REPERTORIO AMERICANO 247 El bandido SA mañana, la señora Ignacia se movía Por motoras; en la parte del cuello, donde las riendas frotan, tenían como un jaboncillo suceso extraordinario. Su marido andaba JOAQUÍN EDWARDS BELLO aceitoso. Eran caballos gordos, pequeños, en el pueblo, y las chiquillas estaban afaregalones, caballos de cuartel.
nadas, una en el lavadero, a orilla del rio. Qué horas son? preguntó uno de los y la otra en la ramadita o cocina, haciendo carabineros, el más joven, con una cara imla comida.
berbe y enérgica, de pómulos salientes y un Pero ¿qué te pasa, mamita? dijo una pelo como escobillón.
de las chiquillas, que se llamaba María. Las ocho dijo otro que sacó un reloj viendo cómo quebraba un vaso nuevo. de níquel.
tan caro que está el vidrio!
do; pero de todas maneras solían verse en Apuresė, señora, por favor dijo otra La señora Ignacia fue echando en el de primavera cazadores o turistas de Santiago, vez el joven, avanzando hacia la cocina, lantal los pedazos de cristal, y luego ex ávidos de paisajes, o viajeros que pasaban ¿No sabe usted en qué diligencia andamos. clamó como recordando algo inmenso: en dirección a la Argentina. Qué, no sabe na entonces. Ahora si sé lo que soñé anoche: soñé La casa dominaba el camino hasta una Naita dijo Maria.
que venía un santo a la casa, un santo tan gran distancia, pero existia una alameda Yo calculo dijo la sellora que buscabonito. Tenía los ojos verdes y un color que no dejó ver caballerías y Jinetes duran rán algún rastro.
bien blanco.
te cinco minutos. La. polvareda sola subia. Al Jun Antonio. pa qué hace caso de los sueños? acercándose gradualmente por encima de iJuan Antonio, por aqui. La cabeza dormida ve la vida sin se los árboles. Cuando pasaron el último ála. Sí, y en camino para la Argentina. Anocretos. Desde chica he creído en los sueños. mo y la muralla de zarzamora que en Chile che tuvimos tiroteo con él y arrancó a la Una vez soñé con un ataúd blanco en un es la base de las alamedas rústicas, como cordillera. Si lo pillamos lo vamos a hacer altar, y veía un hombre igual a tu padre, un cimiento, se vio claro la clase de perso tirititas con la pura rabia que le tenimos.
cuando ni lo conocía. Meses después lo vi, nas que se acercaba. Era gente de ley, Ya nos ha matao cinco hombres.
igualito al sueño, y me casé.
soldados o carabineros; veíanse claramente Jesús María. el ataúd. qué queria decir?
sus uniformes color campo y sus gorras, y Las mujeres ya estaban todas alrededor Quién sabe! Son cosas de los sentidos. las armas a la espalda. Avanzaban directa de los carabineros, escuchando la cosa. MeiLa María siguió en sus menesteres; de mente a las casas, y a poco se distinguie ga tenía las manos en la cara.
vez en cuando se dirigia a su madre, mo ron sus facciones; galoparon todo el tiempo. Cinco hombres. Bueno con el picaro dulando y alzando la voz, según ésta se hasta parar en seco frente a las tres muje grande. anda por aqui! Buena cosa; el encontrara más cerca o más lejos.
res, que esperaban curiosas, apoyadas en marío se fué anoche.
Era una mañana clara. El aire estaba la maciza vara del rancho.
La señora Ignacia había oido hablar del quieto y todo se veía como nuevo, como Buenos días. Tendrían ustedes cual famoso Juan Antonio, terror de los campos recién nacido: una de esas mañanas que se quier cosa de comer y un traguito para y arrabales de la capital. Era un hombre parecen a la primera del mundo. El verde hacer pasar el polvo?
audaz y misterioso, cuya filiación exacta no era más verde, el agua más clara, el azul Aquí no manijo nunca trago; no es ne se conocía, y que se multiplicaba por los del cielo más azul, con un color de acuare gocio dijo (dona Ignacia riendo. Café si campos: tan pronto aparecía en Rancagua la barnizada, y el sol lo doraba todo, hilan puedo darles, y un poco de chancho. como en Talca o Santiago. Su cabeza es.
do su almíbar encima de todos los cerros Café, en vasos, porque no hay tazas, taba a precio; mil pesos al que le pillara, y todas las flores. Qué podría ocurrir en y el pan está duro dijo Maria, mirando vivo o muerto. Su fama cundía en el país un día asi?
atentamente a los soldados. Era tan raro a cada nueva fechoría y escapada que haEsa casa era la más alejada de todas en ver hombres por esos contornos.
cia por esas montañas. Se decia que era el fundo llamado La Cuesta, en lo más La Meiga se había retirado; se hacia futre, hijo de gente acomodada, buen mozo; abrupto de la provincia. Fundo dividido, al sombra a la cara con la mano y miraba de algunas veces le vieron en los bares de centro, por el rio, y un estero servia de soslayo. Era una chiquilla tímida, nerviosa. Santiago vestido como un chute cualquiera.
límite casi en el confin de la Argentina, en delgada; creía en los sueños y en las bru ¿Sería un personaje fantástico, un fantasma la base de la cordill vertiginosa. Detrás jerias, con el temperamento de la madre. mejor que un hombre?
de la casa caía una cascada pura con ruído Maria era bonita, con la piel ladrillosa pero. El Juan Antonio!
de hojas y de brisa, entre unos matorrales, lisa, suave, y unos ojos expresivos con pes Las mujeres se santiguaban, miraban padonde asomaban su cara roja los copihues, tañas largas y rectas, de gitana. Ambas ra todos los lados y temblaban al menor pendantif de rubíes en la selva. Fuera del iban descalzas de enero a enero. Cuando ruido.
rechinar de carretas, muy de tarde en tar el patrón les preguntaba si no sentían frío. Tenemos que pillarlo antes que cruce de, no se escuchaban ruidos de actividades exclamaban: Todo el cuerpo es cara. Las pa la Argentina dijo el carabinero joven, humanas en esos parajes.
piernas eran perfectamente formadas, bri que miraba a la Meiga.
María preparaba el café, y la otra her: llantes, con el color y la suavidad de la Ese no va pal otro lao: se esconde en mana, la Meiga, lavaba la ropa, la estrujaba cara, limpias, como que pasaban medio día las montañas no más. Dicen que tiene una e iba colgando las piezas en una cuerda lavando, arremangadas, muchas veces con cueva dijo otro carabinero.
amarrada en dos árboles.
el agua a las rodillas. Nadie sabe dijo el joven. Otros diLa mamá Ignacia fué la primera que sinYa estaban las tres atareadas en la co cen que en Santiago tiene casa.
tió un lejano galopar por el lado Sur, y cina, preparando la comida a los hombres; Nadie paró atención en un largo silbido, poniéndose las manos como visera, descu los carabineros habían bajado de sus caba como de culebra, que se oyo por el matobrió muy lejos, en el camino, una polvareda llos y estiraban sus músculos. Uno bostezó rral detrás de la casa, y entre los copihues, que poco a poco tomaba forma de cuatro a zafarse las mandibulas. El sudor les ba al poco rato, se vió una lengua de fuego, cabalgaduras con sus jinetes. Qué sería? jaba por la frente dejando una huella de como uli rayo; sono un estampido, el Aunque no era común ver gentes de a ca. barro; las cabalgaduras bajaban el hocico carabinero joven, en el momento que tomaballo en esos confines del fundo, pensó que ansiosamente, buscando por el suelo las ba el vaso de café de manos de la María, serian señores excursionistas.
direcciones del pasto; llegaban a echar hu cayó al suelo sin decir ¡ay!
Los amos de La Cuesta no habían llega mo por las narices y el cuero, como loco El ruido violento, tan inesperado y cer. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica