366 REPERTORIO AMERICANO Las florecillas florecillas de Fray Mamerto Por Luis Franco II ese una Nazaret! Los antiguos comparaban tus alrededores ai Edén. La gracia de tus mujeres es tan pura, que los caballeros cruzados veían en ella un don de la Virgen. Nazaret es el oasis de la Tierra Santa, áspera, adusta. dolorosa. Es como el Cantar de los cantares en la Biblia. Nazaret y toda la Galilea: tierra de verdor, de sombra y de luz; llanuras y colinas vesticlas de flores; cielo de inocencia celeste; montañas que inspiran su alta serenidad armoniosa: tórtolas y cigüeñas: viñas, olivos, campos de mieses, Juertos de ligueras, granados, plátanos y sicomnoros; mirlos y golondrinas de alegría clarísima. De veras que 110 un profeta, sino un divino poeta bucólico fue el que salió de esta tierra. fray Mamerto pasa a Cana, donde debió retirarse la Virgen después de la muerte de su esposo y trascurrir la juventud de su divino Hijo: Caná, que vió el inilagro del agua convertida en vino. fray Mamerto llega a Tiberiades, junto a mar de Galilea cuyas aguas de un azul mellizo del cielo llevaron la marca del Maestro de Pedro pescador, y una vez lo sintieron caminar sobre ellas, desde cuyo monte dijo su celeste sermón; en cuyas aldeas. Cafernaum. Magdala. Betsaida, Corazin encontró sus inejores discípulos, con preferencia obró sus milagros y soltaba las palomas de sus parábolas. el peregrino de tierras remotas llega a una capilla construída en la cumbre de un monte que do lejos muestra la forma de su seno: es el Tabor, el monte de la Transfiguración. retorna a Jerusalén, por el viejísimo camino de Samaria, y pasa cerca de Naplusa, la antigua Sichem.
junto al pozo de Jacol. donde Jesús dijo a la mujer samaritana las palabras eternas. Ni aquí ni en Jerusalén adoraréis al Padre sino en espíritu y en verdad. Qué lugares! Escenas que recuerdan las páginas varias veces milenarias del Génesis. Las cabras multicolores de Labán y del hijo de Isaac. Las ovejas de Raquel y del buen Pastor. Feos y poéticos de misterio antiquísimo los camellos de Abrahain. Palmeras de esbeltez solenne. Lejos, los montes de Galaad, invocados en el epitalainio salomónico. Aquí los montes de Gilboé, y en ellos Zherin, ia antigua Jezrael, donde tuvo palacio Achab y aun lay viñas donde Horeció aquella de Naboth. que codició Jezabel. Allá Nain; detrás Endor, donde Saúl, angustiado, consultó a la pitonisa. Bethel en el lugar donde, tomando por almohada una piedra, el padre formidable de las doce tribus tuvo el sueño augural.
Pero ¿qué es todo esto para el ardiente caballero de la fe, junto a la tierra de la Pasión y Muerte del Elegido. de aquel que no abarcan los cielos, pero lo abarcó el vientre de una Virgen y lo inidieron cruclisimamente en una cruz de algunos pies. Jerusalén, la tierra del Crucificado, de «la Cruz, que es el verdadero tálamo del amor. Jerusalón con su Huerto de los Olivos. sil Vía Crucis, su Gólgota, su Santo Sepulcro. Esa tierra hierosolimitana, empapada, como la mar de sal, de la Pasión y Muerte del Cordero. Qué lugares!
Dos veces por día recorre la Via Dolorosa. dice misa en el lugar (m que el Señor oró hasta sudar sangico; vuelve a su convento y pasa por el sitio en que fué apedreadlo San Esteban. el protomartir; deja a su izquierda «el sitio en que al Señor pusieron la Cruz sobre sus hombros. más allá visita una capilla «erigida en el lugar de la Flagelación. y cincuenta o sesenta metros más acá, otra iglesia en el lugar del Ecce Homo: luego, la esquina en que «se señala el punto de la primera caídas; después, un callejón por donde «salió la Virgen cuando encontró a su Hijo Santísimo cargado con la Cruz, camino del Calvario. Como es el único sacerdote que en la iglesia del Santo Sepulcro labla, castellano, le encargan quince serinones de Cuaresma en el idioma de Santa Teresa, y él, sobrado de celo, predica veintiocho. El que dice el Viernes Santo de 1877 tiene la sencillez forviente de la plegaria y en él la voz desfallece hasta el sollozo.
Jerusalén es la ciudad vestida de tristeza, como de un cilicio, y «su estado presente es el más desgarrador que haya tenido jamás. ya que a falta de amor 410 tiene siquiera «el testimonio del odio ni cl mérito de los grandes dolores. Qué importa! Allí quiere pasar él el resto de sus días mortales.
Pero le mandan volver a la patria.
Cuando se apea en Buenos Aires lo reciben con silbidos y gritos. Es el populacho que le arroja la burla como a Esteban la piedra, El se esquiva y llega al convento de su orden.
No trae de Palestina inás que una cruz de una sola pieza, hecha por sus manos, de la rama de árbol de Betsaida, la aldea de Simón, Pedro. De ella decía años más tarde. Esta cruz, pendiente de cadena de semillas de Tierra Santa, me servirá de único pectoral cuando llegue a mi diócesisi. Ese mismo día el arzobispo, que está en la sala del convento franciscano, ve un frailecito desconocido que entre tantos otros viene a besar hunildemente su anillo. Es fray Mamerto, a cuya renuncia el alto prelado debe la dignidad que inviste. ya que es fuerza quedarse en su patria, cl fraile catamarqueño se dirige a las montañas del Norte a vivir entre los suyos.
Los días pasan. Muere el obispo de Córdova. el padre Esquiú es llamado a sucederle.
Pe he aquí que él se dice en su corazón, entre otras cosas. Si soy sacerdote tan defectuoso, cómo podré recibir una dignidad mayor? Aceýtando que tuviera algún talento como creen, éste no sería el de gobernar, que nunca ejercí autoridad alguna y el ministerio que ine ofrecen no es para ensayos. renuncia con palabras que son las mejores salidas de su mente, porque la elocuencia de su abnegación y su humildad habla esta vez más alto que la de sus sermones famosos. No sombreará la mitra su frente iluminada. cuando el Papa que es aquel maravilloso León XIII impone su voluntad, dice: Así sea; pero en su corazón hay la amargura de la mirra y piensa «en el pavoroso episcopado» y «en el dolor fatal de Córdova do aceptar un indigno si el Señor no lo remedia aunque sea con una muerte prematura, si me halla en su gracia y misericordias. ruega todavía al nuncio apostólico. haga presente a Su Santidad que yo soy un gran pecador, además de no tener ninguna aptitud para mandar. Ya es obispo de Córdova; pero, qué? no ha cambiarlo por la capa cpiscopal su hábito franciscano.
Los zapatos blancos que le calzaron para la consagración se los quitó al otro día, y se le ve, como Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica