Violence

REPERTORIO AMERICANO 255 Leal SLL a a algunos pasos, llegar hasta el diván y caer en él, sintiendo que se ahogaba. En ese mismo instante, Felipe, que volvía por su cartera, olvidada hora ya de marcharme dijo vando, cejaba en sus rebeldías. depoal salir, entró precipitadamente en la Felipe a su mujer, lerantándose nía las armas invisibles que había alcoba.
perezosamente del diván.
levantado, y abría francamente. Me nuero! exclamó Berta al Pero ella le detuvo, como siempre, puerta a la sonrisa. No: no había que verle. idle muero!
exclamando con mimo: temer: aquello era insospechable; y Eu efecto, la palidez a Zrmante que Tan pronto. Quisiera yo quemar era Felipe quien menos podría adipintaba su rostro, no parecía decir esa oficina sin corazón que te arranvinarlo.
otra cosa.
ca de mis brazos.
El engaño llevaba ya muchos meMas como el reloj marcara precisases. Para arrostrarlo. Berta contaba Felipe, desconcertado, sin saber qué hacer, arrojó el sombrero y el bastón mente las tres de la tarde, Felipe, con su sangre fría, con su astucia, con su disimulo. Además, ella se asensobre el lecho, y se precipitó hacia después de abrazar tiernamente a su mujer, se dirigió al estudio, descolgó taba en sus propias teorías. Era de Berta, exclamando con angustia: el sombrero, tomó el bastón y salió los que no esperan de Dios ni el bien Pero ¿qué es lo que sientes. Exdel cuarto.
ni el mal, ni el premio ni el castigo.
plica por favor. Salvo la enfermedad y la muerte Me hace falta el aire. Me muero, Berta, como todos los días, le acomse decía que pertenecen a la natu me muero. repitió su mujer, resupaſó hasta la escalera, Reclinada ei raleza, bienes y males parten de los miendo en este grito cuanto la tortula barandilla le vió bajar lentamente, hombres; así, cuidándose de ellos.
raba, mientras él volvía de tiempo en tiemY se cuidaba en todo momento, Felipe dirigió los ojos en su redepo la cabeza para recibir, gozoso, los obrando con gran previsión.
dor, buscando un medicamento de besos que su mujer le mandaba con Por eso no se entregaba a la lec aplicación inmediata; pero en el tocala punta de los dedos. cuando Fetura de aquellas cartas, sino dor de Berta sólo había lociones de en su lipe desapareció por fin, Berta volvió alcoba. situada cerca de la escalera. belleza, frascos de perfumes, jabones, cruzar el pasillo y entró en su alcoba. Una vez sola en ella, aguzó lipe se había marchado, y atento el cuando estaba ya segura de que Fepolvos de arroz. Oxígeno, oxigeno. pensó Felipe el oido para ver si aún se escuchaoído para atisbar los pasos que podían ban los pasos de su marido; pero no. poniéndose en pie, acomodó subir.
su mujer entre los cojines del diván, ya éstos irían midiendo la calle. EnAsí, cautelosamente, como un ra y corrió hacia la campanilla para tonces, lanzando un gran suspiro que tón que devora en silencio el manjar llamar. Siglos le pareció que tardaban parecía de satisfacción, corrió hacia vedado, Berta releía lo que ya sabía la comoda, sacó un paquetillo, y co. de memoria, pero cuyo fuerte sabor en acudir, pero por fin, la doncella se presentó en la alcoba.
menzó a desatarlo.
parecía no gastarse nunca. Corra usted, le dijo Felipe De Maligna sonrisa le pintaba el ros Esa tarde, sin embargo, las cartas la farmacia más próxima. una bolsa tro. Solamente los muebles del cuarto presentábansele frías, casi sin sentido, de oxígeno. un médico añadió con conocían esa risa extraña. Ningunos inconexas. Era que no las estaba de violencia. Un médico a toda prisa!
ojos habían dado con ella; pero era letreando con la misma atención de Corra usted.
la que Berta empleaba cada vez que siempre? En efecto: advirtió que ha La doncella huyó por la puerta, al se quedaba sola, inientras desenvolvía bía pasado por alto algunos párrafos. mismo tiempo que por ella entraba, con cuidado aquel paquete de car Quiso releerlos; pero algo que no pudo jubiloso, dando saltos, Leal, el petas.
explicarse de momento, le quitó la rro de Felipe.
Ese paquete cambiaba frecuente intención. Colocó las cartas en el di Directamente, sin detenerse ante mente de sitio. Unas veces estaba ván y pretendió acomodarse mejor en su amo, Leal corrió hacia el diván arriba, tras de la cornisa del armario; él; mas el cambio de postura no le para depositar en el regazo de Berta otras, abajo, en el fondo de un mue trajo ningún bienestar; muy al con un paquete que llevaba apretado enble antiguo que sólo prestaba servicios trario, una desazón indefinible la obli tre los dientes.
de ornato. menudo era la misma gó a levantarse y a dar algunos pasos. Qué es esto? dijo Felipe tomanBerta quien guardaba aquellas cartas, por la alcoba. Sintió, de pronto, que do aquel paquete y examinándolo con apretadas contra corazón. Las se ahogaba; al mismo tiempo las pa precipitación. Parecen cartas. Se te palabras parecían palpitar, como pája reclés y el techo del cuarto comenza habrán caído en el jardín añadió, os. Berta creía sentir que sacudían rou a girar con loca rapidez sobre dirigiéndose a su mujer. Pero ve quo sus alas sobre ella, meciéndola, em su cabeza. Comprendió que estaba a Leal te las trae.
briagándola en sus halagos venenosos. punto de perder el sentido, e instin Las manos de Berta, crispadas, La impresión era tan fuerte a veces, tivamente, en un arranque automático, amenazadoras, vengativas, arrancaron que el temor de traicionarse la recorría tomó las cartas, las dobló, las ató brutalmente aquel paquete de las manos violentamente. Saldría a su rostro la fuertemente, y como en ese mismo de Felipe, y éste, puesto al instante la verdad. Sus miradas no irían a instante el ruido de unos pasos pre en guardia por la actitud ofensiva venderla en uno de esos momentos cipitados que subían por la escalera, de su mujer, le arrebató la presa con de peligrosa fascinación? Con cautela llegara distintamente a sus oídos, energia.
dirigia los ojos hacia todos lados, Berta, sin pensarlo casi, empujada Entonces ocurrió una escena indispara ver si algún testigo acababa de sólo por una fuerza irresistible, avanzó criptible. Berta, bamboleante, lívida, sorprenderla en sus estos reveladocomo pudo hasta la a, abierta feroz, se irguió como pudo, y poniónres. Daban miedo entonces aquellos sobre el huerto, y después de atisbar dose en pie, trató de perseguir a su ojos sombrios, relampagueantes, duros, la soledad en que éste se hundía, hizo marido para arrancarle de nuevo como los de un ladrón que, cogido un esfuerzo heroico y arrojó el pa aquellos pliegos peligrosos, pero falta en el delito, prepara el arma para queto hacia la noria, que estaba en de fuerzas, agonizante, cayó de nuevo matar al primero que se le acerque. el centro del jardín, sombreada por sobre el diván, en tanto que Felipe, Pero vuelta a la realidad, convencida los álamos.
al otro extremo de la estancia, romde que ningún testigo la estaba obserLuego, sólo tuvo tiempo de dar pía de un tirón el bramante del pasu Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica