272 REPERTORIO AMERICANO El corazón de Eva initiles remedios.
las horas van cayendo ino queda ni una alondra!
y tiembla, en la cisterna obstinada, tu sombra.
Un día, estos caminos verán mi paso errante, tendré un delirio dulce y una fiebre, anhelante: Cercenaré los huertos, las rosas, a millares, caerán en la cisterna por absorber las aguas y ahogar al fin tu imagen temblando entre sus cálices. La cisterna iluminada Tenia una terraza donde apagar mis tedios, buscando en Wilde y en Heine inútiles remedios y alli, junto a los tiestos de flores olorosas quería hallar tus manos al cultivar las rosas.
Pero al fugar el tiempo siguiendo a las aloudras que en su volar incauto se llevaban mis horas, miré que no podías llegar a mi retiro en donde como un viejo cantor de otras edades con sombras de alegria tejía soledades.
La terraza desierta que baña el sol de junio vé una esperanza muerta con cada novilunio y allí, entre mis volúmenes y cartas olvidadas sc halla el tcharchaf oscuro de las Desencantadas. desde aquel retiro sólo se ven los cielos sin límite y lejanos como los desconsuelos.
Para llegar hasta ella hay que sangrar las plantas, ir por caminos riegros de entristecer el alma, matando los alegros que rien en la infancia, rompiendo los laureles que adornan la esperanza. tú, que eras lejana porque eras tan soñada, andabas por la senda cubierta de luz de alba.
itan lejos de la mia que estaba tan nevada!
Pues bien. En la terraza tuve el placer extrano de ahogar todos los sueños como hace el ermitaño. al fin, un dia de esos mirando la cisterna temblar vi los reflejos de tu saudade eterna y quise ahogar tu sombra hundiéndome en las aguas.
Fue un vértigo de abismo y de imposibles alas. cuándo en los guijarros cayó mi cierpo inerte por encontrar tu imagen en el remanso helado se diademó de sangre la extraña frente inquieta que tú nunca has besado. Leyendo a Wilde y a Heinc por apayar mis tedios buscando a un mal sin cura Ya no podré besarte. Caen lentas las horas. Vida desperdiciada sólo en urdir un íntimo dolor de madrigales! desbordante y rota el ánfora dorada que se llenó de dulces vinos primaverales.
Ya no podré besarte. Oh divino cansancio que ha hecho que me aleje de tu fervor terreno!
Ya tengo yo perdida la ruta de Bizancio y en una tarde antigua ya fracaso mi empeño. Oh tu boca en que siempre hay mieles amorosas!
iTus labios incitantes que hacen dulce la vida y tus manos que estrujan el alma de las rosas. Oh tus ojos brillantes y tu boca encendida! yo pude alcanzar ese tesoro humano y lo que hallé de espíritu en tus pupilas quietas.
Pero ya te he perdido. Tu amor está lejano y en el pequeño huerto murieron tus violetas. 110 besé tus labios. Pobres labios esquivos que se unirán mañana junto a la arcilla oscura acaso con mis pobres ojos contemplativos en los que ya no brille la terrenal dulzura.
Tal vez ambos vayamos a un mismo cementerio y el polvo en que se acaben tus labios adorados ruede sin comprenderlo y bañe de misterio con un beso final, mis párpados cerrados!
Entonces estará muy lejana la vida y ya no sentiremos por lo que no alcanzamos.
Hoy, sonrie la tarde; tu boca está florida.
y sin embargo, Dulce. cuán lejanos estamos!
Adelfas ¡Oh! Me agoto en la noche y ya no puedo amar el pleno sol del dia. en tantas vigilias voy haciendo el jarrón de ansa dorada para que tú en la rubia mañana, deposites tus adelfas. cuando brilla el dia me halla el sueño dejado por la noche y a tus flores las veo en el sueño sin sueño del desvelo, mas no puedo gozarlas vivas ya y llenas de rocío.
Oh, tus flores sin ti, y en mi, nocturnas sólo sonadas.
Oh, tus flores sin mí, vivas de dia y en mi jarrón inútil olvidadas.
AUGUSTO ARIAS Quito. Ecaudor.
Imprenta y Libreria Alsina. San José de Costa Rica Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica