REPERTORIO AMERICANO 229 Poniente Panteismo Toda la gradación de cobres viejos brilla en la lumbrarada, ponentina, y el sol, el viejo sol sus mil espejos multiplica en la lámina marina.
Un pincelazo rosa se adivina entre la variedad de ocres añejos cual una mancha de rubor. Culmina un farallón sus crestas a lo lejos.
Escuadrones quiméricos de nubes con filos de oro cruzan el poniente mintiendo endriagos, monstruos o querubes. en la paz de la tarde que se aleja, el mar con una angustia persistente tan suave canta, que su canto es queja.
Amo la tierra úber. En su seno la cigarra es un verso que revienta bajo el sol, y es la espiga amarillenta Estuche de oro lleno.
Sangre me da la vid. El vino es bueno, del alma las pasiones transparenta, y el chorro de agua que la luz orienta virtualiza mi espiritu sereno.
Fuente, montaña, mar, otero, sierra, en las fecundas ubres de la tierra os nutrís con un jugo inadvertido.
Yo te amo Norma obscura y opulenta, porque en compensación un grato olvido pondrás sobre mi carne turbulenta.
Los nuevos Fúcares De La Voz, Madrid AY en los Evangelios, sinópticos un pasaje donde se expresa con sencilla elocuencia insuperable el apego del hombre a las riquezas. Es la conversación de Jesús con el joven rico que queria salvarse.
El rico se llega a Jesús y le dice. Maestro bueno. qué haré para ganar la vida eterna. Por qué me llamas bueno? contesta el Maestro. Nadie hay bueno sino Dios. No sabes los mandamientos? No adulterarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre. Todas estas cosas he guardado desde mi mocedad dice el rico. Aun te falta una cosa añade Jesús Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y tendrás tesoro en el cielo. Ven y sigueme.
Entonces el que quería ganar la vida eterna se puso muy triste, porque tenía muchas propiedades. viendo Jesús que se había entristecido mucho, dijo. Cuán dificultosamente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas. Más fácil cosa es entrar un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el Reino de Dios.
Es decir, que aquel hombre que había guardado la ley desde su mocedad sentia congoja mortal ante la idea de perder sus riquezas. no dice el Evangelio que, dominando su tristeza, vendiera lo que tenía y lo diera a los pobres. Del relato evangélico se desprende que se ſué y Jesús no volvió a verlo.
to farisaico cuando un rico o un servidor de los ricos le dice al pobre. Mira, hermano pobre, qué pesadumbres e inquietudes trae la riqueza. Feliz tú que podrás facilmente ganar el reino de los cielos. El pobre podría replicar. Quieres que cambiemos? Si tanto te acongoja la riqueza, dámela y toma mi lote futuro. que no vendes lo que tienes y se lo das a los desnudos y los hambrientos. El rico no aceptaria la proposición. Se iria, como el que habló con Jesús, menos triste, con un poco de miedo, pensando que le había fallado el argumento. El pobre lo veria alejarse sin sorpresa, con el mismo apetito iracundo de los bienes ausentes que tenía antes del sermón. No se quedaría pensativo, dudando si, efectivamente, la riqueza será un mal. Lo único que le haría vacilar sería que el rico se despojara de ella y le dijese. Tómala.
Mas este argumento práctico no se produce jamás en la discusión.
de todas las claves historiales la de mayor aplicación es la interpretación económica.
Muchos bienes ha producido esa sed de posesión; grandes maravillas, multitud de inventos y creaciones que han aumentado el bienestar humano. al lado de ellos. cuántos males. crímenes, tiranías, prostituciones materiales y morales, odios y trastornos. Tan poderoso es el amor a la riqueza que hasta las comunidades de hombres que, guiados por un sentimiento místico de re.
nuncia y por la idea de la vanidad de la vida, empiezan haciendo voto de pobreza, acaban frecuentemente enriqueciéndose y ofrecen sacrificios al becerro de oro o, por lo menos, lo tratan con mucha reverencia, La riqueza individual, cuando llega a ser extremada, rebasà el limite de la utilidad.
Ya ni en lo superfluo tiene empleo, porque todo lo que está en el comercio de los hombres se halla a su disposición. Habría que inventar otra cosa, y los multimillonarios no tienen, por lo general, bastante imaginación.
La opulencia no puede multiplicar las fuentes naturales del goce, no da al opulento cien estómagos ni centuplica su sexualidad.
La beneficencia, el coleccionismo, los caprichos llegan a fatigar. Todo pierde su precio cuando todo resulta barato y asequible. Una excesiva riqueza llegaria a ser una servidumbre si no quedara en ella algo que es como su elemento metafísico: la afirmación de la voluntad de potencia, el sentimiento de un gran poder de dominación, Cuentan que Eusebio Blasco, que no tenía dos pesetas, conversaba en París con uno de los Rothschild y queria convencerlo, en broma, de que el, Blasco, era el más rico.
Resultaba que los vestia el mismo sastre, que comían aproximadamente lo mismo, que disfrutaban de los mismos placeres mundanos y que Rothschild tenía muchas más ca.
vilaciones. Probablemente Rothschild asentiría sonriendo a la demostración del escritor español, porque nada hay tan grato para un millonario como el que lo compadezcan por su riqueza; pero no se hubiera cambiado por Blasco, por la misma razón que tuvo el joven rico que habló con Jesús para no seguir el consejo evangélico. Su dinero, personalmente, le sobraba; pero quedaba la El amor a la riqueza no necesita explicaciones cuando se habla sin hipocresía. El hombre tiende, naturalmente, a la posesión de lo necesario, y cuando lo ha conseguido, de lo superfluo. medida que la civilización multiplica las cosas superfluas el apetito de la riqueza se hace más vasto e imperioso.
Muy pocos son los que se contentan con la aurea mediocritas. La considerarán como el estado perfecto la víspera de lograrla; pero al día siguiente les parece escasa.
El afán de enriquecerse ha sido un gran estimulante para la civilización. Por él los argonautas emprenden sus navegaciones, pelean los paladines, estudia el sabio, trata de embellecerse más la hermosa, procura el artista aprisionar en sus obras la belleza y se sujeta el hombre a la servidumbre del trabajo. El instinto o el pensamiento económico no es ciertamente el único móvil humano.
Los hay puros, desinteresados o pertenecientes a otras pasiones o intereses. Mas No voy a escribir una homilia contra la riqueza. No tengo ciencia ni vocación de predicador. Ahora no se predica contra la riqueza dirigiéndose a los ricos, como hacia Jesús. De los peligros y sinsabores de la riqueza se habla a los que no tienen nada o tienen muy poco, para apaciguarlos y ver de que, contentándose con el sebo de la vida eterna, dejen en paz a los ricos. Es uite predicación poco escuchada. Tiene acen Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica