REPERTORIO AMERICANO 39 esté respaldada por la firma de un autor moral y penal debe tener quien, dueño de responsable, y de un autor cierto. Esto pa una empresa de publicaciones, aspira a consreciera estar, además, dentro de un sentido tituirse en porta, voz y propagador de la de conveniencia para la prensa, puesto que opinión pública. No ha de bastar, para tan contribuiría a su crédito moral. Una publi alto fin, haber conseguido manera de comcación difamatoria hecha sin firma cierta que prar o tomar en arrendamiento una máquide ella responda, podrá gustar momentá na para imprimir. De otro modo será freneamente al paladar escandaloso de algu cuente el agravio al honor y dignidad de nas gentes, pero resta seriedad a la empresa las personas, escapando de toda sanción tipográfica, pervierte la misión intelectual y con sólo que los editores y directores del moral de la prensa y produce en el espíritu. impreso oculten sus nombres o los reemde las personas desapasionadas y juiciosas placen con el del dueño de la imprenta. el efecto de negarle su fe a las publicacio La justa proporción de las cosas me hace nes de tal clase. Alguna responsabilidad pensar que la nueva ley peca, en un punto, de dureza innecesaria, y, en otro, de una lenidad sin fundamento. Estoy con la antigua ley.
Ruego al Congreso meditar, si lo tiene a bien, sobre estas observaciones; y mi complacencia sería muy grande si niis ideas hallaren eco en ese recinto.
Casa Presidencial, a ocho de agosto de 1925.
RICARDO JIMÉNEZ (De La Gaceta, San José, Costa Rica, 11 de agosto de 1925. EN Granada la bella, vivia Angélica Las divinas personas. Qué tienes. hija mía. Es el con su padre Juan de Florencia, crepúsculo el que te hace mal, o es así llamado porque nació en la Ciu Cuento del Espiritu Santo! que te han enfermado los perfumes?
dad del Lirio Rojo, a las orillas del No se, padre, balbuceo AngéArno, lica. inclinando la cabeza sobre Finalizaba, con el siglo, el imperio el hombro del viejo artista, volvió de de los árabes en España. Sólo el incunables y el de la flora de los nuevo los ojos hacia la Alhambra, virtuoso Maçer había sabido desci facistoles; con los judíos, a tallar las delicada como un encaje de piedra frar en los avisos del cielo, que es piedras preciosas. De su trabajo de en el atardecer violeta. Perp no vió como nombran los alfaquíes a los perfumista, vivia en Granada; pero a ben Alahmar.
signos del tiempo, que, en breve, era su ocupación predilecta pintar en Sosteniendo a su hija por la cinentre las rosas de la Alhambra, iba pergamino los tercetos de la Divina tura, cual un trémulo junco, bajaron a morir Alá. Así lo dijo al viejo rey Comedia, cuyo sentido recóndito aspor las bermejas calles de Albaicin Abul Hacen, bajo las aureas filigra piraba a revelar por medio del color, hasta el barrio de los cristianos. En nas del propio Alcázar. Las ruinas según el sentido místico del canto.
el taller, ya en sombras, se sentaron de este pueblo caerán sobre nuestras En un silencio de ofertorio indagaba taciturnos. Pero Juan de Florencia cabezas. Permita Mahoma que me Juan de Florencia el color de los pensaba en el matiz de cobre oxiengañe, pero el ánimo me da de que cantos del Paraíso, que debía; ser dado que queria dar a una mayólica el fin de nuestro señorío es llegado. como la luz de un infinito azul, re y Angélica en ben Alahmar. como sin escuchar los consejos del cogida por sus finos pinceles. Fue ben Alahmar suspiró, pero porque anciano, continuaban los encendidos así, por ahondar en los secretos del entre el amado. y ella se alzaba la odios de los padres y de los hijos, poema, como Juan: de Florencia co cruz de Jesucristo.
que más que en las enseñanzas del noció a ben Alahmar, que era erudito Se hicieron cotidianas las visitas Corán, bebían en copas de oro el en letras antiguas y modernas, y con de ben Alahmar al taller de Juan de vino que enloquece a los dominado los muzárabes, que habitaban Gra Florencia. Discurria ben Alahmar, con res. Entretanto, desde Sevilla, atiza nada, el más tolerante de los mahoel. sutil ingenio de su raza, acerca ban la discordia muslime, con astutas metanos.
de las reminiscencias musulmanas que promesas, Fernando el maquiavélico En un sillón de cuero cordobés, se encuentran en el poema de Dante.
y la católica Isabel, quienes ya ha solía sentarse Angélica a leer la Vita Por su parte, Juan de Florencia creía bían clavado en la torre arábiga de Nuova, del mismo Dante Alighieri. haber acertado en su interpretación la Giralda, el pendón de los castillos que reposaba cual un ramo de jaz pictórica del Infierno y el Purgatorio, y de los leones rampantes.
mines en la pulpa diáfana de sus pero vano solicitaba en los pomos En el barrio de los cristianos, Juan dedos. Así la encontró ben Alahmar, de colores la vibración luminosa de de Florencia parecía un artista del cuando por vez primera vino al taller los tercetos etéreos del Paraíso; lo Renacimiento. Su hija Angélica, cuyos de Juan de Florencia, de donde, y que, un poco engreido de su pincel, años eran, como los quince pétalos desde entonces, al salir el joven sa atribuía más que a propia incapacide una flor, embalsamaba el taller rraceno, de aquilino perfil, suspiraba dad de artista a no haber penetrado de su padre con la gracia primaveral al pensar que entre él y la cristiana el pensamiento de Alighieri. De ese de una virgen de Sandro Botticelli. se alzaba terrible el alfanje de Alá. modo prolongaba sus conversaciones Leve, como los pañuelos que tejía desde aquel día también, cuando con ben Alahmar, respecto a aquella en su rueca, blanca como los marti por las tardes paseaba Angélica con parte de la obra en que el alma les a que el artifice daba contornos su padre, por los alrededores del llega a su vértice espiritual.
de mujer, era Angélica, la hija de Generalife, tímida miraba hacia los Con la barbilla apoyada en la conJuan de Florencia, el de las barbas laureles de la Alhambra, bajo los cha de su mano, atendía Agélica a de plata, y de Rosario la toledana, cuales con frecuencia ben Alahmar las citas de los libros arábigos que que se durmió en la paz del Señor, ineditaba. Nunca como entonces ha ben Alahmar compulsaba con la Didejando por herencia a la niña de bía percibido la música de las aguas vina Comedia, en la cual a su vez los ojos color de avellana y los do por el declive de los arrayanes. ben Alahmar aspiraba el aroma mísrados bucles, su belleza, sus virtudes Como la sintiera una tarde desfa tico de una fe que no era la suya, y su fe en el Dios de los cristianos. llecer apoyada en su brazo, dijole pero que, a su pesar, le penetraba En Toledo aprendió Juan de Flo Juan: como incienso por los calados ararencia a damasquinar el acero; en bescos de una mezquita cerrada.
los conventos de dominicos, el sim1. Véanse en los dos números anteriores: intrincandose en complicadas exé.
bolismo de las iniciales de las Biblias Cuento del Padre y Cuento del Hijo. gesis, argumentaba ben Alahmar, arre Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica