16. REPERTORIO AMERICANO nienilolo sobre el lomo para que flotara. como las lianas con que estaban atados los yacares uno detrás de otro se habían concluído, el Surubí se prendió con los clientes de la cola del último yacaré, y así emprendieron la marcha. El Surubi sostenía al torpedo, y los yacarés tiraban, corriendo por la costa. Subían bajaban, saltaban por sobre las piedras, corriendo siempre y arrastrando al torpedo, que levantaba olas como un buque por la velocidad de la corrida. Pero a la mañana siguiente, bien temprano, llegaban al. lugar donde habían construído su último dique, y comenzaron en seguida otro, pero mucho más fuerte que los anteriores, porque por consejo del Surubí colocaron los troncos bien juntos uno al lado del otro.
Era un dique realinente formidable.
Hacía apenas una hora que acababan de colocar el último tronco del dique cuando cl buque (le guerra apareció otra vez, y el bote con el oficial y los ocho marineros se acercó de nuevo al dique. Los yacarés se treparon entonces por los troncos y asomaron la cabeza del otro lado. Eh, yacarés! grito el oficial. Qué hay. respondieron los yacarés. Otra vez el dique. Si, otra vez!
Saquen ese dique. Nunca. No lo sacan. No. Bueno: entonces vigan dijo el oficial. Vamos a deshacer este dique, y para que no quieran hacer otro los vamos a deshacer després a ustedes, a canonazos. No va a quedar ni uno solo vivo ni grandes, mi chicos, ni gordos, ni facos, ni jóvenes ni «viejos. como ese viejísimo yacaré que veo allí, y que no tiene sino dos dientes en los costados de la boca.
El viejo y sabio yacáré, al ver. que el oficial hablaba de él y se burlaba, le dijo. Es cierto que no me quedan sino pocos dientes, y algunos rotos. Pero sabe usted que van a corner mañana estos dientes? añadió abriendo sul mensa boca. Qué van a comer. a ver. respondieron los marinos. ese oficialito olijo el yacaré, y se hajó rápicamente de su tronco.
Entretanto, el Surubí había colocado su torpedo.
bien en medio del diquc. ordenando a cuatt oyacarés que lo agarraran con cuidado y lo liudieran en el agua hasta que él les avisara. Así lo hicieron. En seguida los demás yacarés se lundieron a su vez cerca de la orilla, dejando únicamente la nariz y los ojos fuera del agua. El Surnbí se hundió al lado de su torperlo.
De repente el buque le guerra se llenó ile biuno, lanzó el primer cañonazo. pontra el dique. La granada reventó justo en el centro del dique e hizo volar eu mil pelazos diez o doce troncos: Pero el Surubí estaba alerta. apenas. queló abierto el agujero en el diqne, gritó a los yacares.
que estaban bajo el agua sujetándo el torpedo. Suelten el torpedlo. Ligero, suelten!
Los yacarés soltaron. y el torpedo vino a flor de agua.
En menos del tiempo que se necesita para contarlo, el Surubí coloca el torpedlo bien en el centro del boquete abierto, apunta con un solei njo. y por niendo en novimiento el mecanismo del torpedo. lo lanzó contra en buque. Ya era tiempo! En ese instante el acorazado lanzaba su segundo cañonazo, y la granada iba a reventar entre los palos, haciendo saltar en astillas otro pedazo de dique.
Pero el torpedo llegaba ya al buque, y los hombres que estaban en él, lo vieron; es decir, vieron el remolino que hace en el agua un torpedo. Dieron toclos un gran grito de miedo y quisieron inover el acorazado para que el torpedo no lo tocara.
Pero era tarde; el torpedo llegó, chocó con el inmenso buque bien en el centro, y reventó.
No es posible darse cuenta del terrible ruido con que reventó el torpedo. Reventó. y partió al buque en quince mil pedazos; lanzó por el aire. a cuadras y cuadras de distancia, chimeneas, máquinas. cañones, lanchas, todo.
Los yacarés dieron un gran grito de triunfo y corrieron como locos al dique. Desde allí vieron pasar.
por el agujero abierto por la granada, a los hombres muertos, heridos y algunos vivos, que la corriente del río arrastraba.
Se treparon amontonados en los dos troncos que quedaban a ambos lados del boquete, y cuando los liombres pasaban por allí. se burlaban tapándose la boca con las patas.
No quisieron comēr a ningún hombre, aunque bien lo merecía. Sólo cuando pasó uno que tenía galones de oro en el traje y que estaba vivo, el viejo yacaré se lanzó de un salto al agua, itac. en los golpes de boca se lo comió Quién es ese? preguntó uni yaçarecito ignolante. Ex oticiál le respondió el Surubí. Mi viejo amigo le había prometido que lo iba a comer, y se lo ha comico. Los jacarés sacaron el resto del diqne. que para nada servía ya. puesto que ningún buque volvería a pasar por allí. El Surubí, que se había enamorado del cinturón y los cordones del oficial, pidió q110 se los regalaran. turo que sacárselos de entre los dientes al viejo yacaré, pues abían quedado enredados allí. El Surubi se puso el cinturón. abrochándolo por Lajo de las aletas. y del extremo de sus grandes ligotes prondió los cordones de la espada. Como la piel del Surubi es nuuy bonita y por las manchas Oscuras que tiene se parece la de una vibora.
el Surubí nadó una hora pasando y repasanılo ante los sacarés que lo admiraban con la boca abierta. Los vacaros lo acompañaron luego hasta su gruta.
y le dieron las gracias infinidad de veces: volvieroi después a sii paraje. Los pescados volvieron también.
los yačarés vivicron y viven todavía muy felices.
porque se lian acostunbrado al tin a ver pasar vapores y laques que llevau naranjas.
Pero no quiereu saber nada do buques de guerra.
HORACIO QUIROGA Il si furniture de la Nilrue. Imprenta y Libreria Alsina. San José de Costa Rica Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica