REPERTORIO AMERICANO 59 Sus ideas femeninas, ornadas de lazos rosa, se me vienen al encuentro en una graciosa ronda.
En la fuente del contento de mi corazón jardin tú eres agua y eres canto derramándose en las tazas de la fuente del jardín.
Por los limpios pabellones de mi corazón jardin tú atraviesas a toda hora, mi trigueña golondrina, como el alma del jardín.
Al caer de la tarde Como ciervos espantados, mis días de aquellos tiempos se refugian en la selva rumorosa del pasado endonde un riachuelo canta con voz de cisne encantado.
En sus borrosas orillas enguirnaldadas de lila, danzan, vuelan con alillas de mirto, frescas sonrisas.
En el brasero de mi alma su recuerdo es un incienso, un sahumerio que da aroma suave a todo cuanto pienso.
Complaceme tar ausente, porque asi, en la soledad, soy más señor de mi mente; porque el silencio ermitaño desde su celda de musgos viene húmedo y oloroso arboledas, a deletrear conmigo hoja a hoja, y rayo a rayo, las yerbas y las estrellas.
Jardin. Soledad. Dulzura de crepúsculo en la transeunte luz perdida en la penumbra.
En el rural arroyo, un grávido rumor, en el aire un arrullo de palomas; las sonoras alondras de bronce del Angelus; el ósculo postrero de la tarde en los ojos de césped de los campos.
Callado el corazón; en mi alma, paz.
Todo, en redor, arcano pensamiento olvidado en la mente de un Arcángel.
a resinas Después, puntitas de llama en el cielo, como en un delantal lleno de joyas. Ay! la profunda sensación de que la tierra corre en el espacio como aguja que va hilando las hebras inmortales de mi vida en lo infinito.
En la ausencia el pensamiento idealiza los contornos de las cosas, desentraña sus recónditos sentidos, halla más hondos los mundos.
Sombra de lino Por entre los laureles pasó la sombra de lino de su traje hacia la orilla de las verdes aguas.
Su presencia es como el día, que hunde en luz el Universo; su ausencia es como la noche que se saca de entre el seno infinitas joyas de oro, para revelar, callada, la extensión de su tesoro.
Pieles de tigres y leopardos tendióle el sol sobre las yerbas del paisaje.
Trigueña Una banda de palomas, como un volar de nardos nevó el verdor de los laureles.
Ana Maria El silencio del paraje tuvo aliento de verbenas.
La de aquel sitio fué paz de azucenas.
Sobre el césped dolorido de mi corazón jardín tus trigueños pies se mueven con la gracia de las danzas que bailabas cuando niña.
Ella, la del albo lino, me tendió su mano y se alejó de mi por el sendero, casi invisible, del paraje en sombra.
Yo me quedé en el banco mirándola perderse entre las plantas como lunar y limpio rayo blanco.
Sobre la sufriente arena de mi corazón jardin tus trigueños pies me dejan, con la huella de tus pasos, la armonia de tus danzas.
En la sombra de las rosas de mi corazón jardín una risa de agua fresca llena el aire con tu nombre y la luz con tu presencia.
El canto de azahar de un limonero quebró el silencio del cristal del aire.
Mi corazón reconoció la sombra: era mi juventud, enamorada todavía, a pesar de mi desaire y de mi gran promesa no cumplida, que venía encantar, con su mirada de veinte años; la tarde de mi vida. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica