44 REPERTORIO AMERICANO Humo Idilio Con leña menuda de la corralizasarmientos de higuera, ramitas de espliego y marlitos biancos para hacer pan dulce, en el horno viejo prendimos un fuego.
Sobre la techumbre del henil de paja infla la paloma su pechito lila, y colgada al cuello del burrito negro parece que llama sin querer la esquila.
Calzando las esparteñas que le regaló el abuelo. toda blanca, toda blanca como la flor del ciruelocon la cesta de varillas Simeta se va al molino y, como siempre, a su paso, se alegra todo el camino.
Abramos las puertas, abramos las puertas de nuestro bohio pequeño y añoso; abramos las puertas para que se quede siempre con nosotros el humo oloroso!
Balada ¡La quiero!
ila quiero!
Soy como un cordero.
Me siento un espino; y en todas las sendas por donde camino, mis ojos se engañan de hallarse con ella: cuando bajo al valle y hay solo una estrella rosada en el cielo; cuando subo al puesto; cuando voy por hongos con el ancho cesto; cuando salgo, al canto de los partorcitos. y me ausento al monte con mis seis cabritos.
Con la acénila, al arroyo, Batilo, el tímido hatero, como siguiendo a Simeta. va por el mismo sendero.
Brilla como el cobre antiguo de los cántaros su cara; tiene el ademán ingenuo y la mirada tan clara, que se le ven las palabras que para la moza sueña. Simeta, como la harina que te darán en la acena, es tu vida; como el lirio que florece en el barranco; como el ala, conio el ala del aguzanieve blanco.
INI Las tempranas uvas y los zumos viejos, y las bayas rojas de los agracejos, y la zarzamora, saben a los besos que da mi pastora. Todos los zagales hablan de la menta de sus delantales. cuando en los corros de la gañanía los cabreros sueñan con la moza mia, sin quererer se nombran hierbas olorosas, se habla de los higos y las zarzarrosas, de la miel silvestre, de las aguas claras y del doble gusto de las dulcamaras.
Sin decirle una palabra y apurando el paso lento de la acémila, Batilo, con visible azoramiento, pasa al lado de la moza.
Y, mansos, por el camino hablan detrás del hatero los ojos de flor de lino de Simeta. Como el oro de la arenilla en la fuente; como la flor de montaña que viene con la corriente, es tų vida; como el canto feliz de los leñadores; como el agua, como el agua que llevas a los pastores.
Ayer, al comienzo de una larga historia. cerca de la noria; cuando en la montaña más llamaba el cuernodócil al arrullo de mi ruego tierno, que era un dulce apuro, desato en mis manos su cabello oscuro. hoy en la montaña, poseída el alma de una sed extrana, sentado en las rocas y buscando helechos con mis manos locas, soñé todo el día con la cabellera de la moza mia.
Por este camino. Por este camino, con rumbo al granero, pasó el carro mio, y un viejo talego que, dado al olvido, no vió mi boyero, rego todo el polvo con granos de trigo. Ah qué dulce auhelo de aprender baladas, y de comer moras, y de abrir granadas!
jah qué extraño antojo de buscar niditos, y de poner nombres a mis seis cabritos, y de. ornar con flores mi zurrón de cuero, desde que la quiero!
Oh gitana joven de mirar porfiado. te daré un cabrito sientate a mi lado, dime lo que sabes de mi buena estrella, iy háblame de ella!
iy háblame de ella!
Tal vez aquí mismo, después que me muera, trocarme en granitos de plata yo pueda; y entonces, amigos, rompiendo la tela de blancos saquillos, será mi sliprema. locura de niño sembrar los senderos que van a la aldea. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica