BourgeoisieJosé Carlos MariáteguiSocialismVíctor Raúl Haya de la Torre

Tomo XII REPERTORIO AMERICANO Núm. 21 CENTRALE San José, Costa Rica 1926 Lunes de Enero junio SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Wistoca SUMARIO: Edwin Elmore, por José Carlos Mariátegui. El milite caido: Edwin Elmore, por Jorge Manach. Exhortación, por Haya de la Torre. Edwin Elmore, por Luis Araquistain. Aclaración, por Manuel Beltroy. Otra carta de Elmore. Los estudiantes de Guatemala se alzan contra los Chamorros. Letras hispanoamericanas, por Evar. Méndez. La situación interna del Peri, por.
Luis Fernán Cisneros. Página lirica de Francisco López Merino. Las divinas personas, por Pedro Emilio Coll. Los mejores libros y los mejores autores de la América hispánica, por Blanco Fmobona.
ERA RA Edwin Elmore un hombre nuevo y un hombre puro. Esto es lo que nos toca decir a los que en la generación apodada «futurista vemos una generación de hombres espiritual e intelectualmente viejos y a los que nos negamos a considerar en el escritor solamente la calidad de la obra, separándola o diferenciándola de la calidad del hombre.
Elmore supo conservarse joven y nuevo al lado de sus mayores.
Lo distinguían y lo alejaban cada vez más de éstos su elan y su sed juveniles. El espíritu de Elmore no se conformaba con antiguas y prudentes verdades. Su inteligencia se negaba a petrificarse en los mismos mediocres moldes en que se congelaban las de los pávidos doctores y letrados que estaban a su derecha. Elmore queria encontrar la verdad por su propia cuenta.
Toda su vida fué una búsqueda, un peregrinaje. Interrogaba a los libros, interrogaba a la época. Desde muy lejos presintió una verdad nueva. Hacia ella Elmore se puso en marcha a tientas y sin guía.
Ninguna buena estrella encamino 15, sus pasos. Sin embargo, extraviándose unas veces, equivocándose otras, Elmore avanzó intrépido.
Llegó así Elmore a ser un hombre y un escritor descontento de su clase y de su ambiente. El caso no es. raro. En las burguesías de todas las latitudes hay siempre almas que se rebelan y inentes que protestan.
y tersas miraba con recelo y con ironía el afán de Elmore de encontrar una ruta nueva. La inquietud de Elmore le parecía a toda esta gente una inquietud curiosamente absurda. El optimismo panglossiano y adiposo de los que perenneniente se sentian en el mejor de los mundos posibles no podía comprender el vago pero categórico deseo de renovación que movía a Elmore. Para qué inquietarse? se preguntaba ¿por qué agitarse tan bizarramente?
Procedente de una escuela conservadora y pasadista, Elmore tenía la audacia de examinar con simpatia ideas nuevas. No propugnaba abiertamente el socialismo; pero lo señalaba y estudiaba ya como el ideal y la meta de nuestro tiempo.
Elmore se colocaba por sí mismo fuera de la ortodoxia y del dogma de la plutocracia. Edwin Elmore El conflicto de la vida de Edwin Elmore era éste. Elmore como otros intelectuales se obstinaba en la ilusión y en la esperanza de hallar colaboradores para una renovación en una generación y una clase natural e íntimamente hostiles a su idealismo. Se daba cuenta del egoísmo y de la superficialidad de sus mayores; pero no se decidia a condenarlos. Pensaba que «la ley del cambio es la ley de Dios. pero pretendia comunicar su convicción a los herederos del pasado, a los centinelas de la tradición, Le faltaba realismo.
En el fondo, su mentalidad era típicamente liberal. Una burguesía inteligente y progresista habría sabido conservarlo en su seno. Elmore temia demasiado el sectarismo.
Era un liberal sincero, un liberal amplio, un liberal probo. Y, por consiguiente, comprendia el socialismo; pero no su disciplina ni su intransigencia. Eri este punto la ideologia revolucionaria se mantuvo inasequible e ininteligible a Elmore. en este punto, una retórica engolada y cadenciosa, una erudición solemne y arcaica o un sentimentalismo frívolo y musical, los temas y las preocupaciones de Elmore carecían en absoluto de valor y de precio. Elmore, como escritor, resultaba desplazado y extraño. Las saetas del superficial humorismo de un público empeñado en ser ante todo elegante y escéptico, tenían un blanco en el idealismo de este live rio que predicaba el evangelio de don Quijote a un auditorio de burocráticos Pachecos y académicos Sanchos.
El conservatismo de los viejos viejos a pesar, muchas veces, de sus mejillas rosadas Se explica, perfectamente, el que Elmore no alcanzase como escritor el mismo éxito, la misma notoriedad, que otros escritores de su tiempo. Para el gusto y el interés de las gentes inclinadas a admirar únicamente Se designa asi en el Perú a la generación acaudillada por el Dr. José de la Riva Agüero, que recientemente ha reivindicado en España un titulo hiliario Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica.