REPERTORIO AMERICANO 13 Página lírica de Francisco López Merino Del tomo Las Tardes, cuyo envio le agradecemos tanto al autor.
EDITORIAL LATINA, Buenos Aires. MCMXXV Presencias Domingos de septiembre con el color screno de los primeros sueños que del alma se adueñan.
El sol hace más honda la fragancia del heng y los enfermos sueñan.
Ligeia, tu recuerdo da color a mis tardes.
Está en la luz como una presencia clara y suave y es el aroma limpio que viene del paisaje.
III Tu voz, desvanecida por la ausencia, perdura más que como una música como otra imagen tuya.
Tardes primavera vuelven a mi memoria y recuerdo mi infancia que fue una larga tarde detenida en un vasto jardin enarenado, con cielos de acuarela y álamos musicales.
Tu recuerdo, Ligeia, despierta antiguos sueños: La baladas que nunca llegué a escribir. Me acuerdo, cuando digo tu nombre, de los primeros versos.
Las nubes Evoco los sencillos ejercicios de piano que estudiabas, tan blancos como tus finas manos.
Acaso tengan alma pero no tienen voz.
Sueñan en el silencio luminoso del cielo.
Las nubes son las aves fantásticas de Dios que ante la noche tienden un invisible vuelo.
Pienso en el libro diáfano que en voz baja leias y en los últimos cielos que vieron tus pupilas en un septiembre lento con olor a glicinas.
En los largos crepúsculos se hacen más transparentes: lienzos de seda tenue fáciles de quebrar.
En la tierra descansan en remansos y fuentes que del cielo reciben la paz especular.
Por eso tu recuerdo da color a mis tardes.
Mis primas los domingos.
La sangre de las nubes es fragancia en las rosas y bondad en el árbol que da tanta dulzura.
Las pupilas se tornan más profundas y hermosas si contemplan el cuerpo de la nube más pura.
Mis primas, los domingos, vienen a cortar rosas y a pedirme algún libro de versos en francés.
Caminan sobre el césped del jardín, cortan flores y se van de la mano de Musset o Samain.
Viven desnudas, como la flor y las estrellas.
Su brújula es la brisa que los espacios hiende.
Suelen llorar lo mismo que frágiles doncellas.
Se nutren del perfume que de la tierra asciende.
Aman las frases bellas y las mañanas claras.
Una estatua impasible las puede conmover.
Esperan la llegada de las tardes de otoño porque, tras los cristales, todo de oro se ve.
Canción de los domingos de infancia ALPREDO FERNÁNDEZ GARCÍA vienen, los domingos, a cortar rosas. Saben que el eco de sus voces para mi grato es.
Entre las hojas quedan sus risas armoniosas; ellas seguramente se ríen sin saber.
Tout est fini, les dimanches sont morts.
Ales pauvres petits dimanches sont morts. Max ELSKAMP. Dominical. Mis primas, cuando llueve, no vienen. Dulcemente aparto los capullos que el viento hará caer; hago un ramo con ellos y pongo bajo el ramo un volumen de versos de Musset o Samain.
Por mi memoria pasan como estampas borrosas los castos y tranquilos domingos de mi infancia: ramo azul de glicinas y campanas tediosas entre un viento que extiende dolorosa fragancia.
Estancias de la primavera, Rayos de sol que quiebran la limpia superficic de los viejos espejos que nos conocen tanto.
Rosales que se vuelcan en fragante molicie y rosas que prolongan dominical encanto.
Vas por ese sendero florecido que has cuidado lo mismo que si fuera un hermano.
Con el libro de versos de un poeta querido llevas la primavera nostálgica en la mano.
Niños de rostros pálidos y pupilas llorosas que no tienen domingos ni una vez por semana.
Niños que viven entre letanias silenciosas: carne de lirios que una brisa herirá mañana.
II Se hace sensible el agua como si comprendiera que son nubes y ramas las cosas que ella mece.
Cada regazo acoge la nueva primavera y entre la brisa el eco del otoño florece.
Nubes desvanecidas como trémulos lienzos y nubes donde nace la tristeza del día.
Soledad un poco gris de esos patios inmensos donde los escolares dejaron su alegría. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica