libro La hora de las ventanas iluminadas en tanto llena el cubo, para el asco diario, el agua campesina que es la monja portera, Arbol de cacao Árbol de cacao: cabaña de frescura en la tierra caliente, en donde hasta el silencio se vuelve sonrosado y donde sabe a cascara de naranja la sombra.
Con una verdad biblica exhalas tus profecías de aroma!
De rodillas y con las manos juntas, oyendo el rumor de las colmenas microscópicas tu bcatitud madura.
Lleno de pensamientos en almendra, consignas en las páginas del aire la novela de las tierras virgenes y hasta el olor de la jícara de las abuelas en el comedor de puertas calladas donde gotea el reloj de pared como una media naranja.
La dádiva La tierra con las manos extendidas recibo la dádiva de calcio de nuestros esqueletos.
Ya no puedo tocarte, descansando tan cerca!
No es ya para mi sed tu pozo de cabellos y la larva derriba tu caliente edificio.
Hénos aqui a los dos, solemnemente atentos a lo que nos murmura al oído la tierra. Hubieras sido madre, y tu fruto estuviera traspasado de miel rodando hacia la tarde.
Me hubieras dado un hijo, y se hubiera clavado en mi pecho horinigueante la estaca de su grito!
Emparedados dentro de la tierra que surcan con sus largos túneles los insectos, entre un hervor oscuro la noche nos penetra.
Con el peso del mundo entre los párpados, la entraña florida hospedando un ser nuevo, nuestro cuerpo de tierra se va desmoronando.
Convento Huele a rezo de monja la mauzana inocente cuando Sor golondrina da el toque de maitines.
Quenia un incienso azul la hierba transparente y entre las ramas tiemblan alas de serafines.
Silencio abre las tapas de su devocionario.
Dice el grillo en latin la misa mañanera JORGE CARRERA ANDRADE.
Quito, Ecuador. 1920. Lista de Correos. Imprenta y Libreria Alsina. San José de Costa Rica Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica