J Pedra REPERTORIO AMERICANO La hermosa niña, en tanto, Hila, y el hilo moja con su llanto, Mientras a sus pies tendido, Presa también de su mortal quebrento, Lanza el lebrel del padre triste anllido. Las vesportinas nieblas Bajan y el mar envuelven en tinieblas, en misterioso murmurar las ondas Sus crestas ciñen de nevadas blondas.
De ellas, una sirena Surge y se sienta junto a mí en la arena; Su niveo seno la flotante gasa Que su hermosura vela, hinche y traspasa.
En amoroso nudo, Me enlaza ardiente, hasta el dolor agudo. Es tu abrazo de fuerza abrumadora. Oh, hermosa ninfa, de la mar señora. Si en mis brazos te estrecho, Es porque busco en tu ardoroso pecho El dulce alivio del calor del dia En esta noche nebulosa y fría. Palido luce el astro De la noche, entre nubes de alabastro, húmedos por el llanto están y rojos. Oh, hermosa ninfa de la mar, tus ojos. No es llanto lo que brota De mis ojos: me dijo es una gota Del mar que en ellos se quedó prendida Al surgir de las sombras a la vida. Su penetrante nota Lanza en el mar rugiente la gaviota tu pecho se agita en honda pena. Oh, de la mar bellísima sirena. Mi corazón palpita en honda pena sin cesar se agita. Porque te adoro con amor sin nombre En el mundo mortal, hijo del hombre!
XIV Salve, misteriosa y noble Cindad que brindaste un día Asilo, tras de tus muros, Al dulce amor de mi vida!
Responded, torres y puertas. Dónde está la hermosa niña. Os la confié, y de guardianes Debísteis siempre servirla.
Culpa no tienen las torres, Que tras ella no podían Correr, cuando la adorada De la ciudad huyó a prisa. las puertas la dejaron Pasar ufana y tranquila; Que toda puerta se abre Cuando lo quiere una niña. Ay, Dios! iqué dias estos que uno pass Aquí, tan aburridos, tan pesados. Sólo cuando a enterrar llevan a alguno, Es entonces no más, que vemos algo. Sin dejar de leer, la madre observa: Te engañas, solamente han muerto cuatro Desde que sepultaron a tu padre Allí junto al portón del campo santo.
Dando un bostezo la mayor «no quiero:Dice norirme de hambre en estos campos; Mañana mismo voy casa del Conde, Que es muy rico y está de mi prendado.
Con estúpida risa el hijo exclama: Bebiendo en la taberna he visto a cuatro Que saben hacer oro, y el secreto En estricta reserva me han confiado.
Ardiendo en honda indignación, la madre Le tira al flaco rostro el libro santo. Blasfemo del Señor, qué es lo que dices. Convertirte en ladrón quieres acaso?
En esto, alguno a la ventana toca, moviéndose alli, vese una inano: Es el difunto padre que los mira Desde afuera, en su traje de eclesiástico.
XLIV XXIV La blanca media luna del otoño Su disco asoma entre vapores pálidos, cabe el triste cementerio alumbra La solitaria habitación del párroco.
La madre lee la Biblia; el hijo clava Los ojos en la luz por largo espacio; Medio dormida, la mayor se estira, y la menor exclama con enfado. Sanos consejos dieronme; de honores Me colmaron, prolijos; ayudado me habrían, según ellos, haberlo yo querido.
Mas de hambre hubiera muerto, como todos Sas demás protegidos, no venir um excelente hombre, Por fortuna, en mi auxilio. Qué bombre tan bueno. me libro del ham bre; Lo que jamás olvido. Lástima que no pueda yo abinzarlo, Puesto que soy yo mismo!
AMERICANA SASTRERIA XLIX Sanlour Costa Rica NUESTROS TRABAJOS SON GARANTIZADOS LARGA PRACTICA EN NUEVA YORK Como espectros aparecen Las casas, en larga fila; yo en mi capa embozado, Silencioso, marcho aprisa.
Propietaria Ladies and En la torre dan las doce, Hora en que la amada mia Con impaciencia me aguarda Para rendirme a caricias.
Mi camino iluminando, La blanca luna es mi guía; Llego por fin a la casa, digo, alzando la vista. Gracias, luna confidente, Que asi ini senila iluminas. Adiós. prosigue en el mundo Vertiendo tu luz tranquila; Gentlemen Taylor Lado Oeste Foto Hernández si encuentras un amante Que solitario suspira, Brindale el dolce consuelo Que a mi ne brindaste un dia. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica