REPERTORIO AMERICANO 377 La poesía de Torres Bodet la plenitud del gozo que todo lo a desatarse en alarido, nisu carne. abierta ya a todas las conturbacioen canción, Jaime Torres Bodet prones del espíritu se fundia en el trevoca un motin de entusiasmo, hace molar ardiente de la espiga o en la vibrar un impaciente colorido en los vívea certidumbre de los heliotropos.
versos que mimo de suavidad la dulce Luz de penumbra, discreción del altiplanicie. La sonrisa señorial que otoño, matiz del desmayo, su poesía sabe ser desdeñosa a tiempo y concentraba lo inseguro y lo incierto, de efusión para aquellos a quienes se queria expresar la forma móvil, ronotorga en cariño, las maneras que daba sin prisa en las corolas coqueacusan indudables excelencias de estuelas. La visión del poeta se hallaba tirpe; acariciado desde párvulo por cautiva en la red de la luminosidad hadas benévolas que entre otros preinefable que trenzan su valle y sus sentes le llevaron el de la fina intevolcanes. Por este tiempo habia un ligencia, el poeta se ha vinculado de rumor abejeño en las aulas, una alarma finitivamente a los arduos intereses de épicas algarabías en la ciudad.
del mundo, gracias al canto franco y De niño fue asombro de doctores que al amor doloroso. En su cabellera palo oyeron interpretar algunos aspectos recen desensortijarse rebeldías del del mundo y de repente la compleromanticismo finisecular y en sus jidad de una estrofa prócer. Una remanos pálidamente pulcras como que volución que ha tiempo fermentaba se adormecen, sonreídas y floridas, en las entrañas torvas del augurio, las promesas de las musas. Tras la vino a despertarlo mientras él tejia y frente santiguada de arrugas no hay destejía la tela de araña de sus rit.
duda que reside, omnipotente sobre mos. La vida era fervor, pero no era la humildad de las preseas miraculodeliquio: el dolor estaba en aquellos sas, una casta pero mirifica divinidad, el hombres que se movian, descamisados deus en llamas, vestido por las luces y famélicos, a la conquista de la tierra del símbolo y acongojado por el fuly el pan; el amor desbordaba sangre gor de los holocaustos. Sus ojos tie.
jovial en las venas de los humildes nen una avidez de honduras estelique marchaban cantando hacia el adferas, frenesi moroso en que se venimiento. El poeta veia pasar aqueamortigua la exaltada vehemencia.
llas otras formas incesantes, las veia Viéndolo de perfil no cabe duda que estremecerse en el connubio del anior en su máscara se hallarían motivos y del dolor y supo entonces que la cesáreos para la numismática, pues Poesia y la Vida andaban cogidas de Juan Leonardo Cordero los encontró Jaime Torres Bodet la mano, por los caminos palpitantes al trazar sobre el yeso de un ensayo Tomado de Social, Habana.
del mundo. Fué así como llegó de la las líneas más acentuadas del mealtiplanicie del clima del embeleso, a dallón. Alegre en la camaraderia, entregado garse la feria de la claridad, gracias a la la costa en que el palmar llora cuando ve a la amistad, desesperado en el amor: tiene frecuencia del lucero, el creyó que el cre partir barcas o que se besan novios. Ya no el poeta los atributos del ser que ha de púsculo y el dia eran la misma esplendidez. era en la dulzura montesina del atardecer distinguirse entre los otros por el privilegio He aquí que en sus pies sentia por vez el paso de la noche que adormeció en la de la mentalidad selecta, por el influjo de primera la quemadura de la tierra y que en encina el antiguo canto mientras las vir.
la selecta bondad. Vive para afinar en otros su pecho se le encendía la crisálida dolo genes inmóviles aguardaban al amado con el sabor de la vida, sueña para encandilar rosa, lámparas de vigilia sagaz. Era la tarde oloen otros la lumbre del ensueño, y como es El niño salió a la terraza para saber lo rosa de las fresas en fruto, romántica en la de día y hay regocijo de aguas en la en que era el paisaje y en la noche de nieblas avélula y en la nebula, pero ahora si de cajeria de la luz, la canción se le melifica alucinadas en zafir, moribundo el lucero, verdad en la mujer que era a un tiempo la en un afán contenido, se le enciende en la bajo la paz de los pinos tal en una sinfo. mies de la eucaristia junto al vino de la penumbra del primer pavor.
nia beethoveniana. la noche no era más sangre canora. Pulpas de gardenias dolienUn dia, frente al espectáculo del valle y que el día a la sordina, el dia sereno de tes de luz, mariposas de apoteosis, y la sus volcanes, viendo fluir la leche tremula luz y de canción, y que las otras voces, amada que era musa para el momento de del alba en la avidez de un clima de mise sollozo, confidencia, grito de trémolo y que. cerrar los ojos y carne viva en el corazón ricordia gris perla, el niño echó a rodar por rella. no eran sino el reflejo de la suya, delirante. El tumulto de los hombres seguia la tierra inverosímil y azul el aro de su la vibración de su grito en la concavidad del otro lado de la sierra, pero hacia la asombro, la canción del dia feliz. Cortaba del ámbito azul, moroso de silencio: costa soplaba una brisa letal, en que el cantando la flor de la alegría, eran el amor amor se deshojaba en fruto de miel y de Noche de dilección. Silencio. Pinos!
translúcido, la soledad enlucerada, delicioso Claro de luna en el estanque incierto.
mordisco, en gardenias desmayadas en un el silencio. Sobre el pecho, todo desgajánY amor. amor. amor. Casi la vida, exceso de beso que apenas cabian. la dose en una rosa bermeja de helación, le casi la realidad y sólo un sueño.
tarde azul. El poeta se había encontrado nacia la espina del poema, y el niño se Comprendia la elocuencia de lo circuns con el hombre y juntos eran la canción. La punzaba en ella la carne blanca que se tante, pero sus labios se abrían en fervor y dulzura de México, pero también la fiereza, ofrecía en don. He aquí que a su sorpresa sólo por eso estaba redimido del pecado en se fundían en su lamento, ya la noche en se le vinculaba el ritmo, se le volvía deli que el vino y el pan triunfan sobre todas que valgo se va muriendox, ya en ese insa cuescente el paisaje de nebula y de flor; y las fiestas. Suyo era el vuelo de las imá tante en que la musa humana le podía recomo por primera vez oía voces inusitadas, genes al verlas pasar por el cristal extático petir su franca secuencia: presentía en el aire el paso de las formas, del tiempo, suyas was formas incesantes Este campo, como un perro caminaba «por la orilla del sueño. El dia que hacen polifono y multicolor el minuto; Tos conoce husta en la voz.
se le fué de las manos como si fuera un pero su verso no se estrujaba aún en las Tuvo valor para que México estuviera en aro, y pues en el crepúsculo viera prolon manos de la vida, ni su querella se atrevia sus alarmas, en sus frenesies y hasta en Este documento propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica