REPERTORIO AMERICANO 51 La obstinación de las mujeres LO Pues, aunque entre un lobo en la pieza yo no me levanto de la cama. Pues yo, aunque arda la casa, tampoco De La Nación. Buenos Aires me levanto. Veremos. Quieres hacer una apriesta os hombres dicen que las mujeres son tres almadraques, cubierto con una colcha conmigo para que quedemos en paz?
obstinadas y caprichosas. Es posible de paño rojo de Granada, era lo bastante Quiero.
que tengan razón. Pero la verdad es que, ancho como para no obligarlos a dormir. El primero de los dos que hable irá a nadie se encapricha solo: no puede haber. abrazados cuando no hicieran eso por su cerrar la puerta. De acuerdo?
un obstinado sin que haya otro. Serán ca gusto; y, para que todo estuviera de acuerSancha, temiendo perder, ya no habló prichosas las mujeres, pero los honbres no do, el oratorio un pequeño tríptico de Flan más. Pero dijo que sí con la cabeza, con tal lo son menos; y, para demostrarlo, voy a des herencia de padres y de abuelos estaba expresión de júbilo y tal convicción de que contarles una historia, un antiglio cuento colocado sobre un arca con groseros herra la victoria, en aquella divertila apuesta, le de vidriera rótica, que anduvo en la tra jes de Guimaraes, como si los dos esposos pertenecería a ella, que el compromiso quedición de nuestras veladas familiares, que hubiesen querido reunir en el mismo riucón dó hecho, en silencio, como si fuese el procedía de alguna anécdota italiana o bre del hogar los bienes del cuerpo y los bienes sello del pacto, un largo beso de Pedro cetona del siglo xv, y que yo, al hojear mis del alma, que son, como quien dice, la ri rró la pequeña boca de Sancha, fragante y viejos papeles, nunca recuerdo sin una son queza y la oración. Ahora bien; aquella roja como upa flor.
risa. La historia van a verlo es divertida noche como todas las noches, después que asó el tiempo. No sé cuanto melia 110y tiene la gracia ingenua de las miniaturas los casó el cura fué a ese hogar humilde ra, aina hora. Peilio y Sancha se habían de un códice medieval.
que Pedro y Sancha se dirigieron, con la amado, con el robusto y religioso furor de alegría fecunda y con la ingenua sencillez dos esposos medievales, pero no se habían En los tiempos en que los hombres se ves: con que los pájaros se abrigan en sus nidos dicho una sola palabra, ni habían sentido tían de hierro y las mujeres le gracia ley las fieras en su cubiles, para besarse y la necesidad de pronunciarla. Cuando los ligiosa y de candor (en plena Edad Media. amarse en la paz del Señor.
besos son elocuentes, las palabras están de un labrador joven, llamado Pedro, que había Estaban. ya acostados, castamente desnumás. Los dos tenían la costumbre de regar casado hacía poco con la hija de otro labra dos, como para los esposos cristianos lo en voz alta antes de dormirse; pero aquella dor, antiguo vecino suyo, llamada Sancha, ordenaba la moral canónica de la época, y noche, ambos acostados ile espalda, con las vivían en el feraz Ribatojo rico en manamatrimonialmente cubiertos por su gran manos juntas y alzadas, como pastores bidas de bueyes y en tropillas de caballos colcha roja mudéjar, cuando Pedro. se dió blicos en adoración, rezaron, mentalmente, en una pequeña casa que quedaba en la cuenta de que la puerta de la casa estaba sin siquiera mover los labios. Qué isuporencrucijala de cuatro caminos y que pareabierta.
tan las palabras cuando es grande la fe?
cia, vista de lejos, una paloma blanca posada Dejaste la polerta abierta le dijo a su Convencidos de que, al fin de cuentas, el sobre un gran ribazo verde. Labradores, mujer.
hablar es nenos preciso para vivir de lo nacidos en tiempos casi patriarcales y, ade No fui yo, fuiste tú respondió Sancha, que ellos mismos se imaginaban, se durmás, recién casados, Pedro Sancha acosverificando que, en efecto, por la rendija de mieron en la paz de Dios, tranquilos y felices.
tumbraban acostarse temprano. Aquella nola puerta se veía el cielo estrellado.
che, apenas las sombras cayeron sobre la Sí, que fuiste ti, en castigo has de De pronto, apenas habían cerrado los ojos, tierra y los ruiseñores comenzaron a cantar, ir a cerrarla.
los despertó un fuerte ruido. Cascos de caPedro, que acababa de recoger el ganado. Eso sí que no. Tú que dejaste la puerta ballo escarbihan frente a la casa; oínse el miró a Sancha; Sancha, que hilaba sentada abierta es que debes ir a cerrarla.
ferrear de una armadura; el hierro de una en el unbral de la puerta, miró a Pedro. Oh, qué mujer caprichosa!
Tanza golpeó là lounlrera, desile afuera, se entendieron sin hablar, porque bastó que El caprichoso eres tú.
una voz fuerte y ronca grito: hablasen los ojos; y, tomados del brazo, ri. Qué te cuesta ir a cerrar la puerta. Oh, de la casa!
Era un caballero, revestido con sus armas sueños, felices la robusta y sana felicidad y montado en un caballo bardaclo do hicde la naturaleza en for entraron en la Pues entonces, que quede abierta porque casa, resueltos a acostarse más temprano y rro, que venia de camino y que llegado yo tampoco iré.
a dormirse más tarde aun que de costuma aquella encrucijada de cuatro senderos, Hay tres cosas, dice un poeta irabe, que hesitó respecto de cuál de ellos debía seguir.
bre.
difícilmente se vencen: un buen castillo, in Encontró una heredad; por la rendija de la Yo no sé si os hacéis idea, lior las lámibuen caballo y la obstinación de una mujer.
puerta abierta veíase luz; golpeó. Pero por nas de los viejos libros iluminados sobre Pedro le volvió bruscamente la espalda a más que golpease y volvieşe a golpear, no todo de los calendarios y de los libros de la muchacha, dispuesto a dormirse sin haobtuvo respuesta. Qué ono habrá nadie Horas medievales de lo que era, en la cerle caso. Por la puerta entreabierta reíanaquí. pensó para, sí. Impaciente, dió con Edad Media; la habitación de un labrailor se las estrellas, cada vez nás brillantes y la contera de la lanza contra la puerta, y rico. Toilo junto con la bodega, el lagar, oiase mejor el canto de los ruiseñores. Desla prerta se abrió de jar en par. la luz el establo, la alquerín donde se guarilaban pués de algún momento Sancha, que se humeante del candil vió una chimenea calas herramientas del trabajo, los graneros había acostumbrado a no dormirse mientras riñosa, un lecho atrayente, un retablo tlallenos de cruces como pequeñas capillaslos besos de su marido no le cerraban los menco cuya imagen parecia tenderle los ocupaba gran espacio; pero la casa de babi ojos, se le acercó a Pedro, lo enlazó en sus brazos hospitalariamente. Inclinóse sobre el tación era tan pequeña que decían ellosbrazos y le dijo con ternura: cuello del caballo para ver niejor le pacabía en la palma de lit mano de Dios. Un. Anda a cerrar la puerta, anda.
reció notar que en el lecho dorinia alguien.
a posento apenas, y en ese aposento de bár Te tú. Te voy a probar que no eres. Oh, de la casa. gritó el caballero. bara mampostería no había lugar más nás caprichosa ni más obstinada que yo.
que ¿Cuál es el buen camino para ir al castillo?
para la chimenea, que era la comodidad. Pues hemos de ver cuil es más. Pero Pero los dos bultos, que estaban de ese para el lecho, que era el descanso; para fíjate que yo soy mujer.
paldas sobre la cama, no se movieron, ni el trca, que era la abundancia; para el Yo, yo soy liombre. Quien ha de cerrar hablaron. Estáli durmiendo profundaineloratorio, que era la ſe. En la casa ile San la puerta eres tú.
te pensó el hombre de armas; tengo que cha y de Pedro la chimenea casi sobraha Sólo que me obligites por fuerza.
apearine del caballo para ir a despertarlos, para el sustento de los clos, porque cenaban No es preciso. así como lo pensó lo luizo. Aqnella torre con una taza de caldo uma escindilla de Pues entonces, o la cierras tú o queda blindada, yue era um caballero del siglo xix, miel; en compensación, el lecho, con dos o abierta revestido de todas armas menos del baci. No voy. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica