REPERTORIO AMERICANO 207 Honduras.
Los hermanitos que los monjes, con delectación integra, acentuaban la santidad de las cosechas.
de San Francisco de Asís Cou sus manos languidecientes, el Padre Cristóbal evocaba las escenas de los antiguos textos, cuando El santo de los ratones y los libros el santo de las rocas era visitado por el cuervo que traia la rama de laurel, y por el chacal que en el Martin de Porres daba de comer a los ratones hocico ofrendaba la frescura de los dátiles prietos.
para que no se comieran los libros. Esto pasaba en Acariciando la bandada, moviendo la tierra para Lima en 1639, según la prócer estampa que es el transfigurarla con una flora de evangeliario y de único mérito de este comentario.
oasis, el señor Rector del convento de Tepotzotlán En la sacristía, pavimentada de madera que fué llegó a tener una testa reverenda que pedia la midesde Panamá en el barco perulero de cabotaje, tra y que reclamaba el palimpsesto para entrar en retozaban los roedores consentidos, estirando las colas Vidas de los Santos.
las para dar gracias a Dios. los 95 años dormía en las esteras ásperas, se Hermano Martin, ya está el chocolate.
daba azotes en el calabozo penitenciario, ponía la el hermano Martin daba a toda prisa de comer frente en las baldosas, bendecia los desposorios de a sus hermanos mínimos. mientras se gozaba los pájaros ante el altar del firmamento.
viéndolos hacer piruetas en la canastilla donde hubo Pedia al Señor la mies garzul que es para la fruta, queso y miel, sostenía en el brazo a unºratón boca del malvado y para el mantel de la misa. Pedia inválido, el más viejó de la numerosa familia. la pureza de las alturas para su mentalidad y en su. Venga para acá el picaruelo. Verdad que hay ánfora de arcilla exangüe se compendiaba ei aroma páginas de libros que saben a queso?
de primavera de los salmos. el ratoncillo abría los ojos de topacio en llama RAFAEL HELIODORO VALLE y le temblaban de risa los bigotes. Sobre el anaquel del fondo y encima del ropero donde estaba ventilándose la casulla de oros marchitos, andaban busBernardo Palissy cando algo que se les había perdido, los otros enemigos del gato. De donde deducía el santo que si Bernardo Palissy fué uno de esos hombres de el gato es el Diablo, los ratones son los ángeles vasta influencia en la civilización, cuya fecha de que se quedaron ganándose el pan nuestro (y el muerte se ignora. Como acontece por lo general con suyo) entre las hendeduras de la tierra.
estos obscuros hombres del momento, la posteridad se apresura a conferirles en la historia heroica de Doña Adelaida y las hormigas la raza humana, un sitio de preferencia. Se les erige estatuas, se da su nombre a las plazas públicas, se disputa acaso el sitio de su nacimiento o de su Doña Adelaida Robles, a los 95 anos. cuida las muerte. La deuda queda asi pagada.
hormiguitas en el atrio de la Catedral de México.
Lo que se paga, en realidad, es la deuda a la No me hacen nada. Ya me conocen, porque gloria y vanidad del país que le dió a luz. Pero el hace 30 años que les traigo de comer.
pago de la incomprensión contemporánea, de los Arnulfo Rodriguez, que la sorprendió en tan dolores, de las miserias sufridas por ese hombre dudivina faena, cuenta que les iba echando migajas, y rante los veinte, treinta, cincuenta años en que arrasy por su pierna subían. y. bajaban como criaturas tró su miserable vida de héroe, esa deuda quedará huérfanas.
eternamente sin pagar.
Las tiene negras, de un negror alucinante; las Palissy había ejercido hasta los cuarenta años tiene rubias, como el oro inédito de la tierra. doña varios oficios y profesiones, sin descollar en ninguno Adelaida las reconoce a todas y al sacudir el pade ellos. No había logrado ni siquiera hacerse rico.
ñuelo en que les lleva su ración matinal, sufre por En esa edad tuvo entre las manos, por mero accique está pensando en los perros que no tienen médente, un jarrón de barro cocido y esmaltado.
dico, y que no pasean en automóvil, ni alardean en Posiblemente el futuro gran ceramista no habia la rúa rumbosa. sufre porque los gatos no tendrán nunca tenido. ocasión de contemplar de cerca un zapatos en el próximo invierno.
cacharro. Como Watt ante su modelo de máquina. Nunca me hacen daño mis hormiguitas excla desagotadora, Palissy se siente una sola cosa hasta ma. las quiero tanto, que rezo por ellas a San el final de sus días: esmaltador.
Lazarito, y le digo. Ten piedad de los pobres aniEn esa época a mediados del siglo xvi los itamalitos, que no tienen quién les dé de comer. lianos habían logrado hacer avanzar un gigantesco Doña Adelaida merece un lugar aparte en el paso al arte de la cerámica. Pero en Francia se escielo franciscano. Yo le haría una estampa en mataba aún en la infancia de los esmaltes.
dera y la pondría rodeada de sus hormiguitas de Pues bien: solo entre todos sus compatriotas, y corazón agradecido. Porque el día que ella se muera, por el espacio de quince años continuos, sin tregua ¿quién va a dar de comer a esas criaturas? Aunque ni desfallecimiento, sin cejar un instante ni apartarse es cierto que, para todos da Dios.
un milímetro de su ideal, Palissy abrasó su vida en los hornos para arrancarles el secreto de los esmaltes. El solo, sin ayuda ni aliento de quien fuere, Los gorriones del monasterio pues su mujer no hacia otra cosa que echarle en cara lo que ella llamaba su locura que los privaba Cristóbal de Mendoza y Mendo antes de ir al de pan, mientras sus hijos, de tierna edad, lloraban refectorio se asomaba a la reja de su celda, y en el de frio y hambre.
aire de la mañana se abrían las florecillas azuladas Los vecinos hablaban duramente de él, al punto de su oración. Entonces los gorriones que vivian en de haber intervenido varias veces ante las autoridala torre del monasterio, volaban hacia las manos del des. Noche y día, Palissy estaba ante su horno alicenobita a comer los frutos de aquella huerta en mentando, pulverizando, cociendo, examinando sus Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica