74770 368 REPERTORIO AMERICANO Un códice de Fedro de las encinas sagradas, movidas por el viento profético, empezaron a agitarse, y los vasos de bronce. hablaron, al chocar, en su lengua misteriosa, Los hypothetes o adivinos, de sabios oídos, dijeron a las ranas, después de cobrarles el precio de la consulta. El oráculo os aconseja pedir a Zeus otra hidra. Desconfiaron las ranas de los hypothetes. Ya tenían bastante para su aflicción con la hidra presente; pero como eran ranas de buenos principios, respetuosas de los oráculos, obedecieron, y otra vez se presentaron a Zens suplicantes. Danos. oh Dios! le dijeron, otra hidra. Queremos tener dos sufetas, como los fenicios. Jove las miró asombrado de tanta insensatez, pues no estaba en el secreto del oráculo. Raza insensata les respondió ya que quieres acelerar tu destrucción, tendrás lo que pides, y será mi última merced. En Pavia, en un rincón de la Certosa, se ha descubierto un nuevo códice de Fedro. No faltan mamuscritos de Fedro: pero éste ofrece la particularidad de que algunos apólogos están interpolados y contimuados, no por el copista del codice, que debió de ser, por la escritura, un clérigo del siglo xiii. sino por algún retórico del siglo ir, que escribiría el Fedro corregido y aumentado, de donde se trasladó la copia inedieval.
El interpolador y continuador anónimo de Fedro acaso fué un sirio escéptico como Luciano de Samosata. Algunas de las interpolaciones que ofrece el texto contienen alusiones que hoy no es posible descifrar, y que ocuparán acaso a la Academia de Ins cripciones y Bellas Letras y a las demás corporaciones eruditas, pero otros de los agregados son de claro sentido y siguen la filosofia del fabulista. aunque a veces la conducen a una conclusión inesperada.
Uno de los apólogos refundidos es el de las ranas que pidieron rey a Júpiter. Este apólogo, vulgarizado por las versiones de los fabulistas modernos. es una fábula política que contó Esopo a los atenienses cuando murmrúraban de Pisistrato. Pisistrato era un tirano ilustrado y soportable; mas los atenienses suspiraban por la libertad. Esopo, con su prudencia de fabulista y de esclavo. les advertía que podían caer en peores manos.
Para explicar la variante contenida en el nuevo códice conviene recordar la breve acción de la fábula primitiva en las versiones corrientes.
Las noveleras ranas, queriendo dar lustre a su república, pidieron a Júpiter un rey. Júpiter, que sabía más que las ranas, les envió un madero, u: rey completamente inofensivo, que no se metia en nada. Al estrépito que produjo el madero cayendo en la laguna las ranas se zainbulleron asustadas. Luego fueron saliendo a ver el rey que les enviaba Jove.
Viendo que era un madero, se subieron en él y comenzaron a jugar y a hacer bellaquerías encima.
Después, cansadas de aquellos ejercicios, volvieron a sui tema y pidieron a Júpiter que les enviara otro monarca de más aparato, Incomodado el Tonante de tanta impertinencia, les mandó una hidra, que se puso a devorar concienzudamente a las ranas. El pueblo de la laguna dice el continuador de Fodro consternado por la matanza, se juntó en asamblea. Una de las ranas propuso enviar al hijo de Saturno otro inensaje. No más einbajadas! clamó la junta. No excitemos la cólera de Júpitern.
Otras querían declarar la guerra a la hidra: mas el serpentón era imponente, y las ranas, aunque inuchas: débiles y cobardes. Prevaleció el parecer de consultar al oráculo.
Enviaron, pues, su embajada a Dodona. Las ramas La nueva hidra imitó a la primera en lo de comerse a las ranas. siguiendo las tradiciones de su raza. Al principio las hidras no se molestaban wa a otra; pero luego los monstruos empezaron a mirarse con ojeriza. y un día, después de descomunal batalla.
quedaron las dos inuertas, flotantes en la laguna como dos troncos verdosos.
Las ranas. jubilosas al enterarse de aquel fāusto desenlace, dieron las gracias al oráculo. Quedaba por: ver lo que haría Júpiter.
Aunque iracundo, no era un dios cruel como los de Oriente, Curioso de ver en qué paraba la sandez de las ranas, fue a echar un vistazo a la laguna.
Era un día en que Jove se había levantado de buen humor. El Olimpo estaba tranquilo.
Aquel dios robusto y sensual pensaba acaso que los brazos de Danae eran más bellos que los de la misma Juno y que él había gozado de unos y otros.
Ganímedes, el vopero, le había servido bien (no hay que olvidar que el dios era un griego bastante complejo. Vió a las hidras muertas. Sy primer movimiento fué de cólera: pero como, en el fondo, le eran indiferentes las hidras y las ranas, se aplacó, y lanzando un gran grito a la laguna, con voz de trueno, dijo. jAnimales impertinentes, vivid en paz en lo sucesivo y no molestéis más a los dioses. Atenienses, imitad a las ranas dice el fabulista como moraleja. las cuales, después de oír el vozarrón de Júpiter, se dijeron muy contentas: no más hidras ni más memoriales a Júpiter. De hoy en adelante nos arreglaremos nosotras mismas como podamos. ANDREXIO (Lot or. Maclit.
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