330 REPERTORIO AMERICANO Página lírica de Enrique Heine De Et Cancionero, Traducción de PÉREZ BONALDE.
Edición de Ollendorff. Paris, Canciones Vivir sin ti no puedo. Mas la ingrata Meneaba la cabeza y se reia. A las ocho lo ahorcaron, a las nueve Al despuntar el alla me incorporo Bajaba al fondo de la tumba fría; digo. Vendrh hoy mi dulce encanto? las diez. a las diez su idulatrada Baja el sol su ocaso, y gimo y lloro; Apuraba champagne y se reia. Hoy tampoco vendrá la que, amo tanto!
VII Llega la noche; crece mi amargura, en vano invoco el sueño en mi agonia, Los dos granaderos Y, soñando despierto, a la ventura Paso vagando en soledad el dia.
De Rusia, do cayeran prisioneros, Del. ruido de las ciudades, III su Francia querida, Huye al fondo de la selva, Volvían dos valientes granaderos; Vagaba yo entre los árboles, Donde susurran las hojas al cruzar la alemana solas con mi dolor; los pájaros gorgean.
Frontera, el alma de dolor rendida Vino el sueño de otros tiempos. Mas, cesan luego los trinos, Sintieron vacilar, a la tirana se entró en mi corazón. callan hojas y yerbas, Nueva infeliz del patria cataclismo: Cuando el Triste de los Bosques. Vencida Francia ra. Quién, pajarillos del cielo, Meditabundo se acerca. Perdido el Grande Ejército, y el mismo Esa frase os enseñó?
Emperador, cautivo en extranjera ¡Callad! que cuando la escucho, TI Desolada ribera. Se renueva mi aflicción.
La voz de la montaña Con la frente oprimida entre las manos. La cantaba una doncella Del hondo valle el áspero sendero Lloraron los gloriosos veteranos; Al pasar por este alcor, uno dijo Oh, dolor! recrudecidas, Desciende a paso lento, un caballero:. fue así que aprisionamos Siento abrirse de nuevo mis heridas!
Ay! quién me espera al término del viaje!
La dulcísima canción.
Dice con voz que el sufrimiento entraña, repondióle el otro, cabizbajo. Muriera yo contigo, si de fijo No volváis a repetirla. Será mi amor. Será la oscura tumba. No perecieran, jay! sin ini trabajo, Pájaros de dulce voz; respondió la voz de la montaña: Los que dejé en mi hogar, esposa e hijo. Queréis robarme mi pena, La oscura tumba!
Mi pena que es, ay, mi sol, sigue el caballero cabalgando. Qué me importan a mi, ni hijos, ni esposa. Mas, yo de nadie me fio, gime en tono lastimero y blando. Algo más triste en mi dolor concibo. Pajarillos del alcor. Cuán pronto bajo al seno de la muerte! Que mendiguen su pan. joh, horrible cosa. Mos, ay, tras esta lucha de la tierra. Mi Emperador! imi Emperador. cautivo!
IV Al menos hallaré paz en la tumba! Hermano. cuando muera, respondió la voz desde la sierra: Ejecuta mi súplica postrera: Tu mano apoya contra el pecho mío; iPaz en la tumba. Francia lleva mi cadáver frio. Oyes de un rudo golpe la inquietud. entiérrame en el caro suelo mío!
Es que hay adentro un carpintero impio Lágrima ardiente de amargura brilla Fija a la cinta roja, Que labra mi ataúd.
Del pálido viajero en la mejilla: Prende la cruz sobre mi pecho, hermano. Sé bienvenida, exclama a divisarte, Ciñeme al cinto mi templada hoja, no cesa un instante el golpe fiero, penas, ay, alcanzo en mi horizonte, el invicto fusil pon en mi mano. en vano intento al sueño recurrir.
Oh, paz del corazón sólo en la tumba. Acaba, acaba pronto, carpintero, tornó a repetir la voz del monte. Así en la tumba segniré sirviendo, déjame dormir. Sólo en la tumba!
Guardia montando, atenta: Hasta que el ronco estruendo Baladas la carga violenta Ella De los cañones y corceles sienta. ¡Y al pasar por mi tumba ya en olvido, El triste Se amaban con amor profundo y tierno: Mi Emperador, entre marcial ruido Eran ambos ladrones, gente impia; De aceros y de bronces, La vista del joven pálido El forjala gauzủas, y ella, en tanto, De mi sepulcro surgiré yo entonces defender mi Emperador querido! todos cansa tristeza, Tendida sobre el lecho se reia.
Pues lleva escrita en el rostro Pasaba el dia alegre, y por las noches XIV La intensidad de su pena.
En sus brazos gozaba. as un día Los cétiros compasivos Se lo llevarou preso, y ella, ella, El caballero herido La ancha frente le refrescan, Asomada al postigo, se reía. amor sin trabes le brinda ¡Oh! ven conmigo, ven, no ine abandones, Conozco una vieja historia Más de una altiva doncella.
EI, en su desventura, le decia, Que es un eco de aflicción: Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica