Marx

REPERTORIO AMERICANO 313 Rafael Barrett Otsing BA a seguir los articulos en que pienso mostrar la contexión inescindible que une la economia y la moral, cuando me llega a las manos el libro del chileno don Armando Donoso intitulado La otra América, y debajo de esta palabra leo los nombres de Gabriela Mistral, Arturo Cancela, Henriquez Ureña, Rafael Barrett y otros. Continuare la serie, porque el día en que los españoles se persuadan de que la economía y la moral, en vez de estar en guerra, se identifican en la base, habremos empezado a curarnos de los egoismos suicidas de las derechas y de las estériles locuras de las izquierdas.
Pero yo me encontré con Rafael Barrett en el que fué el momento crucial de su vida.
Seguro estoy de que si ha llegado a ser una figura de la historia de América lo debe a aquella hora. Las gentes de mi tiempo recordarán que hacia 1900 cayó por Madrid un joven de porte y belleza inolvidables. Era un muchacho más bien demasiado alto, con ojos claros, grandes y rasgados; cara oval, rosada y suave, como de mujer, salvo el bigote; amplia frente, pelo castaño claro, con un mechón caido de un lado. Un poquito más ancho de pecho, y habría podido servir de modelo para un Apolo del romanticismo.
Debio de haberse traido de la provincia algunos miles de duros, porque vivió una temporada la vida del joven aristócrata, más dado a la ostentación y a la buena compania que al mundo del placer. Se le veia en el Real y en la Filarmónica, pero no en Fornos, ni en el Japonés. Vestia con refinamiento y las mujeres le admiraban a distancia. Presumo que de haber caído en Paris o en Londres se habría casado con una millonaria, que lo habría comprado en matrimonio, como se adquiere un palacete de verano; pero las ricas españolas no suelen adquirir marido sin consejo de gentes que no habrian sentido simpatia hacia las afecciones artísticas de nuestro dandy.
El hecho se que Barrett se gastó su dinero, cosa que me parece un error grave, por lo que la buena sociedad empezó a darle de lado, cosa que me parece natural, dadas las exigencias de los tiempos. Lo que ya no estuvo bien es que en vez de decirse a Rafael Barrett que no hay lugar en la high life para los chicos pobres, sino cuando son dóciles y humildes, se le inventare la calumnia de que era dado a vicios contra natura. Rafael Barrett se revolvió contra la acusación. Hizo que las personalidades más eminentes del pretomedicato le examinasen las vergüenzas, así como las del amigo que compartia el oprobio de la acusación, y con el certificado de natura,, lidad en el bolsillo se lanzó a la imposible tarea de buscar a los originadores de la calumnia. En esta busca acaeció la escena famosa, en que Rafael Barrett, látigo en mano, acometió un dia de moda en un teatro, con razón o sin ella, a uno de los aristocratas de nombre más encopetado. Ya digo que no sé si tenía razón para el ataque, pero tampoco la tenia el Tribunal de miedo es lo quc ata fuertemente a los honbres entre si, y a los hombres con Dios, porque la ira y el encarnizamiento son más!
humanos que el amor, y Dios, para subsistir en los hombres, debe ser humano ante todon, Con esta hiel escribió también sus Cuentos breves, El terror argentino y El dolor paraguayo. Escribió estos libros, de que yo no debiera hablar, porque sólo en fragmentos aislados. los conozco, corroído ya por la tuberculosis que le mató prematuramente poco antes de la guerra; pero, a pesar de esta ignorancia mía, siento con certidumbre que el hecho fundaniental de su vida consiste en haber levantado el velo espeso que cubre la selva suramericana a los ojos del mundo. Otros hombres la han explorado; pero a Barrett le tocó descubrir la existencia y los dolores, de los hombres que trabajan en ella. Por él se sabe cómo mueren los más de los peones que en los yerbales de Paraguay se ocupan, cómo se les somete, por la firma de un contrato, a un régimen de esclavitud, como el jefe politico y el juez niegan al peón la posibilidad de que se le haga justicia contra el capataz, honor que dias más tarde le descalificó. La Barrett ha sido, en este sentido, el descudescalificación me produjo tan deplora bridor de América para los intelectuales ble efecto que envié a El Pais una carta americanos, el hombre que les ha hecho en que me borraba de la lista de los caba avergonzarse de estar pendientes de los lleros del honor.
erotismos y delicuescencias parisienses, Fué entonces cuando le conoci. No vi en cuando los aborigenes de su continente él más que a la víctima de una injusticia. padecen en la selva más rica del mundo Que fuera hombre capaz de sentir las in lo que no sufren ni los hijos más pobres justicias que los demás sufriesen, no pude de las más pobres tierras europeas.
adivinarlo, aunque debió de ser la razón de En descripción de estos dolores escribió la fuerte simpatia que me inspiró lo que Barrett algunas páginas de antologia: entonces no pudo parecerme sino un seno «La selva! La milenaria capa de Hunus, rito despedido de su clase social. Es indu banada en la traspiración acre de la tiedable que la injusticia que se le hizo le rra; el monstruo inextricable, ilmóvil, hecho abrió el pecho para sentir la injusticia su de millones de plantas atadas en un solo cial. El caso es que, al desembarcar a los nudo infinito; la húmeda soledad donde pocos meses en América, y ésta es ya his acecha la muerte y donde el horror gotea toria que Armando Donoso sabe mejor que como en las grutas. La selva! La rama yo, Rafael Barrett era otro hombre. Alli serpiente, y la elástica zarpa, y el devorar fué donde se le reveló el problema del insilencioso de los insectos invisibles. Vosdio, el del inmigrante desvalido, el del ato otros, los que os apagáis en un calabozo, rrante a quien vió en Buenos Aires escar no envidiés al prisionero de la selva. bando la lata de la basura para recoger un vosotros os es posible todavia acostaros en desperdicio hozado y desdeñado por un un rincón para esperar el fin. él, no, perro.
porque su lecho es de espinas ponzoñosas. También América. exclamo Barrett. Su mandibulas innumerables y minúsculas, enexclamación le hizo escribir en los periódi gendradas por una fermentación infatigable, cos de Montevideo sus Moralidades actua le desecarán vivo si no marcha. vosotros les, clamor de un desesperado, que le valió os separa de la libertad un muro solamente.
la protección y la simpatia de José Enrique él le separa la inmensa distancia y los Rodó. Es un libro que no debe juzgarse muros de un laberinto que no se acaba como literatura, a menos que se admita, y nunca. Medio desnudo, desamparado, el yo creo que tendrá que admitirse, la existen obrero del yerbal es un perpetuo vagacia de un género literario especial, el proféti bundo de su propia cárcel. Tiene que camico, que tiene sus clásicos en Jeremías e Isaías nar sin reposo, y el camino es una lucha; y que no ha dejado de dar grandes hom tiene que avanzar a sablazos, y la senda bres al mundo desde hace tres mil anos que abre con el machete torna a cerrarse hasta don Joaquin Costa. pesar de todo, detrás de el como una estela en el marx.
Blanco Fombona me asegura que Barrett, a Los ayes de Barrett no bastan por si quien creía paraguayo, era un escritor ex solos para resolver el problema de la selva.
celente, incomparable con ninguno de los Para que algún dia pueda aprovechar el actuales españoles. Su prosa es tan breve hombre como debe la riqueza de la selva como caustica, tan sencilla como henchida suramericana, riqueza suficiente para que la de amargura. Alla va una muestra. El humanidad entera pueda vivir en la upulen Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica