REPERTORIO AMERICANO 335 LA EDAD DE ORO Lecturas para niños (Suplemento al Repertorio Americano)
Procesión del Santísimo En San Salvador 9 de marzo de 1919.
la alegría; solteras a quienes nadie amo, aunque fueron graciosas y buenas, y que todavía sabrian amar; pobres abandonadas, que todavía sabrían perdonar a los maridos infieles e ingratos; campesinas rotosas, con su renegrida musculatura de bestia fatigada; lavanderas reumáticas, y costureras ya bien entradas en la tisis; canasteras con bocios agobiadores; aplanchadoras con ojos irritados, y los brazos llenos de requemones. otras más, y otras más, oscuras, indefinidas; náufragas de la vida, que la muerte ha olvidado llevarse. gentes sin mañana, tormentoso el ahora, estéril el ayer. Todo el diapasón del sufri miento que se encona en la siempre esclava, en la siempre víctima del hombre.
La tarde luminosa, ardiente, sofocante. Un vahọ de sudor y de respiraciones viciadas se mezcla con el incienso y con el polvo fino que vaga en el ambiente; y sobre esta nube de acres emanaciones, flotan suspiros indecisos, sollozos comprimidos, lamentos sofocantes. Vénganos el tu reino. Esos tus ojos, misericordiosos. Santo, santo, santo. Ahora y en la hora de nuestra muerte.
Pasan las últimas suplicaciones. Las últimas siluetas dolientes se esfuman en la lejanía de la calle. El templo ha quedado solitario y como pensativo, con sus grandes puertas desplegadas, sobre las cuales todavía rebotan los ecos tumultuosos de la procesión, y donde los últimos fulgores del rojo sol de marzo, imprimen los reflejos de un ascua que se va ya extinguiendo.
ALBERTO MASFERRER El Salvador Fúlton La religión es el reino de los que padecen.
En la fila anchurosa, interminable, que sale y sale del templo, lenta y perenne, como un hormiguero que cambia de morada, casi no se ven más que caras sufrientes y adoloridas.
Adelante, los chicos de una escuela vecina, seguidos de una columna de monaguillos y de tal cual moza que husmea un novio o un cortejo, dan una nota alegre y vigorosa, como para hacer menos dura la entrada en el reino de la tristeza.
Vienen luego dos filas de ancianas; mujeres fuertes y graves, con semblantes hombrunos, endurecidas a fuerza de trabajo y de lucha; ancianas heroicas que debieran reposar há tiempo en el sepulcro, uncidas al vivir por amor de algún nietecito sin madre, de alguna hija casada infaustamente, de un hijo desamparado e inepto. Rezan con tono aspero y semblante amenazador, como si retaran a la desgracia; como si en vez de pedir socorro a los dioses benéficos, desafiaran al principe de las tinieblas.
Vienen después los sacerdotes de San Ignacio, con sus blancas estolas, inclinando hacia el suelo sus caras finas, sus ojos velados, sus frentes pensativas y pálidas. Sus austeros semblantes contrastan, a trechos, con la lozania rubicunda de algún cura mundano, mocetón bien comido, con la barba canutosa acusándole de pereza.
Luego la orquesta, lloriqueante, envolviendo al Santísimo en una nube de suspiros, sollozos y lamentaciones, que se confunden en el aire con la monotonía de los rezos y el retenir de las campanas melancólicas.
De trecho en trecho resalta el sonsonete de los enseñantes, tond unos, penetrante, incisivo; otros con el acento opaco, lacrimoso y nasal. Uno de éstos, calvo, amarillo, anémico, fofo, repite, incansable el Padre Nuestro, con modulaciones intencionales que revelan no sé que penas hondas, oscuras, que no hallan modo de traducirse en palabras «Santificado sea el tu nombre. Vénganos el tu reino. le imprime a éstos el un acento, una melancolía y un énfasis que sobrecogen al oyente.
Más allá, otro, sucio, cara terrosa, harapiento, con los pies bailoteándose en unas alpargatas destalonadas, enseña la salutación a María, alargando mucho las silabas finales: Santa Mariiía, madre de Diooós. casi llora uno de oirle, porque en el tono lamentable y las vocales temblorosas y enfáticas, se adivinan gritos de socorro y una desesperada confesión de impotencia, que dice. ya no puedo más. ya no.
Señor, ya no quisiera andar tan sucio. y tan roto.
con estas alpargatas. ruega, Señora, por nosotros.
Pasan el oro y la seda del palio, bajo del cual relce la custodia, regando titilaciones y destellos.
Pasa, y se reanuda luego, compacta, ancha, uniforme, la marea de semblantes adoloridos: mujeres envejecidas apadas; muchachas que perdieron la gracia y La vocación equivocada es un fenómeno bastante común en la vida. Lo que ya no lo es tanto, cs gozar de la fortuna en el error, y sufrir indecibles miserias desde que se adquirió la verdad.
Si alguien parecia haber nacido con la pasión ciega, tenaz y profunda del arte, este es Roberto Fülton. Siendo aprendiz de joyero, siente de pronto nacer su verdadera vocación: será pintor. Con una rapidez casi sin ejemplo en la historia, llega a dominar su lápiz y sus pinceles al punto de que cuatro. años después de su iniciación, apenas a los 20 años, se nite el lujo de comprar para su madre viuda una casa con el producto de sus retratos.
Considérese esto: No se alcanzaba en aquella época (1785) con la pintura, los precios que se ol)tienen hoy por una mala oleografia. Vivir malamente, lograr subvenir con el arte a las pobres necesidades orgánicas, era ya empresa arriesgada. Fulton no sólo las realiza ampliamente, sino que logra asegurar a los veinte años la comodidad y la paz de su anciana madre.
Puédese conjeturar, pues, que la gloriosa fortuna acompañará para siempre a este joven artista, que ha hallado muy temprano el sendero de su alma.
Pero el sendero de Fulton no es éste. Un dia, después de algunos años de inquietud, se convence de ello. Se creía pirtor: es mecánico.
Desde esta revelación su vida no es sino una penuria y un desaliento continuos, en que van naufragando una por una sus ilusiones. Durante 19 años corre de Londres a París, de Paris a Amsterdam, de Amsterdam a Paris, y de alli nuevamente a Londres, sin que nadie, ni Bonaparte, ni el Instituto de Francia, ni las Comisiones de examen nombradas al efecto, presten crédito a su planes de invención. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica